Gestionar el fracaso

En una taberna había un viejo pirata con una pata de palo, un garfio en lugar de la mano derecha y un parche en
En una taberna había un viejo pirata con una pata de palo, un garfio en lugar de la mano derecha y un parche en su ojo izquierdo. El tabernero le preguntó en una ocasión por sus marcadas heridas. "La pierna la perdí una vez que caí al mar; justo cuando mis compañeros me subían a bordo un tiburón me la arrancó de un bocado", dijo, y continuó: "La mano me la cortó un enemigo durante un abordaje". Por último, explicó que el ojo lo perdió una vez que miró al cielo y le cayó caca de paloma. "¿Perdiste un ojo por una cagada de paloma?", preguntó, intrigado, el tabernero. El pirata respondió: "Es que era mi primer día con el garfio".

A veces lo peor no es el fracaso. A veces, lo peor es no saber navegar en la tempestad. Que se lo digan a los chicos de Pepu, esos que le dieron la espalda al miedo hasta que el miedo les clavó su puñal. Pudieron ganar la final del Eurobasket aunque no tuvieran su noche, aunque la fortuna jugase en contra, aunque el tufillo a gomina de lujo que venía de las gradas VIPs nublase sus sentidos. Pudieron ganar, pero no supieron gestionar la adversidad, y se clavaron el garfio en el ojo. Así devolvieron el oro a Moscú:

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Tampoco son duchos en este arte de gestionar desgracias en Estados Unidos. Unos terroristas matan un 11 de septiembre a 3.000 estadounidenses y, en su respuesta, el gobierno sacrifica a otros 3.000 norteamericanos para convertir un país atenazado por una cruel dictadura en un país atenazado por una cruel violencia terrorista. Vamos, que esta vez se llevaron el garfio a los dos ojos y por el camino hicieron tantas concesiones a la seguridad que perdieron buena parte de la libertad que tenían. Y es que, como decía Michael Novak: Las dos frases más oídas en Estados Unidos son: "Soy libre, y hago lo que quiero", y "Eso debería estar prohibido". Un magnífico ejemplo de esta teoría es lo que ocurrió durante un debate público en la Universidad de Florida. Un estudiante, Andrew Meyer, creyó ser libre para hacer lo que quisiera, y se le ocurrió preguntarle al ex candidato a la presidencia John Kerry si pertenecía a una de esas absurdas sociedades secretas universitarias a las que se comenta que también pertenece George Bush. Pero las fuerzas de seguridad presentes en el acto entendieron que eso debería estar prohibido y, en una auténtica lección de esa libertad y tolerancia que parece caracterizar el actual momento en Estados Unidos, ocurrió esto:

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En el país de la comida rápida, una de sus grandes usuarias, la megaestrella (por trayectoria y por tamaño) Britney Spears escenifica también una mala gestión del fracaso. La princesa del pop quiso recuperar su trono pero las patas estaban serradas. Reapareció en la MTV con una actuación de tal patetismo que incluso supera a la de Belén Esteban en el carnaval de Tenerife. Un duro divorcio, mala vida, noches locas, sexo desenfrenado, alcohol, drogas, desequilibrios psíquicos, dos años en blanco... demasiado para regresar, como si nada, a un escenario pretendiendo ser lo que eras. Britney hizo el ridículo, pero con un as bajo la manga: su nuevo disco. Nadie en su situación (y menos en un país tan hipócritamente puritano como en el que ella vive) levantaría cabeza. Pero su single arrasa en las listas radiofónicas y parece que la redimirá. Será como la María Magdalena del pop. Ahora bien, para defender a Britney, mejor delegamos en los profesionales como el del siguiente (y último) vídeo, con el que nos despedimos, no sin antes ofrecer una conclusión:

"La oscuridad nos envuelve a todos, pero mientras el sabio tropieza en alguna pared, el ignorante permanece tranquilo en el centro de la estancia". A. France.

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