El tercer hombre: Poesía en el exilio

María Zambrano. / Galería Gutenberg.
María Zambrano. / Galería Gutenberg.
El tiempo que transcurre lejos de lo suyo es el vivir y pensar hasta que las propias circunstancias de la soledad de la derrota en María Zambrano es su exilio.
El tercer hombre: Poesía en el exilio

La poesía unida a la realidad es la historia.

Pero no es preciso decirlo así, no debiera serlo,

Porque la realidad es poesía y, al mismo tiempo, historia.

María Zambrano

Curioseaba por Internet buscando datos referente a mi admirada filósofa y su mundo de la poesía y el exilio, María Zambrano, cuando como un venero infectado que recorre Europa, en especial, no España, apareció la explosiva noticia de que el canciller austriaco Sebastián kurz había dimitido acusado de corrupción por Hacienda.

Inevitablemente recuerdo la magistral película de El tercer hombre, con guion de Graham Grane, Joseph Cotte, Orson Welles y Alida Calli, que se salen de la pantalla y me llevan sin más a la esfera altisonante del Partido Popular y un presidente en su pedestal de pavesa, carambola del azar, que representan  destacados políticos de la lista de colegas dignos de ejemplo para que el líder del PP logre alcanzar la ansiada presidencia del Gobierno de España. Ánimo señor Casado, partiendo de lo de a las tres va la vencida. Aznar le puede echar una mano con el que fue director presidente de Telefónica, su íntimo amigo, a completar el trio de nombres representativos en la sociedad. La presidenta Ayuso come aparte.

Razón del exilio

Y tras este variado recorrido con la razón por delante, retorno a María Zambrano, no es una comparación competitiva, ella se vale por sí misma incluso enfrentándose dialécticamente a su maestro Ortega y Gasset. Todo  delirio y destino. Le debemos rico magisterio, predicar la cultura en España, muestra “¿hasta cuándo se va a jugar a este juego de trileros ocultando la bolita de Bildu y la morada? ¿Hasta cuándo revestirse de falsa moderación?”.                    

Doy la razón del exilio. Señala en el prólogo Francisco José Martín que “es una de esas experiencias radicales cuyo cabal entendimiento exige volver los ojos hacia la negatividad de lo real, hacia la tragedia siempre ensombrecida del suceso que es lo que no sucede. No es “sólo, desde luego, el suceso de una vida lejos de la patria”. Siendo el tiempo que transcurre lejos de lo suyo, su vivir y pensar hasta que las propias circunstancias que la soledad de la derrota en María Zambrano es su exilio.

Llegar a entender con claridad que no concibe la vida como una filosofía que al pasar el tiempo de la lejanía de su espacio vivido, la de la soledad de la quimera sino a su vida sin el exilio vivido. Es justo entender su obra como una filosofía del exilio, y no sólo imponerla hasta crearse un espacio propio lejos de la nostalgia y la espera del regreso, frente al abismo vacío que rechaza la España acomodada a las circunstancias.

La suya es una vida y una obra que da vueltas alrededor de un único centro: ese centro es la Guerra Civil y las vueltas y revueltas son el camino en constante y para calmar la sed combatirla con el venero de la lucha consiente como señaló su maestro Ortega y Gasset, “que el problema de España había que inscribirlo en lo que él llamó entonces el problema de Europa y nosotros hoy llamamos crisis  de la modernidad”.

Creo que se trata de algo que merece la pena ser ofrecido al lector sin ambigüedad de ninguna clase. “Nos ha tocado a nosotros, los vivientes de hoy, pero todavía más a los que atravesamos la difícil edad que pasa de la juventud y no alcanza la madurez, soportar este derrumbamiento. “Soportar porque es el mínimo exigible y no me atrevo a expresar afirmativamente lo que late en el fondo de cada uno de nosotros” Con certera predicado en sus criterios de La poesía como pregón de la realidad”.

Y el lector puede preguntarse qué relación debe tener El tercer hombre en aquella viena en ruinas y corrompida y la exquisita literaria y pensadora María Zambrano, pues la comparación contra esto y aquello, en una democracia, que cargada de historia y cultura se siente amenazada a cualquier hora por la nostalgia del neoconservadurismo a ultranza, los senderos plantados y las montañas nevadas contempladas cara al sol. @mundiario

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