Del Eume al Ortegal: Cocina entre río y mar

Costa de Galicia. / P. B.
Costa de Galicia. / P. B.

El corazón y la cabeza se alían de una manera acompasada para disfrutar del sensorial viaje, en donde la gastronomía instala su sello de identidad.

Del Eume al Ortegal: Cocina entre río y mar

Tres días son perfectos para planificar una ruta obligada en nuestra geografía gallega, del Eume al Ortegal y viceversa, para admirar y disfrutar de un contraste constante de naturaleza, de verde y azul, en una sinfonía de paisaje única, con la complicidad de un viento colosal que movía las nubes a su antojo hasta convertirse en cómplice y banda sonora de nuestra visión del horizonte, de todos los horizontes que ofrece el milagro de nuestra tierra.

El corazón y la cabeza se alían de una manera acompasada para disfrutar del sensorial viaje, en donde la gastronomía volvería a instalar su sello de identidad para elevar a los altares los momentos del reposo y del almacenamiento de las fantásticas imágenes del día.

De Cedeira a San Andrés de Teixido

Desde Pontedeume  optamos por subir hacia San Andrés de Teixido por la costa, pasando por Ferrol, Valdoviño y haciendo parada en Cedeira para comer temprano y no demorarnos mucho. Optamos por el Mesón Kilovatio en pleno paseo de la desembocadura de la Ría, por su producto y por su privilegiada ubicación para disfrutar del mar de uno de los pueblos más bellos de la Costa, Cedeira. Cuando vas al Kilovatio ya sabes lo que te espera y nunca te defrauda por su autenticidad. Es la fórmula del éxito de un negocio de hostelería que no se complica. Se especializa en Marraxo (tiburón), Bonito, Calamares, etc. Platos fáciles de interpretar y riquísimos para el paladar. Además puedes optar por tapas, que son generosas y así estiras el alcance de la degustación. Nosotros pedimos 4 tapas para 3, Ensaladilla, Marraxo, Bonito en salsa y Raxo, estos tres servidos con patatas perfectamente cortadas y bien fritas.

San Andrés de Teixido. / P. B.

San Andrés de Teixido. / P. B.

A pesar de cierta incomodidad porque el local es pequeño, aunque también cuenta con terraza cubierta, la buena voluntad y rápida atención del servicio hizo la estancia agradable y satisfactoria. Es un referente ya en la zona. Aprovechamos el paseo para disfrutar de Cedeira y tomarnos el café en una terraza con vistas a la Ría antes de seguir hacia San Andrés de Teixido.

De la serenidad de la Ría vamos adivinando un paisaje de subida por la Sierra de A Capelada por grandes praderas, alternadas con bosques frondosos hacia zonas altas de monte bajo salpicadas de ganado, vacas y caballos que campan a su aire y miran al viajero con indiferencia y pasotismo. Nos detuvimos en el Mirador Chao do Monte, para contemplar San Andrés desde lo alto y disfrutar de su perspectiva, colgado en el paisaje acantilado, frente al mar.

Al llegar a la aldea de San Andrés de Teixido hicimos el recorrido de rigor, las calle principal, el Santuario y la visita a la fuente del Santo para cumplir la tradición y disfrutar de un entorno lleno de magia, en donde el tiempo se detiene para contemplar emocionado el horizonte.

Quisimos mantener la fidelidad al perfil del paisaje por la costa y nos dirigimos hacia el Cabo Ortegal, parando antes en la Garita de Herbeira, con un viento que ponía a prueba a los gigantes molinos eólicos y a nosotros nos exigía cierto esfuerzo para mantener el equilibrio. Las fotos desde este mirador son impresionantes y por si solas justifican el viaje para ver los acantilados con mayor cota sobre el nivel del mar de la Europa continental (613 metros).

Desde ahí fuimos descendiendo, combinando las vistas del Atlántico con la suavidad de la mirada hacia  la Ría de Ortigueira y la Villa de Cariño desde lo alto, en un abrazo inigualable con el paisaje. Llegamos al Cabo Ortegal con la emoción de contemplar la división y el fundido del Atlántico con el Mar Cantábrico a la derecha, teniendo por testigo a los islotes de Os Aguillóns.

Cariño y la ría de Ortigueira, el Ortegal en estado puro. / P. B.

Cariño y la ría de Ortigueira, el Ortegal en estado puro. / P. B.

Bajamos desde el faro hacia Cariño y de ahí pasando por Ortigueira hacia el fin del trayecto de ida, el último pueblo de la provincia de A Coruña, O Barqueiro, perteneciente al municipio de Mañón. La serenidad y quietud de su Ría se remansa en su pequeño y coqueto Puerto. Paramos para disfrutar de las vistas con la visión de la Costa de Lugo a lo lejos, Vicedo y Viveiro para estrenar el Cantábrico.

