El maltratador de perros de Ribeira

Todavía siento náuseas después de contemplar atónito las imágenes de TV en las que un
El maltratador de perros de Ribeira
Todavía siento náuseas después de contemplar atónito las imágenes de TV en las que un salvaje apaleaba brutalmente a un perro. En un primer momento deseé profundamente que a este cafre social pudiera alguien pagarle con la misma moneda con la que abusó del indefenso animal. Ahora, después de verle la jeta en la tele, le he cogido cierta lástima. Viéndole su expresión en directo, se trata, evidentemente, de un retrasado mental pero, así todo, quisiera hacer una reflexión final. Viendo el ensañamiento demostrado por este sádico demente, uno no puede más que pensar que este individuo es capaz de comportarse de igual manera y en cualquier momento con cualquier ser físicamente inferior a él: véase niños, mujeres y ancianos. Por ello, creo que se debe anunciar públicamente el nombre de este tarado cobarde, el lugar donde vive y la profesión a la que se dedica, con el sano objetivo de privarnos de su aseada compañía. Y de paso, tratar de que pague con nuestro desprecio social su primitiva actuación. Aunque mi inicial deseo está algo más apaciguado, no me preocuparía lo más mínimo de su integridad física o profesional, por si alguno que viera como yo las imágenes, continuara teniendo el pulso más acelerado que el mío. Procurémosle a este nauseabundo ser uno de estos tres destinos: o la cárcel, o el loquero , o a tirar de un carro.