LA LECHE QUE DA LA VACA

Mis oidos aún rumian los ritmos del son, las voces desconchadas de los cantantes viejos de La Habana, la frescura
LA LECHE QUE DA LA VACA
Mis oidos aún rumian los ritmos del son, las voces desconchadas de los cantantes viejos de La Habana, la frescura punzante de las irónicas letras caribeñas, la voz de madera fresca de palma real de Carlos Puebla y los Tradicionales. "Para la leche que da la vaca que se la tome el ternero", decía el maestro Puebla mientras condenaba, acorde tras acorde, el bloqueo a la isla y la manera en que EEUU se bebía la poca leche que producen las reses sudamericanas.

Acabo de llegar de Cuba, de registrar las avenidas habaneras en busca del café de mi bisabuelo, que no llegué a encontrar, de pedir un certificado de defunción que no logré encontrar en una ciudad en donde todo permanece, incluso la alegría, incluso la miseria, y todo es difícil de encontrar.

Acabo de hablar con tipos de piel de chocolate y andar pausado, de mirada aguda y lengua cantarina. Acabo de hablar con ellos, con varios cubanos, y no he podido más que disculparme. Todos me preguntaban: "¿Español?", e inmediatamente me espetaban: "¿Pero qué es lo que está haciendo Aznar? ¿Por qué os metéis en la guerra?". Y yo tengo que gastar toda mi saliva en explicarles que no, que es sólo Aznar el que quiere ir a la guerra, que la inmensa mayoría, que la práctica totalidad de los españoles estamos contra la violencia. Y los cubanos me miran mientras me desgañito y se ríen y me dicen: "Si ya lo sé, ya sé que los españoles no seríais capaces de hacer algo así". Y luego añade, por lo bajinis: "Ese Aznar debe ser peor que Fidel".

Un niño de pantalón rojo, camisa blanca y pañuelo azul me cuenta como ven en la isla caribeña el conflicto de Irak: "Es como si tres hombres grandes entran en una clase de niños pequeños y le dicen a uno de ellos: 'Dame el tirachinas o te pego'. Y el niño les da el tirachinas, y los mayores, aún así, le dan una paliza. ¿Es cierto o es falso?". Lo dice con ojos tristes y yo sólo puedo sentir vergüenza de mi propio Gobierno. Que venga a Aznar a explicarle su versión. Yo ni quiero ni puedo hacerlo. A mí sólo me sale silvar aquello de que "para la leche que da la vaca que se la tome el ternero".