Apuntes para una historia de la sociología boliviana

El Gran Debate. / Editorial.
El Gran Debate. / Editorial.
La serie Sociología boliviana contemporánea es un esfuerzo intelectual por historiar, de una forma ordenada y sistemática, las principales ideas sociológicas de Bolivia.
Apuntes para una historia de la sociología boliviana

El gran debate: Positivismo e irracionalismo en el estudio de la sociedad boliviana (1978) es un gran libro. En realidad, es el segundo tomo de una trilogía llamada Sociología boliviana contemporánea, cuyo primer y último tomos son Orígenes del pensamiento social contemporáneo de Bolivia (1976) y Del positivismo al marxismo (1978), respectivamente. El autor es el también gran Juan Albarracín Millán, cuya buena y limpia prosa hace atractivas todas sus obras de sociología. Hace ya varios años leí de él Arguedas: La conciencia crítica de una época y Armando Chirveches: La creación de la literatura boliviana del siglo XX, libros que son en parte biografía y en parte crítica. A partir de esas dos lecturas me comencé a interesar más en las obras de este, además de buen sociólogo, buen escritor que es Albarracín Millán.

La serie Sociología boliviana contemporánea es un esfuerzo intelectual por historiar, de una forma ordenada y sistemática, las principales ideas sociológicas de Bolivia. Y El gran debate, en particular, intenta ordenar cronológicamente la disputa intelectual que originó precisamente aquello que su título reza: un gran debate. Éste no es otro que el que surgió a causa de las corrientes positivistas e irracionalistas de principios del siglo XX y que puso en la mesa, quizá más que en ninguna otra época de nuestra historia, la interrogante de qué es lo que somos como sociedad. En aquel gran debate descollaron, más por el ruido que provocaron sus ideas que por lo certero de las mismas, los nombre de Daniel Sánchez Bustamante, Manuel Rigoberto Paredes, Alcides Arguedas, Franz Tamayo, Bautista Saavedra y Daniel Salamanca.

Pero la obra no se queda solamente en la organización de las corrientes sociológicas que originaron el gran debate, sino que además ingresa en la impugnación de las mismas. De esta manera, Albarracín Millán, con una mirada sociológica fresca y obviamente muy distinta a la de todos los anteriores pensadores, se convierte en censor de las ideas —muchas de ellas hoy sencillamente obsoletas— propuestas por los notables intelectuales bolivianos de inicios del XX.

¿Qué es la sociedad boliviana? ¿Una masa social dispuesta por los azares caprichosos del destino, como proponía el positivismo? ¿O, más bien, una nación con un sentido histórico predeterminado por fuerzas metafísicas emergidas de la tierra y la raza, como creía el irracionalismo? Todas esas preguntas siguen hasta hoy relativamente vigentes, y creo que son las que estimularon las mentes y las plumas de nuestros grandes pensadores del novecientos.

Si bien el siglo XIX tuvo ya pensadores de gran calibre como René-Moreno, Oyola, Aguirre, Antelo y otros más, nunca el debate sobre la sociedad boliviana se había planteado de manera tan vehemente y, sobre todo, incisiva como a comienzos del XX. (Es que la sociología, como campo autónomo del conocimiento, recién comenzaba a echar raíces en Bolivia). Los cuadros positivistas (o más bien naturalistas) de Arguedas y las ideas voluntaristas y vitalistas de Tamayo remecieron los cimientos no solamente del debate intelectual y erudito, sino también de la cultura medianamente ilustrada de aquel tiempo.

Muchos de los planteamientos expuestos en el gran debate del novecientos serían insostenibles en el mundo de hoy, pues la mayor parte de las ideas sociológicas de Darwin, Spencer, Le Bon, Comte, Nietzsche, Schopenhauer, Fichte y Goethe —autores que inspiraron a nuestros autores bolivianos— están sencillamente superadas por el conocimiento científico contemporáneo. Sin embargo, el gran debate tuvo una virtud que se mantiene vigente, aunque de manera relativa, hasta el día de hoy: el cuestionamiento sobre lo que es la sociedad boliviana. Prueba de esto es que a comienzos de la anterior década se publicaron dos obras que, aunque solo en los círculos letrados, encendieron una polémica: La sirena y el charango: Ensayo sobre el mestizaje, de Carlos Mesa, e Identidad boliviana: Nación, mestizaje y plurinacionalidad, de Álvaro García Linera.

Personalmente, pienso que el estudio de la sociología, en el estricto sentido del término, es verdaderamente importante para la Bolivia de hoy. Quizás en este tiempo más importante que las investigaciones politológicas o de historia o los estudios culturales, pues los eventos sociopolíticos de fines de 2019, y sus correlativos efectos, nos mostraron a los intelectuales, más que ninguna otra cosa y más que a nadie, que aún no hemos comprendido realmente cómo se compone y cómo funciona la sociedad boliviana.

Pese a que los planteamientos, las descripciones y las vagas propuestas de solución al problema social expuestos en Pueblo enfermo y Creación de la pedagogía nacional estén hoy superados, ambos libros siguen significando una deuda pendiente que tenemos tanto con el pensamiento crítico como con el conocimiento de nosotros mismos. Su vigencia está probada en el hecho de que el lector promedio se incomoda, y a veces se estremece, cuando los lee hoy, en el siglo XXI. Los intelectuales pacatos no lo dicen por no ir contra lo políticamente correcto, pero ¿no será que algo de la ácida crítica arguediana explica realmente los atrasos que hasta hoy sufre la sociedad boliviana? ¿O que el voluntarismo metafísico de Tamayo podría remontar la ética, la moral y la esperanza del individuo boliviano?

Albarracín Millán es particularmente crítico con las ideas irracionalistas de Tamayo, en las que se hallan muchas incoherencias y abstracciones, y con las propuestas racistas de Bautista Saavedra. Éste último, sagaz en la arena de la praxis política, supo cubrir su racismo recalcitrante en contra del indio para revestirse de un aura popular. Como lo indica Albarracín, Saavedra, el verdadero, el intelectual, no fue jamás «el defensor de las leyes sociales, el caudillo de la cholada y hasta el precursor del socialismo», como ha pasado a la historia oficial, sino el racista positivista de El ayllu y La democracia en nuestra historia, sus dos obras cumbre.

El positivismo y el irracionalismo sociológicos terminaron languideciendo para el inicio de la década de los 20; sus precursores, grandes intelectuales a la vez que buenos políticos, se comenzaron a dedicar a otros menesteres: Tamayo, por ejemplo, comenzó a escribir versos de corte neoclásico; Arguedas, a escribir sus libros de historia boliviana. Pero la llama que habían encendido al preguntarse qué es la sociedad boliviana, no se apagaría más.

Pienso que el gran debate, iniciado hace más de un siglo, todavía está vigente, obviamente con otros matices científicos desde el punto de vista epistemológico. La sociedad boliviana es una masa compleja, dinámica, en algunos aspectos contradictoria y que aún no ha zanjado ciertos problemas originados con la república, y aun antes. Los intelectuales del novecientos, ya que fueron a la vez escritores y políticos, pensaron que la sociología y el pensamiento debían tener una utilidad práctica. Yo creo lo mismo. Muchos de los problemas de hoy, como el de la justicia, la educación o la economía, se terminarían resolviendo si comprendiéramos mejor el quid de nuestra sociedad. @mundiario

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