Zapatero se olvida del PP

El presidente del Gobierno se ha convertido en el centro de atención del país, en todos los ámbitos
Zapatero se olvida del PP

El presidente del Gobierno se ha convertido en el centro de atención del país, en todos los ámbitos, desde el político al económico, pasando por el sindical y, cómo no, el mediático. El calado de la crisis es tal que todas las miradas convergen en él. Ni siquiera hay un Solbes a quien mirar de vez en cuando. Zapatero parece que lo es todo. Pero no lo es. Una, porque un solo hombre no puede cargar con tanto peso. Y dos, porque España tiene una estructura política descentralizada, propia de un Estado federal, que también debería atraer esas miradas ante la crisis. Aunque ZP no lo ha querido ver ni valorar, España precisa una Conferencia de Presidentes anti-crisis, en la que se fije un mínimo de criterios. Lo que Zapatero buscó con tanto empeño por arriba, gestionando su presencia en las cumbres de los grandes países del mundo, resulta que no lo hace por abajo, en su propia casa.

Tras el comité federal del sábado, lo más probable es que veamos a los tres vicepresidentes más implicados a la hora de tomar iniciativas y de dar explicaciones sobre la estrategia del Gobierno, pero todo ese esfuerzo –quizá también necesario, como insinuó Patxi López– no servirá para involucrar al PP. Todos sabemos que Mariano Rajoy eludirá arrimar el hombro, mientras espera a que la crisis se lleve por delante a Zapatero y al PSOE, alfombrándole al gallego su camino hacia la Moncloa. Y él puede actuar así, pero los presidentes autonómicos del Partido Popular, no. Media España está gobernada por el PP (Galicia, Comunidad Valenciana, Castilla-León, Madrid...) y aquí da la impresión de que solo gasta e ingresa dinero ZP. No se trata tan solo de poner al Gobierno de Feijóo como ejemplo de una política neoliberal y conservadora, sino de implicar al propio Feijóo y al resto de los presidentes y grandes alcaldes del PP en un proyecto de Estado. En el Congreso, el PP puede decir “no”. Desde las instituciones donde gobierna –para todos– tendrá que medirse más.

Una segunda lectura de la reacción del presidente tiene que ver con su tendencia a ejercer de político de Oposición, crítico con todos esos a los que agrupa bajo el paraguas de “los poderosos”. Como tampoco son tantos, debería ponerle nombres y apellidos, de modo que todos conozcamos a esos “hipócritas” que le critican por la subida de impuestos y a la vez le piden ayudas para sus empresas. Pero, sobre todo, debería darse cuenta de que es él quien gobierna y tiene poder para apartar del camino a quienes ponen palos en las ruedas. Las simplificaciones rara vez son buenas y casi nunca resultan útiles. El presidente debe gobernar España sin quejarse tanto. Ya sabemos que los empresarios quieren abaratar el despido y que algunos desean menos protección social para no tener que pagar más impuestos. Y también sabemos que en la sociedad hay delincuentes. Pero el que gobierna es él, no los otros.

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