Felicidad bulliciosa, felicidad consciente

Mujer haciendo ejercicio. / RRSS.
Mujer haciendo ejercicio. / RRSS.

Mens sana in corpore sano, era una máxima de la antigüedad, hoy en día más actual que nunca. El cuerpo debe moverse, a cualquier edad, aunque la calidad del movimiento no sea la misma.

Felicidad bulliciosa, felicidad consciente

Cierto que no es lo mismo moverse a los veinte que a los treinta, ni a los cincuenta que, a los ochenta, o incluso noventa, de llegar a esa edad.

El experto en medicina integral Andrew Weil en su vídeo Envejecer saludablemente ya daba unas pautas para hacerlo, allá por el año 2000, desde las nutricionales hasta las físicas, pasando por otras ayudas como la meditación y una correcta respiración. Él mismo hablaba en el vídeo de cómo se vio obligado a cambiar el “correr” por la natación, cuando sus rodillas comenzaron a protestar.

Yo no he sido una forofa del deporte hasta hace unos años. Siendo niña, las profesoras de gimnasia me dejaban por imposible, pues mi flexibilidad y coordinación dejaba mucho que desear y ellas se centraban en las alumnas que eran buenas y no les daban quebraderos de cabeza. Así que crecí creyendo que el deporte- todo el deporte, en general- era un rollo y que no era para mí.

Hoy, el deporte está de moda. Creo que más por un tema de postureo que porque sea bueno en sí; salvo los deportistas profesionales, que viven del deporte y entrenan para competir mejor, y las personas a quienes les gusta practicar deporte para sentirse bien (siguen la máxima corpore sano) si nos fijamos en las imágenes que envían las influencers y coaches que ofrecen sus servicios, unas abdominales potentes, formato tableta de chocolate, son las fotos que se deben sacar para obtener más likes. Nunca se ha hablado tanto del core (que no del cuore) como hoy.

Hace cosa de año y medio, leyendo sobre la respiración diafragmática, debido a que yo notaba que no respiraba bien, y que mi espalda gritaba en silencio de forma continua, a relampagueos dolorosos otras veces, decidí ir a un centro de pilates cercano, a ver si recibía un masaje en condiciones que me dejase, si no nueva, sí al menos potable para poder seguir escribiendo sin quejarme de la lumbar como si tuviese noventa años. Conecté con el masajista, que era también profesor de Pilates y me apunté a clases individuales. Y hasta hoy; cuando comencé con él era escéptica porque había tenido tres profesores de pilates y solo había conectado con el primero; la que vino en su lugar (eran clases de grupo, pequeñas) parecía la teniente O” Neill, y este tipo de ejercicios debe hacerse- entiendo- para conectar con el cuerpo. Genera una especie de felicidad pausada, consciente, te permite darte cuenta de tus límites físicos y te centra, ya que, por extraño que parezca no hay libertad sin conciencia de los propios límites.

Pero también hacía cierto tiempo que tenía el gusanillo de hacer algo más potente, pero complementario, algo como boxear. Tuve ocasión de probar “darle al saco” hace unos cuantos años con un entrenador personal- en aquella época valoraba el deporte más desde el postureo que desde el aspecto de su salud y sus efectos a largo plazo, pero la experiencia me dejó noqueada, en el buen sentido, por hacer una broma fácil, acorde con esta disciplina. Estaba estresada por mi trabajo y el simple hecho de dar al saco me dejaba agotada, pero bien. Así que cuando abrieron un centro de fitboxing cercano al domicilio de mi padre no lo dudé.

Este tipo de ejercicio genera una especie de felicidad exaltada, bulliciosa, además de buen rollo con los compañeros de clase.

Para aquellos que nunca hayan practicado uno u otro diré que el pilates es más exigente de lo que a simple vista pudiera parecer: se trabaja el core, -que en inglés significa centro- y la respiración, y ayuda a que las lumbares se mantengan firmes, pues un core fuerte crea una especie de malla de sostén. El hecho de que los movimientos sean lentos- conscientes- echa para atrás a muchas personas a practicarlo porque les aburre, pero la sensación de bienestar de conjunto en el momento de terminar la clase es impagable.

El boxeo en sus diversas modalidades también genera prejuicios: la que practico no es boxeo en sí, sino fitboxing, que combina ocho rounds (golpes de boxeo durante dos minutos coreografiados cada quince días) intercalados con ejercicios funcionales. Al boxear se cree (eso era lo que yo creía) que hay que darle al saco a tope, que la fuerza de los brazos y los puños es la única clave. Y, sin embargo, sin técnica, en este como en cualquier deporte puedes lesionarte.

