Transparencia en A Coruña

En A Coruña se está construyendo otra ciudad de la cultura pero es una ciudad de la cultura muy espe
Transparencia en A Coruña

En A Coruña se está construyendo otra ciudad de la cultura pero es una ciudad de la cultura muy especial de la que aún sabemos menos que de la Ciudad de la Cultura que se levanta en Santiago. El puerto exterior de Punta Langosteira y la Cidade da Cultura son obras de envergadura presupuestaria muy similar, de las que cuando menos los contribuyentes tienen derecho a estar informados, en vez de seguir sujetos a unos misterios que compiten con el de la Santa Trinidad.

Mientras aguardamos a que el conselleiro de Cultura, Roberto Varela Fariña, se centre un poco para empezar a hablar con un mínimo de rigor y seriedad, puede ser un buen momento para que esa otra ciudad de la cultura coruñesa vaya abriendo el camino de la transparencia que algunos se empeñan en cerrar.
Son muchas las dudas que acompañan el puerto exterior, un proyecto que si se plantea adecuadamente puede cambiar no sólo la economía de A Coruña, sino la de buena parte de Galicia, pero que si continúa a la deriva puede terminar en un gran fiasco.

Vayamos por partes. Un puerto de sus características en el siglo XXI tiene sentido si es para generar grandes tráficos que aprovechen tanto las actuales autopistas del mar como la corriente de mercancías que supondrá la ampliación del Canal de Panamá. No se trata, por tanto, de un proyecto local, sino de una obra para redistribuir mercancías a toda España; cuando menos al cuadrante noroeste. Sin embargo, de momento sabemos más de los beneficios que le va a generar a la refinería de Repsol que de lo que va a pasar con el tráfico de contenedores, su conexión ferroviaria, etcétera. Y ya tendría delito que A Coruña consagrase la que será en muchos años su obra más emblemática a salvarle la cara a una empresa como Repsol, altamente contaminante, peligrosa para la ciudad e insolidaria con sus entidades, fruto de un comportamiento inusual -véase, por ejemplo, su patrocinio en Bilbao al Athletic- que también deja en mal lugar a las autoridades locales, ya que parece que Repsol trata a A Coruña y por extensión a Galicia como si fuese un país africano que hay que esquilmar. Dicho en otras palabras: sería tremendo imaginar que con dinero público se le arreglará a Repsol el muerto de su refinería.

Pero los problemas de fondo de esta obra de Punta Langosteira no acaban ahí. Como quiera que la ciudad de A Coruña va a tener que aportar una parte importante del presupuesto -el 40% restante saldrá de las arcas de Bruselas-, se hace indispensable un aprovechamiento urbanístico del actual puerto que ya va siendo hora de que os caladiños que lo mangonean empiecen a rendir cuentas de lo que hacen y de lo que pretenden hacer bajo el manto de un arquitecto -Busquets- al que a veces nos presentan como la panacea de todos sus problemas, cuando el tal Busquets ha planteado tres o cuatro ideas, en su mayoría irrealizables, como bien saben los que están callados cociendo no se sabe qué.