Zapatero arroja la toalla

Un Zapatero ilusionado y sonriente llegó al Gobierno dispuesto a encauzar el problema territorial de Españ
Zapatero arroja la toalla
Un Zapatero ilusionado y sonriente llegó al Gobierno dispuesto a encauzar el problema territorial de España, buscando para ello que Cataluña se sintiese cómoda, para a partir de ahí ofrecer una alternativa consistente a Euskadi, válida también para Galicia y otras comunidades. Por desgracia para él y también para quienes confiaron en la audaz apuesta del joven presidente, poco queda de aquel espíritu y, lo que es peor, los resultados alcanzados son muy pobres y no suscitan ilusión ni entre quienes creen en una España plural ni, menos aún, entre quienes se aferran a la idea de España para negar las realidades nacionales de Cataluña, Euskadi y Galicia, sin asumir que esa vía tampoco conduce a ninguna parte.

Pero las cosas son como son y así hay que asumirlo, a la espera de que llegue otra etapa de ilusión de la mano de un presidente fuerte, capaz de generar un amplio consenso; al menos como el alcanzado cuando se redactó la Constitución de 1978. Entonces se forjó un bloque constitucional formado por UCD, PSOE, PCE-PSUC y CiU, que si bien no integró plenamente a AP y al PNV tampoco los dejó completamente fuera de juego. El denominador común está claro -integrar al máximo, excluir al mínimo-; lo difícil es conseguirlo.

Agobiado por la crisis económica y sin un modelo claro de Estado en la cabeza, el presidente Rodríguez Zapatero arroja la toalla. Lo que todos imaginábamos lo reconoce él mismo: renuncia a proponer una reforma constitucional ante la falta de un clima de acuerdo y consenso. Lo hace cuando se conmemora el 30 aniversario de la Constitución y sabiendo perfectamente que está desfasada en muchos aspectos que ahora ni menciona. Zapatero se abona a que ya no es imprescindible cambiar la Constitución, cuando ésta es anterior a la existencia de las comunidades autónomas y a la pertenencia de España a la Unión Europea, los dos principales elementos de cambio institucional de España en su historia contemporánea. Por no hablar de la discriminación de la mujer en el acceso a la jefatura del Estado o de la reforma del Senado, dos asuntos que nadie discute. ¿O eso ahora también es algo prescindible?