El idioma de los argentinos

CheBoludo
CheBoludo
No se tomen al pie de la letra cuando un argentino dice “Nos vemos cuando quieras”, o “estoy para lo que necesites”. No nos caracterizamos por lo concreto, mejor ir a lo general, para no comprometerse.
El idioma de los argentinos

Si estamos en otro país y escuchamos hablar español diciendo vos en lugar de , y pronunciando 's', tanto cuando es esa letra como cuando es 'c' o 'z', y las 'y' y las 'll' como si fuera una 'ch' friccionada, casi 'sh' pero no tanto, y además con acento italiano: inconfundible, se trata de argentinos.

El voseo surgió en el siglo IV como una fórmula reverencial al emperador romano Constantino el Grande. Los más altos estratos de la sociedad lo incorporaron. Y se usó en España hasta el siglo XVI. El verbo siempre iba en la segunda persona del plural (Diccionario panhispánico de dudas): “Vos decís”, “las instituciones que vos representáis”, “Vos, don Pedro sois caritativo, vos bellas damas sois ingeniosas”.

En el siglo XV, con la conquista de América, los españoles lo importaron para el trato formal. Como el usted de hoy. Después apareció el Vuestra merced,  y el vos bajó de categoría, igualándose al tú. Se instaló en el Río de la Plata, con ciertas modificaciones en el uso verbal. El imperativo de la segunda persona del singular se transformó en Vení, calláte, sentáte, esperáme, decíme (pongo los acentos en estas últimas para que se entienda cómo suena)  Y en la segunda persona del plural, el vosotros fue reemplazado por el ustedes, conjugado como la tercera del plural:  ustedes vengan, ustedes pueden, ustedes deben.

A fines del siglo XIX  más de la mitad de los habitantes de Buenos Aires eran inmigrantes. Domingo Faustino Sarmiento, que había sido presidente entre 1868/74, desde el Consejo Nacional de Educación intentó proteger el idioma de la contaminación de las otras lenguas y exigió en las escuelas el uso del castellano, como símbolo de distinción y pertenencia. “Los maestros no deben decir sentáte, paráte, deben emplear el tú o el usted, hablar en castellano.” Vosear no era digno, ni culto, se lo consideraba un vicio del lenguaje. Pero los idiomas tienen vida propia y siguió instalado en la lengua oral, no así en la escrita.

Se culpó al gobierno de Rosas de permitir el uso del voseo (1829/32) .  Luego se lo reprimió por considerarlo vulgar e inculto, una desfiguración del idioma nacional. Ya desde 1810 estaban arraigados en Buenos Aires el seseo y el yeísmo.

A principios del siglo XX se lo siguió reprimiendo especialmente en los medios de comunicación: radio, periodistas, cine y televisión. Sólo sobrevivió en algunas obras teatrales.

El mundo cambió en los sesenta. El voseo se oficializó hasta en los discursos políticos y los sermones religiosos.

Siempre me llamó la atención el que, a pesar de ser aceptado e incorporado a nuestro lenguaje familiar y amistoso, cuando hay que dirigirse a Dios, a Jesús o a la Virgen María, se los trata de  tú.  Síntoma claro de que la religión lleva años de atraso. Por qué no le puedo decir: Che, Jesús, dame una mano, que estoy en el horno.  ¿No es mi amigo?

Hablemos del uso del che.  No, no viene del Che Guevara. Es a la inversa. A Ernesto Guevara le decían Che, porque, como todos los argentinos, lo usaba para llamar la atención de alguien, como “Hey” u “Oye”. También como asombro o sorpresa: “¡Pero che!”, o para dirigirse a alguien: “che, Juan…”

Hay quienes dicen que viene del valenciano “cé”, o del araucano que es el idioma de los aborígenes mapuches (mapu: tierra, che: gente) o de los soldados guaraníes incorporados a los ejércitos del Rio de la Plata. Che irú quiere decir mi compañero. Los españoles decían mi capitán o mi sargento, los guaraníes, che capitán, o che sargento.

El che está totalmente incorporado en Argentina y Uruguay. ¡Hasta en las Islas Malvinas! O Falklands, como las llaman los ingleses. Recién vi un tweet de una habitante de las islas,  Jody Aldridge en el que decía: “case of beer, che!”

Últimamente se está reemplazando por el adjetivo boludo,  que en realidad, como pelotudo — que es un poco más fuerte— se refiere a una persona un poco tonta, vendría a ser el equivalente a gilipollas de los españoles. Pero lo interesante es que en una conversación entre dos amigos se da algo así como:

— ¡No sabés, boludo, lo que me pasó! Iba por Corrientes, con la mina con la que estoy saliendo y..

— Pará, boludo, eso ya me lo contaste…

No se quieren decir que son tontos, no se están insultando, es una forma casi amistosa, de cercanía. Es que los argentinos usamos frecuentemente términos negativos para referirnos a cosas positivas. Por ejemplo algo bárbaro, no es algo primitivo, incivilizado, es algo magnífico. Una cosa infernal,  no es sinónimo del submundo después de la vida, todo lo contrario, es algo sublime.

Los argentinos usamos frecuentemente términos negativos para referirnos a cosas positivas. Por ejemplo algo bárbaro, no es algo primitivo, incivilizado, es algo magnífico.

La diferencia entre boludo y gilipollas es que hay toda una familia de palabras: boludear que quiere decir estar al pedo, uy perdón, eso quiere decir estar sin hacer nada; boludez, es el sustantivo que se refiere a algo fácil: dale, no te cuesta nada, es una boludez, lo terminás en dos minutos.

Es que en Argentina esto de ser boludo, boludear o hacer boludeces, nos copa.  Que quiere decir que nos encanta.

