Celebración de la felicidad

Vicky Rego en familia.
Vicky Rego en familia.
La autora dialoga sobre la felicidad en tiempos de pandemia.
Celebración de la felicidad

Noche. Luna llena en el jardín de Vicky Rego.

— Me gustó lo de anoche.

— ¿Perdón?

— Soy Oger Ykvic.

— Mmm. ¿Como Tarrés? Woww, mi contracara.

— Sí, la que usa tu calzetín izquierdo en el derecho.

— Ok, bienvenida a mi celebración.

— ¿Qué celebrás?

— La vida.

— ¿Caiga quien caiga?

— Sí. Empezó hace tiempo. Lo de ayer fue alegría, pero la verdadera felicidad viene del pasado.

— Explicame, ¿viste que yo soy elemental?

— La felicidad se constituye con la edad, con la repetición de los placeres, con la reproducción de la voluptuosidad. Yo anoche estuve en mi plenitud.  

—  Muy pascaliano lo tuyo, te escuché gritar cuando leías a Quignard. Deberías aprender a contener un poco tus demostraciones íntimas.

— Irreprimibles,  como todos los goces.  Es a fuerza de la repetición de los placeres, de su acumulación, lo que hace posible la explosión de disfrutar.

— Lo que querés decir es que ¿si no hay felicidad en lo anterior, no hay alegría en el hoy?

— Sí, sí, pero hay que poner todo en la lista. Tiene que ser heterogénea. Imprescindible que en el pasado hayan existido las situaciones más horribles, las conductas imperdonables. Un buen cocktail de lo vivido. Valentía para vivir. Anoche  fue la prueba: explotó el universo. Te agradezco tu presencia.

— Pará con expresiones emotivas, sabés que me asfixian. Casi me voy cuando apareció la torta y empezaron a cantar feliz cumpleaños. No sé por qué permitiste eso, habíamos quedado en que se iba a hacer todo lo que nos diera la gana.

— Yo hice lo que se me cantó. Y entre tanto descontrol, apareció una torta, con una vela y mucho amor…

— Y dale. Eso es lo que me corta la respiración. Te diste cuenta de que no participé.

— No te hagas la boluda, me filtraste un deseo oscuro entre los dos míos.

— Para compensar. Sin mí serías la setentona más cursi del universo.

— Y vos sin mí, un bajón.  Ya lo dijo Serrat:

yo no soy nada sin él

No me cabe en la piel

Y saca mi animal

De parranda con él

Le basta con que el sol

Reparta fuego y luz

Y Dios nos dé salud

Para poder beber

Y al amanecer con unas copas de más

Abomine de mí

Y me niegue donde va

Pero cuando él no está

Se atraganta el licor

Los amigos se van

Y no me quiere mi amor.

Vicky Rego

—Anoche mi alegría no se pudo guardar. Cuando estoy exultante, como esta semana de cumpleaños, hasta la generosidad me sobrepasa. Me realimenta.

— Te vi, no te alcanzaba el tiempo para socorrer a todo el mundo, que a nadie le faltara nada, porque claro, si no, ibas a celebrar con culpa. Conmigo no necesitás psicólogo. Te conozco tanto que a veces me das vergüenza.

— ¿Frente a quién?

— No sé, en estos años se ha muerto mucha gente, la depresión no es solo económica, se respira angustia por todos lados, enfermedad. Nunca vi tantos enfermos de cáncer, tantos atacados por el pánico, fobia a salir, a tocarse, a reunirse. Y vos organizando la fiesta de tu vida, vistiéndote como para tu coronación, inexplicable.

— Vos sos la culposa.

— Yo no me hago cargo de nadie, pero eso de festejar entre los muertos. Es infantil. No es lo mío.

— Decís infantil como juicio negativo, yo lo vivo como una virtud.

— Ya sé cómo lo vivis, prefiero divertirme de otra manera.

— Estabas un poco borracha anoche, te reías de maldades, pero te quedaba bien. Espero que los músicos no pensaran que te reías de ellos.

— Esos dos fueron lo mejor de la noche.

— Al fin de acuerdo. ¿Vos sos feliz?

— No entiendo el concepto de felicidad.

— Es una búsqueda. Se espera siempre un futuro de vida dichosa.

— Eso frustra, porque nunca parece suficiente.

— No entendés. Surge. De haber tenido la experiencia de esa vida y tenerla en la memoria, donde no había hambre ni sed, ni espera. Ahí se guardó, y estalló anoche.

— Yo la pasé bomba. Me emborraché, bailé hasta el amanecer, ecuché a los Sunnymondays cantar música de los ochenta, setenta y cincuenta, y no me detuve en ningún análisis.

— El instante ebrio es lo mejor. Titubea. Y se deja llevar.

— También puede desencadenar en cosas terribles.

— Nada es terrible si es intenso.

— Vos porque la pasaste bárbaro. Te podés morir mañana y estás hecha. Pero hay otros que celebran y desencadenan un tsunami.

— Sos muy cinematográfica. Ya sé dónde me estás llevando.

— Obvio, a “La celebración”, la gran película de Thomas Vinterberg de fines de los noventa. Estalló todo cuando se les ocurrió festejar los sesenta del patriarca de la familia. Acababa de suicidarse una hija y su hermano gemelo, en medio de la reunión hace responsable al cumpleañero del suceso. No conforme con eso, lo acusa de haber abusado de ella y de sus hermanos. Los daneses como si nada. No hubo Sunnymondays, ni una ebria setentona que bailara hasta el amanecer.

— Te lo digo, para celebrar la alegría hay que tener memoria del origen. Y a mí nadie me para.

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