Nunca es tarde para salir de la zona de confort

Joven con ordenador. / StartupPhotos / Pixabay
Joven con ordenador. / StartupPhotos / Pixabay
Hay quien se levanta cada mañana y cumple con su horario de trabajo, sin más. Se resigna a su suerte, no lucha por conseguir más de lo que tiene y no se cuestiona aquello que, supone, le corresponde hacer. Esto es, está instalado en la zona de confort.
Nunca es tarde para salir de la zona de confort

Muchas personas viven instaladas en la rutina. Es como si en vez de conducir su propia vida, la dejaran en manos del carro autónomo de Google. Con el tiempo, la monotonía les pasa factura y se sienten vacías, cansadas, desmotivadas. Esto ocurre, principalmente, en el ámbito laboral.

Hay quien se levanta cada mañana y cumple con su horario de trabajo, sin más. Se resigna a su suerte, no lucha por conseguir más de lo que tiene y no se cuestiona aquello que, supone, le corresponde hacer. Esto es, está instalado en la zona de confort.

Tener trabajadores con esta actitud no solo es negativo para la empresa, sino también para cada una de las personas que ha decidido estancarse y para quienes están a su alrededor. Como ocurre con el agua que se detiene, termina por pudrirse.

Las buenas empresas invierten tiempo y esfuerzo en mantener trabajadores felices y motivados, porque saben que es su mejor baza para elevar la productividad, la creatividad y el éxito empresarial.

El trabajo no es un sacrificio, o no debería serlo. Quienes disfrutan con lo que hacen, saben de la satisfacción que les reporta desempeñar su tarea con pasión, creatividad y éxito. Nunca es tarde para salir de la zona de confort y para ello se necesita:

1. Identificar los enemigos. Lo primero es analizar qué nos frena, identificar los estereotipos sociales del tipo «más vale pájaro en mano…», detectar el sometimiento a los roles familiares establecidos, etc. Hay que conocer los bloqueos para poder romperlos y localizar los miedos para superarlos.

2. Trazar un plan. La vida no tiene compartimentos estancos, por lo que el aburrimiento laboral pasará factura también en el plano personal y familiar. Caer en el burnout, el síndrome del trabajador quemado, que ya reconoce la OMS como enfermedad asociada al empleo, es malo para la salud física y mental. Por lo tanto, hay que encontrar la puerta de salida cuanto antes. Y si no se es capaz, buscar apoyo.

3. Formarse. Aprender nuevas destrezas, incorporar conocimientos es estimulante y siempre útil. Incluso aunque no se llegue a desempeñar aquellas habilidades adquiridas, es seguro que servirán en otras facetas de la vida, aun sin darnos cuenta.

4. Practicar el networking. La red de contactos continúa siendo la principal vía para encontrar trabajo. Por eso no hay que dejar de lado ninguna oportunidad para establecer relaciones sociales con vistas a un cambio o una promoción en el trabajo.

5. Reinventarse profesionalmente. Cuando uno tiene hijos pequeños y una hipoteca larga como la peor de las condenas, es normal que no se atreva a correr riesgos; pero la vida es corta y no podemos vivirla como autómatas. Si es preciso, habrá que cambiar de profesión, poner en marcha una idea emprendedora: ser autónomo puede reportar menos dinero (o no), pero mucha más satisfacción.

Permanecer en la zona de confort por miedo al futuro es perder el tiempo y dejar las riendas de nuestra vida en manos de otros. Termino haciendo mías las palabras de Oprah Winfrey, un ejemplo en todos los sentidos: «Sal de la historia que te está frenando. Entra en la nueva historia que estás dispuesto a crear».

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