Algo es un quilombo, cuando es un lío tremendo, su sinónimo es despelote,  un desorden inconmensurable. Quilombos se les llamaba a los prostíbulos, y por extensión a toda cosa fuera del orden.

Para hacer guita (dinero) hay que laburar (trabajar) mucho o chorear ( que viene del lunfardo chorrear, sinónimo de afanar  que significa robar) O chamuyarse  a alguien para conseguir guita sin laburar. El argentino tiene mucha labia y convence a cualquiera. Es el rey del chamuyo. El que no lo hace es un gil. Como lo dice el tango: El que no llora no mama y el que no afana es un gil.

Sigamos practicando la lengua rioplatense:

¡Pará, boludo!, ¿viste la mina esa que subió al bondi?

La  mujer subió a un colectivo, que es un vehículo público de pasajeros, un autobús. Lo de bondi no se sabe si viene de Brasil donde había compañías de transporte inglesas que usaban la palabra bond para los transportes o de albóndiga por la forma redondeada de los vehículos.

Sigue el diálogo:

Boludo, estaba re buena, me la levanté.

— ¿Me estás jodiendo?

—No, boludo. Fuimos a morfar a la Costanera.

— Andá a contarle a Magoya…

Joder en Argentina no es lo mismo que en España. Acá es divertirse y también tomar el pelo que quiere decir bromear. Y Magoya es un ser inventado al que se le puede contar cualquier macana porque es el único que lo va a creer. Morfar, comer, por supuesto.

Joder en Argentina no es lo mismo que en España. Acá es divertirse y también tomar el pelo que quiere decir bromear.

También se puede ir a cantarle a Gardel,  lo cual es imposible porque no se puede competir con el súmum de la voz rioplatense.

Y siguiendo con los ídolos argentos: ser Gardel, o ser Maradona, es el límite superlativo del héroe. Fulanito es Gardel,  quiere decir que es un capo en lo que hace. Y un capo, es un genio.

Otra misión imposible es ir a cobrarle a Montoto.  Ese no paga nunca. Estamos en el horno. No  hay solución.

Mucho cuidado los españoles con el uso del verbo coger, tan generalizado en nuestra madre patria. Acá coger significa hacer el amor, pero en un registro de lengua más vulgar. No podemos coger un taxi, o decir:  entonces, cogí y le dije…  porque sería muy mal interpretado.

La desconfianza argentina está enraizada. Abundan las expresiones como ¿En serio? ¡No te lo puedo creer! ¡Increíble! ¡No me jodas!  Y últimamente todo llama al olvido. Por cualquier cosa por la que no se tiene esperanza, surge el imperativo: ¡Olvidáte!

Y no se tomen al pie de la letra cuando un argentino pregunta: ¿Qué hacés?, ¿Todo bien? Porque lo que menos quiere es que le cuentes que estás en problemas, no le interesa la respuesta a esa pregunta, es simplemente un saludo. Como tampoco tengas en cuenta si te dice “Nos vemos cuando quieras”, o “estoy para lo que necesites”. No nos caracterizamos por lo concreto, mejor ir a lo general, para no comprometerse.

Una vez le dije, por cortesía, a una amiga inglesa que pasaba unos días en un hospedaje cerca de casa, que si tenía algo para lavar me lo diera. Nunca imaginé una respuesta afirmativa. Si a mí me lo hubieran propuesto habría dicho: No, no te preocupes, no tengo nada. Lo entendemos como una fórmula de amabilidad pero no la tomamos en serio. Pues mi amiga se apareció con una bolsa llena y me vi metiendo toda su ropa interior en mi lavarropas, asombrada.

El español de las colonias se mezcló con la lengua de los aborígenes y dieron palabras como cancha, que la usamos para referirnos al campo de fútbol y no sé por qué, por extensión a algo canchero que es algo muy cool; o pucho que en quechua significa sobrante y para nosotros es cigarrillo.  U ojota que viene de  ushuta que eran sandalias de cuero que usaban los indígenas de Perú y Chile.

Parece que el lenguaje del fútbol necesita traducción al español. Nosotros tenemos arquero que defiende un arco, mientras que en España tienen portero  que defiende la portería.  Nunca vamos a oír a un comentarista deportivo referirse al balón, sino a la pelota. Ni hablar de los anglicismos que siempre conservamos y sobre los que no me extiendo porque mis conocimientos futboleros son muy elementales.

En Argentina del siglo pasado era fundamental en una buena educación estudiar francés y las mujeres, además, piano. La cultura francesa nos atrajo siempre y estamos plagados de galicismos. Se conservan las pronunciaciones. Nosotros tomamos champagne y pronunciamos “shampañ”, comemos “fondue” y pronunciamos “fondiú” porque no sale la ue con sonoridad francesa, pero lo intentamos. Y algo que se ha vivido en otra oportunidad es un fenómeno “dejà vu” que pronunciamos deshá vú. Tenemos garage donde guardar el auto. Y suena garash.

Nada se lleva al español, todo se mantiene en el idioma original. Nuestro cine solo se dobla para las películas infantiles, por lo que, el oído se acostumbra a escuchar el inglés, el francés, el italiano y hay términos que han quedado incorporados al idioma de los argentinos.

El italiano nos asaltó, no por admiración, sino porque los inmigrantes lo impusieron. Hablamos español pero con su acento y las clases menos cultas dejaron de hacer sonar, como ellos, las “s” finales, o algunas consonantes que para ese idioma latino es imposible pronunciar juntas, como óptica, óptimo, doctor. Muchas personas dicen ótica, ótimo, dotor.

A lo mejor algún compatriota lee este artículo, se entera de cosas que no sabía y exclama:

— ¡Mirá vos!

Que es algo como ¡No me digas! que quiere decir que se asombra pero que no le importa nada. @mundiario

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