O Barqueiro

El regreso lo hicimos de un tirón, para intentar llegar de día a nuestro alojamiento, la  Casa do Castelo de Andrade en lo alto de Pontedeume. No conseguimos el objetivo porque las luces del conjunto arquitectónico de las Casas se encendieron para recibirnos y anunciar la noche, mientras se proyectaban sobre la piedra y el verde, camuflando su belleza entre sombras cómplices que invitan al sosiego, la paz y la reflexión serena.

Alberto, nuestro anfitrión, nos recibió con amabilidad, explicándonos los detalles de ese trozo de historia que se vislumbra desde la Casa, la Torre de los Andrade. Un apellido que se respira en el ambiente y se ilustra en la cantidad de documentos y libros que se reparten por las estancias y biblioteca.

En breve nos preparamos para acudir a una de las grandes citas gastronómicas del fin de semana, El Muiño do Vento, en Magalufe, a 20 minutos de la Casa, en el trayecto de la carretera nacional que une Cabañas (Pontedeume) con Ferrol.

Si ya has ido al Muiño do Vento, tienes claro uno de los platos que siempre quieres repetir, porque es único aquí, la seña de identidad de su cocina, me refiero a las Almejas a la plancha. Por encima de todo, Carlos y Van, los hermanos que pilotan el negocio que inauguraron sus padres hace 43 años, ofrecen una cocina honesta, con un producto de primerísima calidad, y sin estridencias. Nos dejamos aconsejar por Carlos y empezamos para compartir, con las famosas almejas y con un Salpicón de Bogavante, sin trampa ni cartón, con trozos de bogavante bien identificados y muy jugoso para el paladar. De las almejas, sin palabras, carnosas y con músculo, como si masticaras un trocito de mar.

Para el segundo, los tres comensales optamos por pescado, dos a la plancha, el Rodaballo y el San Martiño y yo por un Rape en salsa al estilo Cedeira,con una salsita marinera muy suave y con guisantes. Además del sabor, en las tres opciones que compartimos, destacaría el corte de las piezas del pescado, diferenciando las dimensiones entre las opciones de plancha y cocción. Lo contundente de los platos no nos permitió el obligado hueco para el postre, porque la pintaza de los que vimos desfilar era espectacular, pero como vamos a volver… Para regar la excelente cena optamos por un Predicador, un suave Rioja crianza de Bodegas Contador, todo una garantía de éxito.

Monasterio de Caaveiro, A Coruña. Pinterest

Monasterio de Caaveiro, en A Coruña. / Pinterest

Caaveiro

El día siguiente lo teníamos programado para disfrutar la mañana en las Fragas del Eume. Pero antes nos esperaba un despertar maravilloso y un desayuno completísimo y elegante en su presentación. Al zumo de naranja natural, recién exprimido le acompañaba un yogurt casero con sésamo, increíble de sabor; después una combinación de salados, jamón y quesos muy bien cortados, tostadas de pan con mantequilla y aceite, y galletas caseras, unas de naranja y otras de coco. y lo que fue muy importante para mi, la opción de la leche de soja o de avena para mezclar con el café. Todo servido en un salón comedor, superacogedor y con vistas al verde prado que rodea la casona principal.

La cita con las Fragas la fuimos adivinando adentrándonos por una carretera frondosa, siguiendo el cauce del río Eume, durante un tramo bajo y estrecho. Pasamos la aldea de Ombre y de ahí al primer puente colgante, pasando por el Centro de Información del visitante del Parque natural en donde recogimos el plano y en donde se encuentra el Restaurante Andarubel, la opción que teníamos marcada para comer más tarde. Aproyechamos el trayecto de ida para reservar la mesa. Pasamos el segundo puente y de ahí al tercero, el de A Figueira, desde donde iniciamos el trayecto de subida caminando hacia el Monasterio de Caaveiro.

El Monasterio de Caaveiro es una obra arquitectónica que data del año 934, construido escondido en medio de un paraje frondoso, sólo acompañado por el ruido del río, se eleva sobre un paisaje de robles, hayas y helechos. Es abandonado en el siglo XVIII y se vuelve a reconstruir hacia finales del XIX. Como restos más antiguos queda la iglesia del Siglo XII.  Su recorrido entre estancias y ventanales que vislumbran un horizonte de bosques espesos, invita a la reflexión y a pensar en los motivos de los que a lo largo de los siglos se retiraban a meditar entre estas paredes, aislados del resto de la civilización.

