No al turismo que se cisca en la dignidad y a sus colaboradores

Una imagen del turismo de borrachera.
Una imagen del turismo de borrachera.

¿Consentirían las autoridades de los países de origen los excesos en que incurren en España algunos energúmenos?

No al turismo que se cisca en la dignidad y a sus colaboradores

No soy amigo de los extranjerismos, pero permítanme la licencia, como excepción. Vivimos en una sociedad caracterizada por el “low cost” en el comercio, transporte, vestido, comida, diversión y turismo, entre otros muchos aspectos del vivir diario.

Está de moda el turismo “low cost” de desenfreno, para individuos de baja estofa, mediocres y groseros, que vienen a ciscarse en los españoles  en nuestras costumbres y en nuestra ley, ante la pasividad de quienes tienen la obligación de mantener el orden, el respeto, la limpieza y la convivencia que estos energúmenos se saltan a la torera con escarnio y mofa. Un paréntesis: los fines de semana muchos jóvenes españoles, se parecen bastante a estos guiris, con su  griterío, destrozos, defecaciones, peleas, borracheras, suciedad en las calles,...

Sigamos. Pasean medio en cueros, exhiben sin pudor su retambufa y otras vergüenzas, alardean de  beber sin control, vomitan sus excesos en cualquier lugar, mantienen peleas barriobajeras, gritan y practican el estúpido “balconing”. Una pulsera adquirida por 50 o 60 euros les otorga el derecho a beber  sin límite, con la colaboración necesaria de “empresarios de la noche”, voraces y sin escrúpulos.

Bienvenido sea el turismo, fuente de riqueza fundamental para España, que nos permite mostrar nuestra cultura, tradiciones, costumbres, arte, gastronomía, paisaje, y ofrecer a los visitantes un clima diverso, a elección. Pero no se puede consentir la falta de respeto que suponen estos excesos desvergonzados, cada vez más habituales, porque atentan contra la ley, el buen gusto y la paz de los españoles y visitantes pacíficos.

Naturalmente, la solución no puede venir de la mano que apedrea los autobuses de turistas, pone pegatinas disuasorias en los coches de alquiler o intimida con pintadas.  La solución estriba en exigir el cumplimiento de las normas de convivencia, tanto a los energúmenos como a algunos desaprensivos empresarios de la noche, ávidos de hacer dinero sin reparar ni en medios ni en consecuencias, con la  permisividad tácita y  cómplice de las autoridades que  hacen dejación de sus obligaciones.

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