Nacemos con las manos cerradas, pero morimos con las manos abiertas

Manos sostienen una pequeña planta./ Pexels en Pixabay.
Manos sostienen una pequeña planta./ Pexels en Pixabay.
Cuando la vida se percibe a través de esta perspectiva, los valores se invierten, la vida se suaviza y adquiere un nuevo sentido. 
Nacemos con las manos cerradas, pero morimos con las manos abiertas

En mis valoraciones de la vida, creo que cuando nacemos, tenemos en nuestras manos unas pequeñas semillas del potencial de lo que seremos, de lo que necesitamos desarrollar a lo largo de nuestra vida para poder evolucionar. Estamos ahí, apegados a estas potencialidades, a este surgimiento. Casi nada está definido. Con el tiempo, nuestras manos se abren para construir, ayudar, tomarse de la mano, elaborar, rezar, plantar y fertilizar nuestra existencia y luego soltar y dejar aquí todo lo que fue construido y supuestamente asignado como nuestro.

Esto se debe a que las semillas son del plano terrestre, de lo que no nos queda, ya que son solo donaciones transitorias que da la vida como instrumento de nuestro mejoramiento en este plano.

De esta manera, todas las ilusiones soñadas y quizás realizadas serán nuestras solo por una brisa de tiempo, un soplo de vida, en una sensación de eternidad no permanente, en un mundo en constante transformación. Cuando la vida se percibe a través de esta perspectiva, los valores se invierten, la vida se suaviza y adquiere un nuevo sentido. Quizás a partir de este momento podamos encontrarnos contando hacia atrás, ya que todo en la vida, incluyéndonos a nosotros, vuelve a su punto de partida.

Aprender el arte de dejar ir

En la vida, tenemos muchas oportunidades de aprender el arte de dejar ir. Sin embargo, vivimos poco "ahora". Por lo general, tenemos dos posibilidades: estamos enredados en los vínculos del pasado o secuestrados por un dolor no resuelto. Por eso, siempre estamos esperando una nueva oportunidad para ser felices y que la vida nos sonría en un “momento ideal”. 

Vivir con ansiedad en anticipación al futuro es el motor que genera desequilibrios emocionales y existenciales. Necesitamos entender que dejar ir no significa necesariamente ser indiferente o irresponsable contigo mismo, con los demás, con la vida. Estoy a favor de la posibilidad de una vida que valga la pena vivir todos los días con sus alegrías e incluso con sus problemas y desafíos, pero siempre con cierto desapego.

Debemos recordar que los verdaderos logros son los que llevamos en el alma, no los que llevamos en las manos o en el equipaje. En realidad, no hay absolutamente nada que nos pertenezca más que nosotros mismos. Ante esto, el mayor arrepentimiento que puede tener un ser humano es el de no haber vivido plenamente. Todo lo demás, en un sentido existencial, no es tan importante, son solo ilusiones dejadas en el polvo del camino de la vida donde caminaron nuestros pies, donde plantaron nuestras manos, donde quizás quedaron nuestras huellas. Y solo esto, porque desde aquí ni siquiera llevaremos el perfume de las flores que adornaban nuestros jardines.

Así que déjalo ir. Recuerda: nacemos con las manos cerradas, pero morimos con las manos abiertas. @mundiario

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