El descenso lo hicimos por una ruta mágica cerca del río, protegidos por una vegetación que apenas dejaba penetrar el sol de una mañana generosa de otoño. El recorrido fue el suficiente para abrirnos el apetito y sentarnos a disfrutar de la comida del Restaurante Andarubel. El menú que elegimos, sencillo pero protagonizado por la especialidad del local, las carnes. Optamos por compartir unos Berberechos a la plancha, frescos e intensos de sabor a mar, y después, de segundo, por platos de carne: Codillo, y la reina de la casa, la Ternera de Vaca Cachena, en forma de Chuleta, superjugosa y potente de sabor, y en Croca, también muy sabrosa, servida con pimientos y patatas. El restaurante es la mejor opción para comer en las Fragas del Eume, por su situación enfrente del río y por la calidad de su producto en gran relación calidad-precio. No hubo sitio para el postre y como la temperatura era muy agradable decidimos irnos a tomar el café a una terraza frente al mar

Y no pudimos elegir mejor opción para tomar ese café que cruzar el puente de Pontedeume para dirigirnos hacia la Ría de Ares/Mugardos y detenernos en un puerto con encanto, un lugar de cuento, que se convierte en un regalo de paz, en donde la Ría se transforma en estanque y las casas se reflejan en él como un espejo. Me refiero al Puerto de Redes, por algo, por su belleza, ha sido elegido escenario de series de televisión y largometrajes de cine.

De la banda sonora del Río Eume pasamos en minutos a recibir la brisa del mar de Redes. Dos escenarios  privilegiados, dos estampas de magia y belleza que representan como nadie la generosidad de nuestra tierra y el privilegio de pertenecer a ella, poder presumirla y admirarla para así protegerla mejor. Con esas sensaciones de satisfacción y agradecimiento volvimos a la Casa del Castillo de Andrade, descansamos un poco y nos cambiamos para hacer una visita por el casco histórico de Pontedeume y chatear antes de ir a cenar.

La caída de la noche  y la lluvia intensa rebotando sobre la piedra nos devolvió a la realidad del otoño, después de dos jornadas de tiempo benigno y despejado. Aún así pudimos dar un paseo y tomarnos un vino en el Bar de Lola, recomendada por nuestro amigo Raúl, en una de las tascas, sino la de más solera y encanto de la Villa.

Broche de oro

De ahí nos dirigimos al homenaje de la cena, para poner el broche perfecto al día. Porque acudir a una cita gastronómica en El Gaiteiro siempre es un lujo y una garantía de disfrute para los sentidos, aunque signifique repetir algunos conceptos y rituales clásicos. Por ejemplo, el empezar con un aperitivo en barra, con un Vermut, en esta ocasión una mezcla de una selección de italianos que cuida Suso en su bodega y que preparó a conciencia. Estaba exquisito, sobre todo a partir del segundo trago y de su maridaje con unas Anchoas de Santoña XL, espectaculares. Combinación perfecta y ganadora.

De la barra a la mesa. Elegimos un Ribera del Duero crianza,  Los Tres Dones, un tempranillo de Finca Valdemonjas, de Quintanilla de Arriba (Valladolid) para acompañar la excelente propuesta de Suso. Empezamos por unos Boletus Edulis, Foie y Ravioli de huevo con crema ligera de patata, sedosos en el paladar y profundos en el sabor, una combinación muy equilibrada. Seguimos con un Atún Rojo de Almadraba en fondo de verduras y puré de Mango. El atún en su punto y un corte fácil de la pieza muy bien coordinado con la cama de verduras y puré. Muy sabroso. Finalizamos con un plato de carne, una Presa de Cerdo Ibérico de Bellota de la casa Maldonado acompañado con Zanahorias glaseadas y unas Patatitas asadas. Sabor intenso de una carne muy bien sazonada y al punto en su corte, lo que facilitaba la ingesta con suavidad y lentitud.

Para hacer resbalar la excelente cena, Suso nos sirvió de postre un Sorbete de Cítricos y Granizado de Gin Tonic, que no pudo ser más oportuno para ayudarnos al proceso digestivo y redondear una velada perfecta que convierte a El Gaiteiro en uno de los secretos mejor guardados de la gastronomía gallega. Un templo en donde la selección y el trato sitúan al producto en los altares del paladar. Imprescindible volver.

Con ese final de día el buen descanso estaba asegurado, porque la paz, interrumpida por la lluvia, del clima que rodeaba la casa  provocaba que no tuvieras prisa por abandonarla. De ahí que el proceso de recogida y despedida del día siguiente fuese lento y parsimonioso y presidido por otro gran desayuno. En esta ocasión Alberto tuvo el detalle y la delicadeza de servírnoslo en la biblioteca pequeña, manteniendo nuestra intimidad y el mismo formato. Un momento agradable y delicioso para sellar una estancia perfecta con el convencimiento de haber acertado de pleno en la elección de la Casa de la Torre de Andrade para disfrutar de un fin de semana inolvidable. @mundiario

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