Rubianes somos todos

En la transición hubo momentos de extraordinaria apertura a la libertad pero también los hubo de censura y
En la transición hubo momentos de extraordinaria apertura a la libertad pero también los hubo de censura y represión, que poco a poco se fueron diluyendo, del mismo modo que ciertos medios de extrema derecha. Quienes más critican que España entre en una segunda transición, porque creen que la Constitución del 78 es inamovible, parecen apostar en cambio por una segunda transición en frentes que estarían mejor en el baúl de los recuerdos.

Algunos, arrastrados por el fundamentalismo democrático de Aznar, aseguran defender la Constitución pero se olvidan de que su título I es el más extenso al contener los derechos, libertades y deberes de los españoles, entre ellos el de libertad de expresión. La cosa no es tan grave como cuando el Gobierno de Arias reprimía las protestas sociales y culturales de mediados de los setenta, pero la sutileza reaccionaria de algunos evoca lo peor de aquellos tiempos.

Lo sucedido en Madrid con el cómico gallego Pepe Rubianes, hasta llegar a retirar de la cartelera el espectáculo Lorca eran todos, programado para dentro de una semana en el Teatro Español, no denota precisamente que la capital atraviese por sus mejores momentos. Y es que las declaraciones del paisano Rubianes en TV3, aunque sean rechazables –él mismo se disculpó por lo que dijo sobre España--, nunca pueden condenar al bueno de Lorca. El alcalde Ruiz Gallardón lleva méritos acumulados como líder de una derecha liberal pero esta vez han podido con él. Porque Lorca eran todos y Rubianes somos todos. ¿O no?