VICTORIANO

VICTORIANO Reinoso ha muerto en A Coruña, la ciudad que acogió a aquel chaval llegado de Negreira, de cami
VICTORIANO Reinoso ha muerto en A Coruña, la ciudad que acogió a aquel chaval llegado de Negreira, de camino para brillar en Madrid, que es donde aún triunfan, de verdad, algunos gallegos; sobre todo, los coruñeses. A una carrera brillante, un título de ingeniero y una mujer de familia más que acomodada --sobrina de la Condesa de Fenosa--, Victoriano sumó un desarrollo profesional colmado por sucesivos éxitos, dentro y fuera de su casa, más en Madrid que en Galicia. No faltó quien quisiera seducirlo para que recondujese el Banco Pastor ni tampoco quien pensara en él para la política gallega, primero como candidato de Coalición Galega a las autonómicas del 85 y después como sucesor de Fraga; se supone que dentro del PP. Por si acaso, Cuiña se hizo amigo de él y contribuyó a que hiciera más negocios y menos política. Victoriano siguió en Unión Fenosa y llegó muy lejos; tanto, que terminó de presidente, con José Luis Méndez a su lado, de vicepresidente.

Cuando se muere alguien, todos tendemos a buscar palabras amables para el desaparecido. También a guardar silencios de respeto. No seré yo quien rompa el protocolo. Por varias razones: la primera, porque Galicia no anda tan sobrada de talento y de inteligencia como para cuestionar en lo más mínimo a alguien que, sin duda, tenía ambas cosas. La segunda, porque humanamente Victoriano generaba confianza y sabía tratar a la gente. Y la tercera, porque bajo la dirección de Juan Ramón Díaz, tuve la experiencia personal de polemizar públicamente con él, sin cortapisas, algo a lo que él no estaba muy acostumbrado, y menos aún con La Voz de Galicia enfrente. Por eso ahora que nos ha dejado, sólo me queda rendirle mi homenaje de admiración y de respeto.