"NUNCA MÁIS"... Y BASTA YA

INMERSOS como estamos todos en la desolación, la rabia, la indignación, la impotencia y muchas otras sensa
"NUNCA MÁIS"... Y BASTA YA
INMERSOS como estamos todos en la desolación, la rabia, la indignación, la impotencia y muchas otras sensaciones indescriptibles, en Galicia ya se escuchan voces de absoluta descalificación de quienes gestionan la crisis del Prestige, probablemente la mayor desgracia que se recuerda en este pequeño país atlántico. No hablamos, pues, de un rifi-rafe entre el PP y el PSOE o de un cabreo del BNG. Ni siquiera del zapatazo de Beiras. Pero aunque la política partidaria sea ahora lo de menos, nadie puede negarle a la Oposición su derecho a exigir responsabilidades al Gobierno. Y menos aún que Zapatero le plantee al presidente Aznar un cambio de rumbo, que por cierto parece haber aceptado. Ya era hora.

Realmente, nadie que vea lo que pasa en Galicia puede ser insensible ni dejar de denunciarlo, bien alto y claro. Nadie en su sano juicio puede minimizar la tremenda desfeita ocasionada. Por eso cabe proponer que venga Aznar a Galicia. No sólo el ciudadano José María Aznar López, que también, sino el Presidente del Gobierno de España. Y que venga con todos sus ministros, todo su aparato de Estado, a ser posible también con todos sus amigos de Europa. Que venga, que vea y que haga cambiar el rumbo de la tragedia. Dentro de la desgracia, aún estamos a tiempo de no ir a peor.

En Galicia hace falta de todo: un nuevo marco legal para el tráfico marítimo por el corredor atlántico, medidas de control y vigilancia de los barcos peligrosos, ayudas económicas a todos los afectados (que no sólo son pescadores y mariscadores), pero también calor humano, algo que sólo pueden dar los que lo tienen. Pero Galicia también necesita remolcadores en sus puertos --y no sólo en Gijón, la ciudad del ministro Cascos--, barcos propios capaces de luchar contra la contaminación, contenedores, investigación, políticas de recuperación de las costas, alternativas económicas, compensaciones a los sectores que sufren los daños colaterales... vamos, suficientes cosas como para que todo el Consejo de Ministros y toda la Xunta tengan deberes para mucho tiempo. Incluidos los ministros y conselleiros que se han escondido.

CUIDADO CON LOS OTROS RIESGOS.- Estamos ante un problema de Estado. Ante una catástrofe mundial. No estamos ante un problema de los gallegos, a los que hay que ayudar con criterios poco menos que caritativos, cuando no clientelares. Es más, tal y como se han puesto las cosas habrá que tener mucho cuidado con otros riesgos. Aparte de los sanitarios, de los que por cierto se habla más bien poco, está creándose un clima propicio para la radicalización social y política.

Cuando la gente deja de tener cosas en la nevera, sale a la calle y no suele pensar mucho lo que hace. Lo hemos visto en Buenos Aires y en Caracas. Ojalá que no tengamos que verlo en algunas poblaciones de la costa de Galicia.

Cuando la gente no se siente representada políticamente, suele refugiarse en fuerzas antisistema. Cuando la gente no puede trabajar en oficios dignos, cae en las trampas de las mafias, y de eso en Galicia ya sabemos un rato largo, fruto de nefastas experiencias con narcos y contrabandistas. Cuidado, pues, con esos riesgos potenciales. Una cosa es la Costa da Morte, donde la gente es más o menos tranquila y donde muchos jóvenes ya han emigrado --es su particular manera de protestar--, pero otra bien distinta son las Rías Baixas. Sabemos que en Carril, en A Illa de Arousa o en Cangas do Morrazo no se andan con coñas. No provoquemos, pues, vacíos y situaciones que tengamos que lamentar más tarde.

El presidente Aznar debe saber esto por el bien de todos. Y el vicepresidente Rato, también, cueste lo que cueste. Ya no estamos hablando de dinero ni de déficits cero y de eufemismos de ese tipo, sino de la vida y de la convivencia en todo un País: Galicia.