Hay que tener las piernas ligeramente dobladas, una algo adelantada, izquierda o derecha según seas diestro o zurdo, los hombros relajados (justo al revés de lo que hacía cuando comencé) los puños cubriendo el rostro, regresar con el puño que no golpea a proteger tu cara, y un movimiento de la cadera acompasado. A mayor movilidad de cadera, mayor fuerza en el golpe, pues golpeas con todo el cuerpo. Los movimientos de “robot” no son tales, sino que forman parte de la técnica de esta disciplina, aunque desde fuera solo se perciba fuerza y rigidez. En esta disciplina como en todas, la técnica es fundamental.

Así que desde estas líneas quiero agradecer a Adolfo, mi profesor de pilates en el centro Impulso, y a Brookyln fitboxing, ambos en A Coruña.  

Al comenzar pilates, Adolfo tuvo que recordarme durante cierto tiempo la respiración “correcta” (llevar la respiración a la parte baja del vientre, e hincharlo, para luego contraerlo y volver a soltar el aire) y que llegara a conectar con mi core y con partes de mi cuerpo que ni siquiera “sabía” que existían.

Gracias también a Quique (con quien comencé en el centro de boxeo) a Clara, a Noe, Charly, y por supuesto, a Óscar, que es mi monitor más habitual y que es genial. Brooklyn fitboxing existe en toda España y en muchas ciudades extranjeras, y ha creado un interesante sistema por el que los golpes que das cuentan para donar a causas humanitarias, y además, si viajas a otra ciudad, puedes darle al saco si quieres en otro centro, pagando una pequeña cantidad. Gracias especiales a Borja, de Vigo, por prestarme sus guantes, y por su clase, tan entretenida, y su amabilidad.

El verano ya ha concluido y comienza el otoño, y quizás por ello las noticias del cuore, -que no del core,- sean más intensas que de costumbre. Hace un par de días, leyendo en La Voz de Galicia, Enredados, de Martín Bastos hablaba del “Ultimátum de Tamara Falcó a Onieva para que deje el piso que compartían”. Unas horas después las noticias de la revista ¡Hola! aún precisaban más: “Creo que todo pasa por algo y quiero pediros perdón, y agradeceros la labor de investigación que habéis hecho porque si no, no me hubiera enterado nunca”, decía la propia Tamara a los medios ante el beso en que Onieva fue pillado in fraganti con una joven. Los rumores sobre el carácter veleidoso de Onieva los acompañaron durante sus dos años de relación, hasta que ya no se sostuvo, al menos para ella: “Tengo la sensación de que cuando vi el segundo vídeo, ahí cambió todo…”.

Sus declaraciones sorprenden en el contexto en que las pronuncia, pues días antes hablaba sobre su compromiso- en el programa en que colabora con Pablo Motos, El Hormiguero- y comentaba emocionada la forma en que Onieva le había pedido matrimonio, tan romántica.

Y es que las relaciones pueden no funcionar. Tamara es una “pija” de manual, dicho por ella misma, no con estas palabras sino con la frescura que la caracteriza. Recientemente en un programa de Pablo Motos decía: “Me considero una persona pija y no por eso se me caen los anillos…”. Más adelante insistía: Sí, he dicho que soy muy pija, no me cabe la menor duda… “y, se reía, para seguir añadiendo: Hay imbéciles en todas partes, hay imbéciles que son muy pijos y otros que no lo son…”.

Quizás esa frescura fue la que hizo que el hechizo de amor durase tanto. Pero en el fondo, Tamara es un ser humano de carne y hueso, que en la adversidad personal es capaz de seguir siendo amable, lo que dice mucho de su temple, consiguiendo que su título nobiliario brille más que el real. Seguro que el tiempo todo lo pone en su sitio, y una persona más trasparente en su forma de actuar la encuentra o puede que ella misma sea más cautelosa al elegir de nuevo.

Porque no siempre estar en pareja es sinónimo de felicidad. Haciendo un paralelismo con los deportes comentados, la juventud es la felicidad bulliciosa, las promesas de amor eterno, la fascinación. La admiración al core de tu pareja, a sus músculos, a su rostro terso, las noches de pasión sin fin. Una felicidad que, a veces, noquea;  pero a medida que avanzas en la vida, prefieres la tranquilidad consciente, sin grandes sobresaltos, el amor maduro busca más el equilibrio; el estar bien, encontrarse cómodo sin hablar es una clara manifestación de amor. Hay momentos de fuegos artificiales, pero estos son más espaciados, no se necesitan grandes proyectos para querer seguir yendo de la mano.

Otra persona que no copa los titulares de la prensa rosa, pero a quien he dejado demasiado tiempo descansando es a Pedro Sánchez; en verano lo imaginaba tumbado en su toalla y con su sempiterna sonrisa en las arenas de Lanzarote, y es hora de regresar a viejos y sanos hábitos. Supongo que como jugador de baloncesto amateur Sánchez convendría conmigo en las bondades del deporte- espero que no con su voz de bueno- pero no es este el papel que le adjudicaré en mi próximo artículo. @mundiario

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