NARCOJONANTE

Seis días. Si le añaden siete noches, ya casi tenemos una película de Hollywood. Pero esto no es ci
Seis días. Si le añaden siete noches, ya casi tenemos una película de Hollywood. Pero esto no es cine, por desgracia. Es una realidad cruda y visceral, sangrante. Seis días es el plazo que el presidente colombiano Pastrana le da a la guerrilla armada y a los negociadores para encontrar una salida a un conflicto que trasciende las fronteras colombianas. Seis días para la paz. La cuenta atrás ya ha comenzado.

Después de que la comisión internacional lograse reanudar las conversaciones, la paz en Colombia ya no parece tan inalcanzable. Es una paz que nos interesa más en Europa y en América que en la propia Colombia. ¿Por qué? Porque la guerrilla se financia, además de con el secuestro, con el dinero del narcotráfico. Los grandes traficantes cultivan y trasladan ingentes cantidades de droga desde territorios ocupados por las FARC, a las que pagan un precio por permitirles campar a sus anchas. Precisamente por eso Estados Unidos, principal destino, junto con Europa, de esta droga, dota al gobierno colombiano de la mejor infraestructura armamentística y de espionaje para luchar contra la guerrilla. Y por eso el ejército colombiano es uno de los más poderosos de sudamérica, lo cual es un valor importante en una zona en permanente conflicto.

Mientras los militares colombianos adquieren poder, la guerrilla continúa a salvo protegida por una ingobernable selva en la que la tecnología no parece demasiado útil. Y continúa dando cobertura a unos narcotraficantes que verían muy dificultada su labor si prospera la paz.

Esa droga que sale con impunidad de los territorios de las FARC llega luego a Europa. España es una de las principales vías de introducción del material, que en muchas ocasiones se desembarca en Galicia.

En este punto es vital la actuación decidida de jueces y fuerzas de seguridad. Operaciones que, cada vez con más frecuencia, terminan con decenas de narcos en el juzgado. Es el caso de la "operación Temple". Estos días se inició el juicio en Madrid. Casi cuarenta imputados. Todos los que participaron en el traslado de la droga. Todos menos el cabecilla. Los jueces le dejaron en libertad porque estaba deprimido. No me extraña. Estaba a punto de acabársele el chollo en el país de origen y eso deprime a cualquiera.

"El negro" estará ahora curando la depresión muy lejos de la Audiencia Nacional. Sus jueces sí que están negros. Se enfrentan a una acusación de prevaricación y van a sufrir en sus carnes la incertidumbre de un proceso en su contra del que puede salir cualquier cosa. La justicia es ciega. Y medio lela. Ya lo dijo uno de los "monos" de Castelao: "Dios nos libre de la justicia".

Los jueces que serán juzgados son los que juzgarán a los narcos. Parece un trabalenguas, pero no lo es. Es una incongruencia y una tontería.

Por todo eso es muy importante que en Colombia se alcance la paz, que sería el más duro golpe a los narcotraficantes que luego vienen a España a deprimirse y a reirse de la justicia, de los policías y de todos nosotros. Narcojonante.