La Comunidad de las Naciones, la novela que comenzó al subir a la cumbre del Santa Trega

Realmente, el comienzo de esta novela fue hace muchos años, en el 2003, cuando subí a mis hijos por primera vez a la cumbre del Santa Trega, y allí, les comencé a contar, como un cuento, como vivían nuestros antepasados en aquel fascinante Edén celta. Con mi imaginación levanté castros, calzadas y murallas. Les hablé de los oficios y vidas de aquellos galaicos en su hogar, rodeados de las hipnotizantes vistas al Miño y al océano Atlántico, en armonía con aquel mundo natural y los dioses que habitaban en la fértil naturaleza. Pero, me faltaba algo. Me faltaba el conocimiento de nuestra historia, y así, poder completar mi relato de como un gran pueblo se había convertido con los pasos de los siglos en desconocidos de sí mismos, en extraños, ante sus antepasados. Los increíbles galaicos de antaño y su posterior y poderoso Reino Cristiano del Noroeste Peninsular. Me quedaba mucho por contarles.
Y mientras buscaba las respuestas comencé a comprender la historia de Galicia y su impacto en mi propia familia, vinculada a ese desconocimiento colectivo de nosotros mismos. Las primeras respuestas fueron surgiendo. Mis hermanos y yo nos criamos en una familia humilde y de orígenes más humildes aún. De jóvenes, mis padres se conocieron a la sombra del Santa Trega, mi padre, natural de la atlántica A Guarda conoció de niño la extrema pobreza y mi madre, natural del Camposancos, vivió de niña la viudez, en vida, de su madre que se vio volcada al trabajo duro para sacar del Miño y sus campos el sustento para sus nueve hijos. Nací en seno de una familia con un padre severo y una madre que era puro amor, unha pomba. Nuestros padres hablaban gallego entre ellos, pero a nosotros, sus hijos, siempre nos hablaban en castellano, una situación anormal que era la forma de hacernos personas ‘de bien’ ante el futuro, y así, dejar atrás un pasado cruel. Pero, de vez en cuando, surgía la auténtica y dulce madre cuando nos llamaba cariñosamente filliños, con aquella melodiosa entonación, aquel sentimiento y en aquel bello idioma que era la mayor expresión artística de Galicia, o galego. Mis padres, y una parte importante de Galicia renunciaban a ser gallegos, algo que les resultaba imposible.
Y con los años decidí dar el paso. La presente obra la inicié en el 2014, en Vigo, hice los primeros esquemas del mundo que veía en la sala de espera de mi médico. Llevaba años reflexionando sobre el crónico fracaso de mi pueblo, su autoodio, negación, pobreza y su debilidad. ¿Cómo contar lo que realmente es Galicia? ¿Cómo descubrirla y ‘dejar de soñarla’? como dice uno de los principales personajes de la novela. ¿Cómo despertarla para vivir sin complejos? y ser nosotros mismos formando parte del mundo. Las claves las descubrí, entre otros, gracias a los trabajos del Dr. Anselmo López Carreira en sus obras Historia de Galicia y O reino medieval de Galicia, a cada página que leía de sus libros sentía que todos los gallegos deberían conocer las verdades ocultas y silenciadas sobre nosotros en los institutos, donde no nos está permitido conocernos. Somos los hijos de los galaicos, de pasado épico y asombroso. Con los años conocí y sentí en mi interior el verdadero mensaje de las duras estampas de Castelao en Atila en Galicia, y no puedo evitar emocionarme con las cartas de nuestro mártir, Alexandre Bóveda, cuando le escribía desde la prisión a su querida mujer, Amalia, antes de ser fusilado en la madrugada del 17 de agosto de 1936. Este suceso me llevó a buscar en la historia la singular tragedia vivida en mi tierra y familia, cuando los monstruos llenaron de sangre el paraíso.
La Comunidad de las Naciones va de todo esto, va de como un pequeño país podría salvarse a sí mismo y también a Europa, siendo uno más, sin renunciar a su identidad. He terminado mi novela tras seis años, es como una hija, la amo, me ha enfadado y me ha hecho reír, he intentado como padre hacer lo mejor que sé y no la he manipulado. Me he limitado a narrar la vida que ante mí me mostraban los galaicos de antaño y los gallegos del año 2080, los españoles, vascos, catalanes, norteamericanos, árabes, ingleses... también los republicanos y los Borbones. Y los amores no esperados que eclosionan en medio de los temporales previos a la guerra.
Esta novela, por fin contiene aquellas respuestas que me faltaban cuando subía con mis hijos a la cumbre del Santa Trega. La gran montaña de los celtas galaicos. Los primeros borradores se los pasé a ambos y después, llegó la novela con la apuesta decidida de la editorial cántabra Libros Indie.
Ojalá que, como un conjuro celta de Glenda, la druida, La Comunidad de las Naciones, destierre para siempre la maldición de Adair que pesa sobre nosotros… @mundiario