No sé lo que hicimos el ultimo verano

Ni idea. No sé qué hicimos el último verano, el que está a punto de terminar. No sé
No sé lo que hicimos el ultimo verano
Ni idea. No sé qué hicimos el último verano, el que está a punto de terminar. No sé como es posible que la Galicia del siglo XXI mueran tres personas por causa de los incendios forestales. No soy capaz de asumir que puedan arder casi 80.000 hectáreas de naturaleza en a penas 10 días. No entiendo cómo se producen más de 1.600 fuegos en poco más de una semana. De verdad, no sé lo que hicimos el último verano. Pero me gustaría saberlo. Y me gustaría saberlo a fondo, con todas las consecuencias.

Ya se ve que el curso político y social ha empezado demasiado caliente (no en el mal sentido de la palabra, sino en el peor). Y se ve que, en Galicia, estamos rodeados por los malos humos, y no sólo los que proceden de nuestros montes violados. Pero, en cualquier caso, podría considerarse un ejercício de responsabilidad y, sobre todo, de coherencia, que el Parlamento gallego investigase a fondo lo sucedido, destapase las tramas económicas o políticas (si las hubiere) que están detrás de este desastre, organizase un nuevo sistema de lucha contra los incendios y contra los incendiarios, propusiese medidas preventivas y operativas, y depurase responsabilidades que correspondan, si procede. No es que desconfiemos de la actuación del Gobierno gallego. Por lo que sabemos, y pese a los fallos cometidos, actuó con una diligencia que parece entrar dentro de lo razonable, dada la magnitud de la tragedia y lo obsoleto de los sistemas heredados. En cualquier caso, sinceramente, lo sucedido merece una mayor atención parlamentaria.

Una atención como la que los medios, sobre todo los menos satisfechos con la labor de Zapatero, le prestan al grave problema de la inmigración ilegal. No es por disculpar a este Gobierno, ni por menoscabar el posible (aunque dudoso) "efecto llamada" que sus políticas de inmigración hayan causado, pero pienso que los argumentos para culpar de un problema de tanto calado a un Gobierno que lleva tres años en el poder resultan sonrojantemente pueriles (por no usar expresiones más gruesas). Se conoce que nuestros políticos (sobre todo los más conservadores) tienden a amenizar sus momentos de ocio con la música aneuronal de los "triunfitos", y no han tenido la ocasión de escuchar a La Polla Rercords, que hace ya muchos años ofreció una visión muy reveladora del problema:

Están en el hemisferio chungo
Y en vez de pan les dais cañones.
A cambio de su futuro
La cara B de la opulencia.
Mirádles a los ojos
Veréis la desesperación.
Nuestro mundo es el consumo
Y ellos tienen hambre.*


Más claro, agua. Un continente cuya población tiene una renta per cápita diez veces inferior a la europea, que gracias a la globalización que tan pingües beneficios deja en las multinacionales que la promovieron conocen las supuestas excelencias de nuestro sistema de vida, que sufren el terror de la inestabilidad política que provocan las armas que les hemos vendido durante años ¿qué coño esperamos que hagan? El otro día escuché a un senegalés en la radio que explicaba en un buen español: "Tengo la obligación de velar por el bienestar de mi familia y en mi país no tienen futuro, pero en España, tal vez, sólo tal vez, sí".

Pues eso, que no es un problema de fronteras físicas, es un problema de fronteras económicas y sociales, un efecto secundario de la globalización y la injusticia que, en ningún modo, puede atajar un solo país (y, mucho menos, España). Pero es un marrón que nos comeremos nosotros, gobierne quien gobierne, porque para Europa y para occidente es muy cómodo que apanden los países fronterizos como el nuestro.

Ya ven, no tenemos demasiado peso en el mundo. En política, claro. En baloncesto, por ejemplo, somos campeones. Y con todo merecimiento. La selección española arrasó en los mundiales con una fórmula limpia y transparente: un gran entrenador humilde y trabajador, un extraordinario grupo humano unido, extrovertido, también humilde, y con gran talento, con un líder que no avasalla y que puede delegar el liderato en casi cualquier jugador, y un conjunto de gente que sabe hacer bien su trabajo y, al mismo tiempo, ayudar a sus compañeros. No es que el baloncesto sea como la política, pero la fórmula seguro que funciona en muchos ámbitos. A mi, visto lo visto, me dan ganas de votar a Pepu o a Gasol "for president".

Al menos ellos sí saben lo que hicieron el último verano.


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*Primera estrofa de la canción "El ataque de los hambrientos", del disco "Revolución" (1985) de La Polla Rercords.