La ministra Elena Salgado filosofa bastante bien

La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Economía y Hacienda, Elena Salgado, ha concedido una gran e
La ministra Elena Salgado filosofa bastante bien

La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Economía y Hacienda, Elena Salgado, ha concedido una gran entrevista al diario El País en la que, sin embargo, concreta más bien poco cómo saldrá España de la crisis. Dice ella que al PP le produce hilaridad la palabra sostenible –”se mueren de risa cada vez que la oyen”, cotillea–, pero tampoco resuelve con esa especie de burla intelectual el problema de fondo que tiene España.

Sus tesis podrían tener cierto interés si se tratase de una ideóloga del PSOE, pero tratándose de la ministra de la crisis pocos datos aporta y, lo que es peor, poco o nada dice de cómo saldremos del atolladero a corto plazo, más allá de constatar ahora –ya lo pudo hacer antes– que en el Gobierno de Zapatero, a quien adula, se han dado cuenta de los pies de barro que sostenían nuestro modelo.

El entrevistador, Jesús Ruiz de Montilla, se interesa por las cosas de comer –”¿pero de qué vamos a vivir?”, le pregunta– si bien tropieza con que Elena Salgado divaga o se sale por la tangente, como cuando dice que la idea de Stiglitz –se refiere al Premio Nobel de Economía de 2001, neokeynesiano– de que el producto interior bruto no mide el bienestar tiene más de filosófico de lo que se piensa. Sería absurdo sustituir el PIB por otro parámetro, admite, pero hay cosas que no se pueden medir con esa frialdad, advierte la ministra de Economía.

Y en eso sí que se equivoca, ya que con el PIB se pueden medir los parados en España, que son millones. La ministra no lo dice pero pasar del crecimiento negativo en el que está España hasta tasas positivas del PIB capaces de crear empleo neto puede requerir dos años, hasta 2012 o en el mejor de los casos finales de 2011, según coinciden la mayoría de los expertos que sí hablan de las cosas de comer.

Elena Salgado, que es una gallega de Ourense, filosofa bastante bien, pero no puede decirse lo mismo de cómo gestiona, que es de lo que trata su empleo. También cuesta entender que, en plena reconversión de las cajas de ahorros, diga ahora que el modelo financiero español será el mismo que antes de la crisis.

Sus comentarios rozan a veces el discurso fácil, como cuando enfatiza que lo que se ha desmoronado es la construcción, cuyo peso tiene que reducirse a menos de la mitad. “De 700.000 viviendas construidas al año tenemos que pasar a 300.000”, indica. Pero no dice a cambio de qué se hará esa reducción. ¿De qué vamos a vivir?, habría que volver a preguntarle.

En Italia dicen que el país funciona bastante bien a pesar del (mal) Gobierno, y últimamente se escucha aquí que España se parece cada vez más a Italia. Es un posible consuelo ante tanta incertidumbre como desata leer a la ministra. Y menos mal que lo que sí sabe es que a veces se ha equivocado. Reconforta su detalle humano con los mortales. “Yo trato de explicar las cosas, pero hay gente que piensa que no hemos hecho todo lo que teníamos que hacer”. Menos mal.

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