Maragall, "nación", Touriño y Quintana

Dice mi mamá que soy un poco tendencioso en mis artículos (si no lo dice, lo piensa), por lo que ten&iacu
Maragall, "nación", Touriño y Quintana
Dice mi mamá que soy un poco tendencioso en mis artículos (si no lo dice, lo piensa), por lo que tenía previsto comenzar este texto hablando bien del PP. Pero después de analizar con detenimiento la prensa de hoy, no encontrado gran cosa que alabar, a parte de la ya conocida generosidad de Manuel Fraga, que ha donado varias obras de arte de su propiedad a museos gallegos. No es ago nuevo, lo ha hecho constantemente a lo largo de su dilatada presidencia. Hay muchas cosas que criticarle a Fraga, pero, hasta ahora, nadie ha podido poner en duda su honradez personal. Teniendo en cuenta que ostentó cargos públicos durante bastante más de medio siglo, y que coincidió en ese tiempo con compañeros de profesión que, en uno u otro bando, resultaron ser auténticos chorizos, lo de Don Manuel tiene mérito.

De todas formas, mal iría el PP si no tuviéramos algo más que alabar.

...

Pues sí, va mal. En este análisis coinciden muchos, sobre todo los políticos catalanes, que en su práctica totalidad se sienten bastante despreciados no ya sólo por el PP (cuya actitud hacia Cataluña y los Catalanes resulta exageradamente beligerante) sino por el propio Congreso en Madrid. Lo expresó muy bien Maragall cuando, en su vista a Galicia, recordó el poema de Rosalía de Castro: Castellanos de Castilla / tratade ben ós galegos / cando van, van como rosas/ cando vén, vén como negros. Así se sintieron ellos cuando, con la propuesta de Estatut bajo el brazo, emigraron a Madrid. "Volvimos negros, sí", bromeó (aunque un poco en serio) el presidente catalán. En ese vapuleo, el PP fue, sin duda, el peor. Pese a todo, Maragall tuvo la elegancia reconcer el esfuerzo de participación que en el proceso hizo Piqué y, aún más allá, alabó la actitud dialogante del nuevo dirigente popular en Galicia, Alberto Núñez Feijoo, con el que cree que la comunidad gallega tendrá más facilidades para impulsar la reforma del estatutaria.

En esta visita, Maragall estuvo cordial con Touriño e incluso agradeció la actitud positiva con la que el presidente gallego analizó desde el primer momento el Estatut catalán. En algunos conceptos que explicó, sin embargo, parecía más cercano a Quintana (que estaba presente en el acto) que al propio Touriño. Por ejemplo, en el razonamiento para defender la idoneidad de definir a Cataluña (o a Galicia) como una nación. Resultaría un poco tedioso plasmar aquí toda su argumentación, pero algunos de los puntos en los que abundó parecen convincentes. Por ejemplo: partiendo de la base de que el reconocimiento del hecho diferencial de Cataluña o Galicia no supone equiparar "diferencia" a "privilegios" o a "superioridad", Maragall plantea que la Constitución recoge en su espíritu la plasmación de ese hecho diferencial. Por eso habla de tres comunidades con el rango de "nacionalidad". Sin embargo ahora hay ya 7 comunidades que, legalmente, se autodefinen como "nacionalidad". Para mantener el espíritu de esa Constitución que reconoce el hecho diferencial de Galicia, Cataluña y Euskadi, los catalanes proponen que a estas tres comunidades se les denomine "naciones". Al margen, claro está, de que cumplen los requisitos (lengua, territorio, cultura y costumbres propias) para ser reconocidas como tal.

Aunque su exposición fue precisa, Maragall introdujo notas de humor en su charla, porque las cosas demasiado serias se vuelven peligrosas si no se toman con cierta simpatía. Fíjense, si no, en el pollo que se ha montado con ese diario danés que ha caricaturizado a Mahoma en un par de chistes gráficos. El mundo árabe se ha ofendido muy gravemente, hay tensiones diplomáticas don Dinamarca, boicot a los productos de este país y hasta amenazas de muerte de los extremistas más extremistas (esto último es lo único que diferencia a los talibanes musulmanes de sus homólogos populares). Yo entiendo que los musulmanes reclamen respeto para su religión. Les asiste la razón y están en su derecho. En sus principios está prohibido representar física o gráficamente a Alá o a su profeta y, además, están algo mosqueados con esa identifiación automática de árabe=terrorista. Tienen motivos para enfadarse. Pero también tienen motivos para reflexionar. Normalmente, la incapcidad de reirse de sí mismo denota un grave problema de identidad o de inseguridad. Y eso conduce a la amargura, la intolerancia y la violencia.

Quizás a todos nos haga falta más sonrisas y menos convicciones.