Cuatro cosas que mis viajes me han enseñado sobre las personas en el mundo

Vista del cielo desde el interior de un avión. / Instagram: Bilderjager
Vista del cielo desde el interior de un avión. / Instagram: Bilderjager

No importa el país o la cultura, hay cosas que hacen que la diferencia entre personas no sea tan larga. Viajar me ha enseñado cuatro de ellas.

Cuatro cosas que mis viajes me han enseñado sobre las personas en el mundo

Usualmente cuando se habla de viajar, se nos dice de que esto nos sirve para darnos cuenta de lo grande que es el mundo y lo distintas que son las personas de distintos países y, por ende, culturas. No es que yo haya viajado por todo el mundo, pero en el par de expediciones que hecho en 17 ciudades, ocho países y dos continentes puedo dar fe de que así como hay diferencias culturales, así también hay cosas que nunca cambian, indistintamente del lugar y la cultura. A continuación, cuatro cosas que me han demostrado que las distancias no son tan largas lo más esencial de las personas:

1- La pasión de los deportes

Para muchas personas los deportes son solo una pérdida de tiempo, una forma en la que las personas sacan su frustración y buscan pertenecer a una identidad colectiva. Más allá de a quiénes les guste o no, lo cierto es que en todas las esquinas del mundo que he visitado me he topado siempre con personas que visten camisetas de sus equipos deportivos. Sea fútbol, baseball, baloncesto o cualquier otro, la pasión por los deportes es sencillamente universal y probablemente no haya un país en donde no se practique y donde no haya uno que vuelva especialmente locas a las personas, como el baseball en Estados Unidos, el cricket en India, el rugby en Nueva Zelanda, etc. Los deportes mueven masas en todas partes.

2- Una madre siempre ve por el hijo

Usualmente se toma la figura de la madre como la alegoría del amor incondicional. Y es que hay ciertos gestos que solamente tiene una madre. Por ejemplo, una vez estaba en Leipzig, Alemania, y vi que venía una familia conformada por dos niños, uno de ellos ya caminaba, y una pareja de adultos. El hombre llevaba en brazos a un bebé, mientras la mujer venía forcejeando con un niño de no más de cinco años. La mujer intentaba convencer, casi obligar al niño a que se pusiera una chaqueta antes de salir a la calle desde la estación de trenes. El niño protestaba a su mamá diciéndole que no hacía falta cubrirse porque no estaba lloviendo, a lo que ella respondía que igual se la pusiera porque ella lo ordenaba. El amor de una madre no cambia y la incomprensión de los niños a éstas, tampoco.

3- El espíritu de los niños es inquebrantable

Hay pocas cosas tan alegres como ver jugar a los niños. Ya sea con su grupo de amigos o en solitario, los niños transmiten una vibra muy especial. Y eso no cambia en ninguna parte. Los niños son capaces de sacarle agua a las piedras. Su inocencia y su espíritu los hace desentenderse del ajetreo que sienten todos los adultos. En plena tormenta, el niño se las ingenia para crear un rincón de paz, indistintamente de cuál sea su idioma, su color de piel, su religión o cualquier otro aspecto que a nosotros los adultos nos condiciona nuestro comportamiento.

4- Las tentaciones son las mismas

En todas las ciudades donde he estado he visto básicamente las mismas indicaciones y prohibiciones, ya saben, las de no manejar en estado de ebriedad, no fumar en ciertos lugares, no traspasar algunas propiedades, etc. Estas prohibiciones se deben a que todas las personas tenemos los mismos bajos instintos, por llamarlo de alguna manera, y lo normal es que cedamos a las mismas tentaciones e imprudencias. Los humanos tenemos todos la misma malicia por default, es solo que nuestro entorno nos hace controlarnos. @mundiario

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