Sin liderazgo, con mayúsculas, no saldremos de esta

Está en juego la propia convivencia democrática, lo cual exige mejorar la calidad de la política, con personas muy preparadas. / Prólogo del libro Cómo salir de esta (II), de Mundiediciones
Un nuevo siglo con muchas complicaciones y adversidades plantea retos de gran envergadura por delante, que no son solo económicos, sino también de carácter social y sociológico. Está en juego la propia convivencia democrática, lo cual exige mejorar la calidad de la política, con personas muy preparadas. Hacen falta buenas personas pensantes. También en España, como sugiere el libro ‘Cómo salir de esta (II)’.
“Un buen político siempre tiene dudas y, por tanto, revisa permanentemente sus respuestas”.
Angela Merkel.
No hemos entrado en el siglo XXI con buen pie. Solo basta recordar:
Primero, el atentado terrorista del 9 de septiembre de 2001, del que se acaban de cumplir veinte años, con consecuencias que nos acompañan hasta hoy: ataques de terror islamista a escala mundial, desastres geopolíticos en Irak y Afganistán, un rearmamento nuclear desenfadado y un proceso de migraciones incontrolado, etcétera.
Segundo, la crisis financiera, provocada por la quiebra de Lehman Brothers el 15 de septiembre de 2008, y sus repercusiones internacionales: un endeudamiento público descontrolado, acompañado de desequilibrios estructurales, desigualdades sociales y deterioro de las instituciones. España fue de los países que más sufrió durante los años posteriores, lo que llevó a José Luis Gómez, fundador y editor del grupo mediático Mundiario, a escribir ‘Cómo salir de esta’ en 2013. Me encargó el prólogo, al que le di el título ‘Sin las 5 Cs no saldremos de la crisis: Credibilidad, Conocimiento, Competitividad, Consensos y Confianza’.
Tercero, la pandemia de la covid-19, que fue reportada por primera vez el 7 de enero de 2020 por el Centro de Control de Enfermedades de China, causando 4,5 millones de fallecimientos y generando una crisis económica sin precedentes, con la peor caída del PIB europeo desde la Segunda Guerra Mundial: Nuevamente, con España como uno de los países más afectados por la pandemia, lo que ha animado a José Luis Gómez, esta vez al alimón con María Cadaval, profesora de Economía Aplicada y directora de la Cátedra Iberoamericana de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), a escribir el libro ‘Cómo salir de esta (II)’. Me conceden los autores el honor de redactar un nuevo prólogo. Lo he titulado ‘Sin liderazgo con mayúsculas no saldremos de esta’.
Retos de gran envergadura por delante
Si los primeros veinte años del siglo XXI han sido enormemente disruptivos. ¿qué decir de los años venideros, con retos de gran envergadura por delante de nosotros?
Ahí está la incontrolable velocidad de los cambios tecnológicos que estamos viviendo. Solo hay que recordar que el primer iPhone data del 29 de junio de 2007 y que, según la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, la digitalización es una de las tareas más urgentes que debe afrontar la Unión Europea. Este reto genera mucho miedo “a perder el empleo, a quedarse atrás en una redistribución de la renta y la riqueza siempre más desigual, a perder el control de las circunstancias y rutinas de la vida; miedo a la globalización, pero no solo a que no podamos definir nuestras vidas, también a que aquellos a los que hemos cedido la autoridad de que nos gobiernen hayan perdido el control a favor de fuerzas que están más allá de su acción política”, como analizaba a principios de septiembre –con tino– el periodista Joaquín Estefanía en el diario El País.
Hemos entrado en una era de inseguridad y temor, de la cual se aprovechan los populismos, y muy especialmente la extrema derecha, para poner en duda todos los elementos del modelo de convivencia que creíamos asentados después de la Segunda Guerra Mundial: la democracia en libertad, el Imperio de la Ley, la economía social de mercado, la globalización y un largo etcétera de valores compartidos en Europa.
El cambio climático
Ahí están también los retos del cambio climático. Movimientos como ‘Friday for Future’ iniciado por la joven sueca Greta Thunberg, posicionamientos como el de la canciller Angela Merkel en París 2015, advirtiendo de que está en peligro “la base de la vida de las generaciones que nos sucederán” y de que “sabemos que debemos actuar hoy”, y programas ambiciosos por parte de algunos gobiernos para reducir las emisiones de dióxido de carbono no han sido suficientes para frenar las catástrofes naturales que azotan al mundo, desde inundaciones desastrosas hasta incendios de la sexta generación.
Según la ciencia y el conocimiento, no hay tiempo que perder. No obstante, a la política le sigue costando solventar los conflictos de interés entre crecimiento económico y medio ambiente, energías convencionales y renovables, empleo y salud.
