Acenocumarol o Sintrom

Sintrom. Facebook
Sintrom. / Facebook

De las primeras cosas que me aturullaron en mis primeros tiempos por este país, fue el observar que todavía seguía siendo prescrito y en cantidades colosales.  

No es precisamente tema sobre el que me divierta escribir.

Pero una palabra dada, debe ser una palabra cumplida. Aquí y en el octavo cielo –de haberlo, que lo desconozco-.

Salvo que considere un tema como prioritario al conocimiento general –por las repercusiones que pudieran ocurrirle al personal, que me hayan sucedido a mí y, por tanto, evitárselas en lo posible–. No suelo escribir sobre asuntos que, por más en boga que estén, no me diviertan.

Así, por ejemplo, no me divierte escribir sobre el malamente llamado por todos como rey emérito–y eso que ha estado en primeras portadas hasta su despegue de vuelta a sus actuales aposentos-; su acoplamiento paulatino en una Tierra en que reinó, pero no nació, si hago caso escrupuloso de lo que oigo y veo en los diferentes medios comunicativos, me asquean tanto sus gestos faciales, sus arrogantes frases disfrazadas de simuladas sonrisas en respuesta a –por qué no decirlo– a preguntas estúpidas de la mayoría de reporteros («¿contento de volver a España?...»; ¿volverá pronto?… ¿Qué tal con su hijo?...», y necedades por el estilo que dañan la mínima sensibilidad que pueda tener el televidente, oyente o lector).

Más o menos como cuando le preguntan a un jugador si está contento de haber marcado el gol de la victoria de su equipo: “en realidad nada, ni fu ni fa, yo disparé a la grada, pero le di a la remanguillé” (no he oído jamás tal respuesta, mire usted). Tampoco de si el ‘malage’ de Putin tiene o no cáncer tiroideo y está más mofletudo a causa de la ingesta de corticosteroides.

Por no divertirme, no me divierte ni que el Real Madrid haya ganado su decimocuarta copa de Europa. Ya me hizo la pascua cuando ganó la liga y me costó dios y ayuda conseguir que un taxi me llevara a mi hotel desde el aeropuerto madrileño porque estaba cortado todo Madrid.

No obstante, y como escribí, «palabra dada es palabra cumplida».

Y ya di el tostón con el Sintrom de las narices (escribo Sintrom, en su nombre comercial porque es el más conocido, pero no me agrada).

Acenocumarol en España

Mi artículo para The New England Journal of Medicine (NEJM) lo he titulado (está aprobado por la revista, lo que no sé todavía es si lo aprobaré yo): «Misuse of the drug Acenocoumarol in a population of 250 inhabitants with non-valvular atrial fibrillation assessed in a region of southwestern Spain.»

Y de eso va la cosa. Pero en inglés.

De las primeras cosas que me aturullaron en mis primeros tiempos por este país, fue el observar que todavía seguía siendo prescrito y en cantidades colosales. En EE UU se usaba un fármaco muy similar llamado Warfarina. Pero ha tiempo que ya no.

En el Abstract (Resumen, vaya) dejo escrito lo siguiente, traducido al castellano, que de escribirlo literalmente, me podrían llover hostias benditas de parte de los lectores que tengan a bien. Que si tales hostias se juntan con las que podrían caerme, de colegas españoles que crean estar en posesión de toda verdad presente y futura, no se me va a ver de la cordillera de hostias benditas y malditas que pueden caerme. Y tampoco quiero eso... tampoco.

He ahí el resumen, traducido, en cursiva, en 10 pts. y que cada cual saque sus propias conclusiones (las nuestras están avaladas bibliográfica y estadísticamente, conste):

«España es uno de los pocos países de Europa que sigue recetando Acenocumarol, similar a la warfarina. Tanto es así que a los médicos de atención primaria no se les permite prescribir otros anticoagulantes más eficaces y menos molestos para el paciente a la hora de realizar la prueba digital del INR. El estudio se realizó en un sistema de salud de atención primaria y en hospitales de categoría secundaria. Nos situamos en una población de aproximadamente 250 habitantes del sureste español (El número de pacientes a tratar es suficiente) con fibrilación auricular no valvular y tomadores de acenocumarol. El tiempo de seguimiento fue de 12 meses.

El estudio estadístico se limitó a un estudio "observacional/descriptivo", teniendo en cuenta las variaciones y labilidad del valor del INR (International Normalized Ratio), cuyas cifras universalmente consideradas -independientemente del tipo de patología cardiovascular- se han propuesto entre 2-3, en un plazo máximo de una determinación cada 28 días, independientemente de las cifras obtenidas respecto a las anteriores. Dado que la gran mayoría de la ingesta de Acenocumarol se produce en pacientes de edad avanzada -mayores de 65 años- y que estos individuos suelen estar sometidos a un régimen de polimedicación, los medicamentos que toma cada uno de ellos fueron un motivo fundamental para la evaluación.

Como conclusiones fundamentales en este estudio clínico, debemos decir que:

El punto final en el tiempo entre la determinación del INR y la última ingesta de alimentos y medicamentos no está siendo correcto; tienden a ser determinaciones del INR anárquicas y cuando es más conveniente; la investigación respecto a los medicamentos tomados concomitantemente con el Acenocumarol prácticamente no existe.»

Y que cada cual aguante su vela, e ilumine, o la apague.

Pero que no la tome con este seguro servidor, que es más bueno que el pan; que ni rechista cuando le regañan, bajando la cabeza, con mirada fija en el suelo más cochino, afirmando todas las connotaciones del agraviado, en un puro decir “lleva usted razón... lleva usted razón”. Como así es mi natural costumbre y tradición.

Y si el agraviado fuera ese llamado ‘urgenciologo’, cuyo nombre ni recuerdo ni quiero recordar, que sale en un montón de programas televisivos y en revistas del corazón; que más que de urgencias – que también... mucho, mucho -, sabe hasta lo indecible de enfermedades transmisibles (ahora se ha puesto a sentar cátedras sobre “la viruela del mono” o algo así, previamente nos libró de todos los males de la covid) , si es ese el agraviado, ya puedo darme por fenecido y desprestigiado a tutiplén y por todos los sitios, internos y exteriores (tengo unas ganas de enfrentarme a él en un cara a cara benéfico y pacífico que, para qué contar).

Yo creo que, con decir que los tomadores de Sintrom deben tener muy en cuenta las horas entre ingesta nocturna y la determinación de INR mañanera con pinchazo e dedo; si es que toman o no inhibidores de la bomba de protones (Omeprazol, me caguen la mar, otra vez nombre comercial) o algunas Estatinas (o sea, medicamentos contra el Colesterol y sus adláteres), basta y sobra para terminar éste artículo. ¿Verdad?

P.S.- Tampoco quiero que me llamen por teléfono cada dos por tres, preguntándome acerca del tema. Que tengo mucha experiencia sobre ello. El Südeck y la Fibromiágia casi destruyen mi natural serenidad y sosiego.

¡Nada de teléfonos ni correos electrónicos! ¿De acuerdo mis amados lectores y lectoras?

Gracias por anticipado, se despide atentamente con la palabra cumplida el abajo firmante. @mundiario

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