Empanada, pizza, ¿hay algo mejor...?

Tuit de Pedro Sánchez sobre una pizza. Verne
Tuit de Pedro Sánchez sobre una pizza. / Verne

Si la empanada de zamburiñas es un manjar gallego, la pizza es el manjar italiano por excelencia, amado en todo globo. Pero hay algo mejor. Y si no, que se lo pregunten a Pedro Sánchez...

Empanada, pizza, ¿hay algo mejor...?

Hacía cierto tiempo que Sánchez había abandonado el reparto de las empanadas.

-Cariño, ¿no vas a salir a trabajar?- le preguntó su esposa.

-No, creo que hoy me quedaré en casa. Acabo de comprar el pack de Spiderman y deseo ver las tres películas seguidas.

La esposa de Sánchez salió de Moncloa. Cuando su marido se ponía en plan "tontorrón", no había nada que hacer.

Mientras tanto, Sánchez seguía nostálgico y nada mejor que una buena película; una con solera, para disfrutar de la vida. Ese día, sus hijas habían ido de excursión y no regresarían hasta el día siguiente. Para que su plan fuera completo decidió comprarse una pizza. Sánchez echó un ojo a su alrededor. No había moros en la costa que viesen qué iba a hacer.

Con paso decidido, Sánchez se dirigió a la habitación de su hija mayor. ¿Dónde podría estar? Le daba algo de vergüenza, pero se sabía solo y… ¡tan disfrutón! El corazón de Sánchez latía fuertemente. Sí, él también tenía su corazoncito. Ah, ¡allí estaba! Lo cogió y se lo llevó al salón.

Estaba introduciendo el DVD de la primera parte de Spiderman dirigida por Sam Raimi, cuando timbraron en la puerta. Era el pizzero. Sánchez no podía evitar ponerse melancólico al ver a aquel pizzero mientras le entregaba la caja de cartón con la pizza humeante, y no pudo evitar ponerle su pertinaz sonrisa, ante lo cual tuvo que escuchar una voz displicente:

-Oiga, ¿va a querer pagarme o se va a quedar ahí congelado, con su sonrisa pertinaz?

Sánchez se sobresaltó. Ahora el proletariado era muy culto, tan culto que conocía todo tipo de vocablos.

-Ya te pago, es que estaba recordando viejos tiempos.

Cuando el repartidor se iba, Sánchez le dijo:

- Disfruta de tu condición de repartidor de pizzas, hijo. Aunque nunca tendrás la suerte de repartir empanadas de zamburiñas.- añadió Sánchez, ahora más para sí mismo.

El repartidor se fue de allí con la sensación de que aquel hombre tenía una buena empanada mental, y Sánchez cerró la puerta meneando la cabeza, comprensivo. No todo el mundo podía captar la altura moral y cívica de sus razonamientos.

Acompañando la pizza de un buen vino de La Rioja que había cogido de la bodega un par de días atrás, Sánchez comenzaba a pensar que en la confección de la pizza se habían pasado con el ajo. Por suerte nadie sabía lo que estaba haciendo. La película estaba genial, era de un ritmo trepidante.  Aquel actor, Tobey Maguire, resultaba creíble.

Entre el vinito de la Rioja, y la mitad de la pizza fermentando en su estómago, Sánchez decidió tumbarse en el sofá- Era un sofá muy amplio y largo, dado que él medía más de un metro noventa centímetros. Tenía una figura fabulosa, eso estaba claro- Cogió lo que había sacado de la habitación de su hija, y se relajó en la mullida cama improvisada.

Duerme… decía el duende verde, el contrincante de Spiderman en la primera parte.

Y eso fue lo que hizo Sánchez. Durmió y durmió. De vez en cuando musitaba pequeños grititos de contento. Sin embargo, un grito estrepitoso le despertó.

-¡Pedro! ¿Qué significa esto?

Sánchez tardó casi un minuto en reaccionar. La mirada de su mujer estaba allí mismo, sondeándole y no parecía admitir más tardanza en la respuesta.

Sánchez echó un ojo a su alrededor y dijo:

-Esto es… son los restos de una pizza. Con demasiado ajo, para mi gusto, de hecho…

- Deja de irte por las ramas. ¿Y eso?

- ¿Eso?

-ESO… ESO.

Sánchez observó el dedo acusador de su mujer, indicando el objeto que tenía bajo el brazo y había sacado de la habitación de su hija.

-¿Cómo has podido, Pedro?

Pedro bajó la cabeza, avergonzado.