Cambios sociológicos
Además, ahí están los cambios sociológicos galopantes. El semanario alemán Der Spiegel formulaba hace poco la siguiente pregunta: “¿Vamos hacia una nueva Inquisición, como advierten algunos críticos, o estamos avanzando hacia una sociedad más justa y equitativa?” Según el profesor alemán Stefan Mau, “venimos de una sociedad industrial, en la que dominaban la raza blanca, las normas claras, así como el sentimiento nacional. Y vamos hacia un modelo de sociedad heterogéneo, postindustrial, global en la que muchos grupos de presión alzan por primera vez su voz”.
Para el también profesor alemán de origen sirio Aladin El-Mafaalani, “cuanto más justa es una sociedad, con más virulencia discute sobre justicia… Siempre más grupos ocupan hoy en día un asiento alrededor de la mesa para tratar temas de actualidad y presentan sus reivindicaciones, lo que descoloca a los que hasta ahora llevaban la voz cantante… Los menos discriminados defiendes sus privilegios, los más sus derechos”.
La convivencia democrática
Ideas y posicionamientos radicales, combinadas con presiones de todo tipo y luchas de poder, multiplicadas en la redes sociales y globales, complicarán siempre más nuestra convivencia democrática, basada en el diálogo y los compromisos, la solidaridad intergeneracional, la igualdad de oportunidades a través de la educación, el equilibrio entre derechos y deberes, la lucha contra el racismo y la violencia de género, etcétera.
El siempre interesante intelectual Daniel Innerarity escribía en El País: “Las democracias tienen dificultades prácticas para la gestión de conflictos, pero no porque sean democráticas, sino porque están diseñadas para un mundo que en buena parte ya no existe: dan por supuesto que la sociedad continúa pacíficamente diferenciada cuando lo cierto es que está dramáticamente fragmentada; que los Estados son capaces de unificar criterios y movilizar cuando en realidad apenas lo consiguen en su interior y con el resto de los Estados”.
Las múltiples tendencias que tratan de poner en peligro nuestra convivencia social – la mala gobernanza, el deterioro de las instituciones, los abusos de poder, las actitudes agresivas, negativas y pesimistas, los delitos de odio, los intentos de censura, linchamiento mediático, propagación de fake news, la intolerancia, así como falta de diálogo y consensos, de respeto y buenos modales, de empatía y solidaridad – agravan la situación.
Como solución, Innerarity propone “abordar los problemas de otra manera, más anticipatoria, holística, transnacional, colaborativa y horizontal: nos están recordando la necesidad de pensar de una nueva manera de hacer política que sea más receptiva para las formas inéditas que tendrá que adoptar una sociedad que se hace cada vez más imprevisible”.
Tiempo para una clase política
Para todo ello será necesaria una nueva clase política, más visionaria, mejor preparada, con más capacidad de gestión, empatía y comunicación. Ahora, que Angela Merkel dejó atrás la cancillería alemana después de 16 años, es bueno recordarla como ejemplo de liderazgo. Quizás no siempre tomando las mejores iniciativas, pero sí equivocándose poco, porque sus decisiones estaban por lo general basadas en una racionalidad posibilista. Quizás no siempre con un discurso brillante e ilusionante, pero sí con uno que inspiraba confianza, también por su humildad y honestidad personal.
Der Spiegel preguntó a líderes mundiales su valoración sobre Angela Merkel. Entre ellos, a Mette Frederiksen, primera ministra danesa desde 2019, que respondió: “La primera palabra que me viene a mente cuando pienso en ella, es respeto. Por su credibilidad y sobre todo por su ambición incansable de que Europa avance”. Y a Tony Blair, primer ministro del Reino Unido entre 1997 y 2007, que alabó a la canciller “por haber guiado a su país y Europa en fases de extraordinaria inestabilidad. Su fuerte ha sido mantener el barco estable durante la tormenta y entregarlo a su sucesora o sucesor en buen estado. Eso sí que es una gran herencia”.
Bien harán los líderes políticos, económicos, sociales y culturales de esta y la siguiente generación en tomarla como ejemplo de una gestión exitosa durante las próximas décadas del siglo. Unos y otros seguirán teniendo por delante retos de gran envergadura política, social, económica, territorial e internacional. Y solo podrán afrontarlos con éxito si son asumidos por las mejores cabezas pensantes desde un gran ejercicio colectivo y creador. También en España, como analizan con acierto en su nuevo libro María Cadaval y José Luis Gómez, a los que felicito por este ensayo riguroso y ameno con el sugerente título ‘Cómo salir de esta (II)’.