Viajar a Asturias es siempre un compromiso con el regreso

Terraza del restaurante Güeyu Mar, en Asturias. / Mundiario
Terraza del restaurante Güeyu Mar, en Asturias. / Mundiario

El Principado de Asturias es como una lengua de sabores, llena de matices, con puntos y comas, pero sobre todo, con un punto y seguido que la sitúa en el horizonte de destino exclusivo y privilegiado.

Viajar a Asturias es siempre un compromiso con el regreso

Proyectar un fin de semana turístico gastronómico en mi querida Asturias (www.turismoasturias.es) es un reencuentro y todo un descubrimiento a la vez. Porque todo el buen sabor de Asturias siempre repite, en el paladar, en la vista, en el trago, en la convivencia con los amigos, hasta en los susurros de su mar compartido, el Cantábrico. ¡Asturias, que gusto tienes! ¿Quién te diseñó como un paisaje de hadas?, ¿quién te parió tan verde y quebrada? ¿quién te inventó para ser la amante perfecta de tu frontera gallega?. Quizá la generosidad de la madre naturaleza que quiso resumir en un rincón del mapa de España los encantos de toda la tierra.

Viajar a Asturias es siempre un compromiso con el regreso. Siempre te dejas algo. Pero para un gallego está tan cerca, que la sentimos como la continuidad de nuestra respiración. Por la Autovía Transcantábrica es un paseo placentero y rompe cualquier coartada para no visitarla. Y un recurso permanente para hacer de un fin de semana una fiesta para los sentidos.

Y es un descubrimiento porque, aunque te lo cuenten, cuando ves y pruebas, descubres que es un complemento imprescindible de nuestra cornisa norteña.  Aporta con personalidad única la originalidad de un maridaje perfecto entre mar y tierra, exprimiendo como nadie su riqueza natural, interpretada mejor que nunca por sus tenores de la cocina.

Asturias, lengua de sabores

Asturias es como una lengua de sabores, llena de matices, con puntos y comas, pero sobre todo, con un punto y seguido que la sitúa en el horizonte de destino exclusivo y privilegiado.

Nosotros nos inclinamos por comenzar por el mar, siguiendo la estela de la autovía, y elegimos un emplazamiento infalible en uno de los parajes más bellos de nuestro país, en el Ayuntamiento de Ribadesella (www.ribadesella.es). Al fondo del paisaje la villa marinera de Lastres (www.turismoasturias.es), una de las más bonitas de España era toda una referencia desde la Playa de Vega, el destino elegido para comer fue el Restaurante Güeyu Mar (www.gueyumar.es) (Ojo de mar traducido del bable). El día estaba presidido por un sol generoso que invitaba a comer en la terraza, sino fuera por el pequeño viento traicionero que rizaba las olas surferas de la playa.

ADN del Güeyu Mar: “No tenemos carnes ni arroces”

La elección fue perfecta, porque en un enclave así, que mejor que la propuesta de una Cocina cien por cien natural, sin intermediarios, a la Brasa. Su Chef y propietario, Abel Alvarez, cuida y selecciona con mimo las maderas de roble, encino y cerezo, para medir sus brasas, al igual que hace cuando escoge los mejores pescados para llevar a la parrilla. Siempre de tamaño grande y troceados o abiertos antes de llegar al contacto con el fuego. Abel domina la lidia del fuego desde sus tiempos en La Parrilla, también en Ribadesella, hasta que decidió afrontar el proyecto del Güeyu Mar con Luisa.

El local super agradable, acogedor y sencillo a la vez, con la cocina de brasas a la vista y la luz del expositor de los peces, como les llaman en Asturias, no pescados, incitando al pecado, procedentes de los puertos cercanos del Cantábrico. De entrada una declaración de intenciones en la carta, cuando de manera literal dice “no tenemos carnes ni arroces”.

Nos recibe el maitre Chema, con una disciplencia increíble. Es de esas personas con las que sintonizas desde el principio, porque sabe interpretar como nadie el gusto del cliente y elegir el mejor producto. Es decir, un cómplice del buen gusto y profesionalidad. De entrada le cambiamos su propuesta de vino y optamos por un ganador seguro el godello “As Sortes”.

Sin casi darnos tiempo a sentar, Chema nos sirvió unos Tacos de atún a la brasa con cebolla enchilada en aceite de oliva, y un pan de Panchón, típico asturiano de maíz a modo de aperitivo. Fantástico de sabor. Una provocación. A continuación quisimos degustar una de las especialidades, con posibilidades de comprar para llevar a casa, una Sardina a la brasa en Versión Lata de Conserva, con 15 días de maceración antes de enlatarse. Realmente sorprendente por su tamaño y textura a la hora de trocearla y por su sabor atemperado por el toque del humo.

Nos dispusimos a iniciar el recorrido por el menú por un atractivo Salpicón de Bogavante. Muy bien troceado, suave al paladar y bien equilibrado con el aceite, aunque reconozco que a mi me gusta con mayor predominio. Realmente exquisito y recomendable y sin tropezar con ningún tipo de cebolla. El bogavante es del país, se mezcla con huevo muy picado que apenas se nota, poco vinagre y aceite, lo que se transforma en una textura suave y elegante.

A continuación, quizá por la novedad que la propuesta puede significar para un gallego, la curiosidad nos llevó a probar los Percebes a la Brasa. Y sinceramente no aportaron nada al mundo del marisco. Quizá la brasa le resta el sabor a mar, además de hacerlo seco en el momento de separarlo de la uña, aunque en boca el final mejora un poco. Está bien como originalidad pero desvirtúa nuestro concepto de percebe y mar. La presentación espectacular sobre una cama de sal muy gruesa, a modo de escultura. Después de la comida intercambiando la opinión con Abel nos razonó su propuesta y justificó la convicción de la naturaleza de su cocina, la brasa.

Mero y rey, perfectos para la brasa

Seguimos en medio del mar y como era nuestro primer encuentro compartido con amigos sobre el escenario, nos propusimos probar dos especialidades como platos principales de peces, el mero y el rey, ambos a la brasa. el Mero nos lo presento troceado, los lomos como tacos, aliñados con lo que llama Agua de Covadonga, a base de aceite, pero cuya composición guarda como secreto y que potencia el sabor del pescado. El Mero en su punto de brasa y con desconchado perfecto.

Realmente por algo el rey es el pez fetiche de Abel y el símbolo del local, hasta vivir incrustado en su fachada como el regalo de una fuerte tempestad. No nos defraudó, más bien nos sorprendió por su jugosidad. Nos presentó entera la pieza pero cortada en trozos y con una guarnición de lombarda magnífica. El bocado realmente exquisito, con un porcentaje de grasa perfecto para invadir el paladar de sabor y hacerte monárquico.

Le pusimos el broche de oro al menú con otro guiño a la Asturias profunda, presidida por uno de sus quesos identitarios el Gamoneo (www.elquesardegamoneo.com), en dos formatos, cortado en trozos para ultimar el vino,  y en repostería como Tarta de lujo. Imperdonable sería no probarlos, porque estaban espectaculares.

No había duda que tras el recital, el homenaje a los sentidos había que completarlo en el exterior, disfrutando de un café y un habano, mirando al horizonte y comprobando como las olas en la Playa de Vega rompían contra la memoria para sellar el recuerdo de la magnífica experiencia que acabábamos de vivir y que sólo el sueño de repetirla nos servia de consuelo. Sin duda una de las mejores parrillas que he conocido. en un enclave paradisíaco que ofrece todas las posibilidades para formar parte de un fin de semana maravilloso con Asturias en el corazón.

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