-Ya lo estás llevando de nuevo a su habitación. Mañana regresará de su excursión y…

-Es que me gusta mucho, cariño. -intentó disculparse Pedro.

-No se hable más.

Esa noche, Sánchez hizo una pequeña triquiñuela a su mujer. Se dirigió al baño y guardó el objeto en su propio armario. Su mujer nunca lo abriría., se trataba de su armario de baño privado. Sánchez se acostó y esperó a que ella hiciera lo propio. Cuando vio que se había dormido, regresó al baño, cogió el objeto y lo apoyó en el suelo del dormitorio, en su lado de la cama. Sentir su suavidad le reconfortaba y consiguió volver a dormir.

Pero a la mañana siguiente sus planes se desbarataron. Sus hijas habían regresado más pronto de lo previsto y no había forma de entrra en la habitación de ninguna de ellas sin que resultase sospechoso para sus mentes, ya sagaces. Así que se vio obligado a meter aquel objeto en el maletín, junto a la visera que le habían regalado en Deliveroo, por su buen hacer. Cerró su maletín y se dirigió al Congreso de los Diputados. Los leones de piedra seguían allí, regios, al igual que su propia presencia. Hoy había sesión de control en el Congreso y Sánchez se sentía seguro, sobre todo por el objeto que había en su maletín.

Pero ahora le estaban atacando. Su habitual verborrea parecía haberse tomado vacaciones. ¿Qué hacer? Jugueteando con su maletín, la solución se la proporcionó su cerradura. Debía abrir el maletín. Y sí, lo iba a hacer, en ese mismo instante.

Viendo aquellos dos objetos tan distintos, pero tan simbólicos… Acarició su visera, el recuerdo de su maravilloso pasado, de sacrificio por su país siendo “rider” de bicicleta, contaminando lo justo, acorde con su concepción de no contaminar. Y el otro objeto. Lo acarició y sintió de nuevo la seguridad de su suave tacto. Por eso se levantó y dijo:

“La diferencia entre nosotros es que ustedes mandaban piolines y con nosotros juega la selección española [de fútbol] en Cataluña sin ningún tipo de problema o de polémica”

El revuelo que se formó fue considerable, pero cuando Sánchez regresó a casa tuvo que dar otro tipo de explicaciones. Ya no a su mujer, sino a su hija.

-Papá, ¿por qué lo hiciste?

Sánchez bajó la cabeza, avergonzado, ahora más que la noche anterior. Le dolía haber hecho daño a su niña.

-Lo siento, hija.

-No quiero palabras, sino hechos. Dámelo. - ordenó su hija.

-Lo tengo en el maletín.

-Por eso. - repitió su hija.

-Es que tengo que abrirlo. - insistió Sánchez.

-Abrirlo y dármelo- razonó de nuevo su primogénita.

Con un gesto de desgana, Sánchez abrió el maletín y entregó a su hija un objeto peludo de color amarillo canario.

-¡Mi viejo piolín!- exclamó la niña.

Sánchez miró tristemente a su hija porque era ella quien ahora disfrutaba de aquel peluche; pasados cinco minutos Sánchez volvió a su habitual jovialidad. Al menos en el Congreso había estado muy ingenioso. Y debía ser maduro. Era lo que correspondía a un Presidente de Gobierno.

En El País de 18 de mayo de 2022, una noticia titulada "La alusión de Sánchez a los piolines en Cataluña irrita a los sindicatos policiales y a la derecha" trataba uno de los temas políticos de esa semana. El periodista de esa noticia, Óscar López- Fonseca, decía:

“El portavoz del sindicato (Unificado de Policía), Carlos Morales, ha pedido a Sánchez que aclare de una vez si con el término piolines 'se refería a la policía o a los barcos'”.

“El Gobierno de Mariano Rajoy gastó 87 millones de euros en el despliegue policial en Cataluña para hacer frente al referéndum de octubre 2017, según detalló en el Senado en enero del año siguiente el entonces ministro Zoido. De esa cantidad, la mayor parte, 26,6 millones, se destinaron al alquiler, mantenimiento y manutención de los tres barcos tipo crucero ―el Azurra, el Rhapsody y el Moby Dada, conocido este último como El Piolín por el dibujo de su casco―, sus tripulaciones y ocupantes durante los casi dos meses que duró el despliegue.”

El comentario de Pedro Sánchez en el Congreso no añade nada nuevo a las muchas cosas que dice. Quizás alguna de ellas se la inspire algún tierno peluche. @mundiario 

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