¿Por qué nos cuesta tanto cumplir nuestras promesas?

Un cuaderno abierto. / Angela Roma en Pexels.
Un cuaderno abierto. / Angela Roma en Pexels.
No es que seamos débiles o no queramos valorar lo importante. Es mucho más simple que eso. / Crónicas honestas sobre la felicidad.
¿Por qué nos cuesta tanto cumplir nuestras promesas?

Todo el mundo puede ser rico en promesas, decía Ovidio. Suele pasarnos cada fin de año. Nos prometemos cambiar y hacer esto y aquello; desde comer más saludablemente y leer un libro por mes a compartir más tiempo de calidad con familia y amigos. Sin embargo, pasado el festejo, es difícil mantener el compromiso.

¿Por qué podemos organizar nuestra vida en torno de citas de negocios, zooms, paseos al perro, transacciones bancarias y limpieza general y no podemos hacer lo mismo con otras cosas que consideramos importantes? No es que seamos débiles o no queramos valorar nuestros vínculos. Es muchísimo más simple que eso. Es que no apuntamos esos compromisos en la agenda. No están en nuestra lista de tareas. Solemos creer que la amistad, el bienestar, la felicidad, son cosas que se organizan por sí mismas y se desarrollan espontáneamente. Pero no. Requieren voluntad, esfuerzo y energía. Quizá más que la que demanda el trabajo. 

Hay un antídoto contra las promesas incumplidas, y es la creación de hábitos. Así como ya no necesitamos una alarma para recordar lavarnos los dientes, deberíamos apuntar a automatizar ciertas conductas deseadas hasta hacerlas parte de nuestra naturaleza. En el trajín y el estrés diarios solemos dar demasiadas cosas por sentadas y, justamente, suelen ser las importantes, como que seguimos vivos, tenemos salud y que hay personas que nos quieren y esperan. Recordamos esas cosas cuando nos faltan.

La fórmula que puede ayudarte a crear mejores hábitos y sostenerlos se llama "Técnica de las 3R". La aprendí de mi mentor, el Dr. Tal Ben-Shahar, psicólogo, experto en bienestar y célebre profesor de Harvard en Liderazgo Positivo y Felicidad. 

Como primera medida deberás preguntarte qué valores son importantes para ti, de qué cosas no quieres olvidarte. ¿Quieres ser más agradecido? ¿Cultivar la relación con tus hijos, fortalecer un vínculo amoroso? ¿Hacer más ejercicio, comer más sano? Tal vez tengas una larga lista. Tendrás que priorizar y trabajar en una cosa por vez o, a lo sumo, dos. Solo cuando notes que has logrado generar un hábito más o menos automático puedes seguir con las siguientes. 

Como su nombre lo indica, la técnica comprende tres R:

  • Ritual. Es el hábito propiamente dicho. Debes hacértelo simple y fácil. No funcionará si la práctica requiere una ingeniería de tu agenda o un esfuerzo exagerado. Si se trata de empezar una rutina de ejercicios y nunca has hecho demasiado podrías plantearte pequeños desafíos como dos lagartijas cuando te levantas, cuatro abdominales cada hora o un minuto de jumping jacks cada vez que vas al baño. Si lo que quieres es fortalecer un vínculo puedes proponerte dedicar media hora más por día a esa persona.
  • Recordatorio. Establece día y hora para practicar tu nuevo hábito. Agenda la actividad en tu móvil. Ponte una alarma reiterada, pega un post-it en la heladera, usa una pulsera que te recuerde lo que debes hacer cada vez que la mires.
  • Repetición. Repite, repite, repite. Como si rezaras el Rosario. Esa es la clave. Debes crear una nueva conexión neuronal en tu cerebro, y eso se logra con la repetición y con el tiempo. Dependiendo del hábito podría llevarte desde un mes a más de seis.

 

En esto no existen atajos ni fórmulas mágicas. Pero estas técnicas son efectivas, porque están diseñadas de acuerdo con el funcionamiento del cerebro. Sabemos a partir de la neuroplasticidad que cuanto más fácil sea la práctica y más la repitas más probabilidades de éxito tienes. Y un último consejo importante: no esperes a sentirte motivado, solo da el paso. La motivación aparece durante la práctica. Si es simple y fácil no necesitarás inspiración. @mundiario

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