Galicia, sus poderes y el Gobierno

EL Gobierno del PSOE está siendo objeto de una profunda campaña de descrédito en Galicia, amplifica
Galicia, sus poderes y el Gobierno
EL Gobierno del PSOE está siendo objeto de una profunda campaña de descrédito en Galicia, amplificada por algunos medios y comentaristas, que si bien tiene cierto fundamento, en la medida en que los presupuestos del Estado podrían ser mejores para esta comunidad, adolece de lo que podríamos llamar un mínimo de credibilidad. Bastantes de quienes impulsan y protagonizan esta espectacular campaña contra Rodríguez Zapatero no estarían también bajo sospecha si cuando sucedió la tragedia del Prestige no hubieran mirado para otro lado y, lo que es aún peor, no hubieran consentido, tolerado o bendecido las duras políticas gestuales y presupuestarias del Gobierno del PP, con José María Aznar a la cabeza. En otras palabras: campañas así las pueden hacer personas como los escritores Manuel Rivas y Suso de Toro o la multimillonaria empresaria Rosalía Mera, que dieron la cara contra las políticas del PP y ahora podrían cuestionar las de un PSOE insensible.

PERO las cosas no son así. Este país es lo suficientemente pequeño como para que ya nos conozcamos casi todos, y por ese mismo motivo no son creíbles determinadas declaraciones y proclamas, algunas de las cuales tratan de dejar en fuera de juego incluso al BNG, partido habitualmente denostado por quienes ahora se llenan la boca hablando de Galicia en términos poco menos que apocalípticos.

NI este Gobierno es tan malo ni el anterior era tan "amigo" de Galicia. Digamos que eran --y son-- gobiernos donde el peso y la influencia de Galicia es reducido, en parte por nuestra propia responsabilidad, al no ser capaces de dotarnos de instrumentos eficaces en clave de país.

LOS catalanes no influyen en Madrid por casualidad. Lo hacen por varias vías: es raro el ministerio donde no tienen gente bien colocada, que a la hora de la verdad funciona en clave catalana, y al mismo tiempo, es tradicional que haya políticos catalanes dando apoyo al Gobierno de turno, a cambio de defender los intereses de su comunidad, cuyo peso económico y demográfico ya es en sí mismo un factor a tener muy en cuenta por cualquiera que gobierne.

FRENTE a ese modelo, Galicia tiene una exigua representación política propia en Madrid y los gallegos que están en la Administración central no actúan bajo la coordinación del PSdeG, sino de sus propios intereses o los de determinados barones del socialismo. Por su parte, el pujante lobby gallego de la economía aún adolece de asociaciones o tribunas equiparables a las catalanas, como puede ser el Círculo de Economía.

EN Galicia hay grandes empresarios, incluso gigantescas fortunas -la mayoría producto de espectaculares salidas a Bolsa--, pero hay que hacer muchos esfuerzos para encontrar a alguno que sea capaz de decirle las cosas a la cara al Gobierno, sea del PP o del PSOE. Los esfuerzos del financiero José Luis Méndez y de su Club de Iñás o del editor de La Voz de Galicia Santiago Rey Fernández-Latorre pueden valorarse, del mismo modo que la buena intención del constructor Jacinto Rey de financiar un diario independiente en Galicia, de momento paralizado. Pero no basta con eso, ya que en sociedades avanzadas como la de hoy en día es preciso actuar en red, sobre la base de organizaciones de amplio espectro social y económico, empezando por la propia política.

SI parte del talento y del esfuerzo que dedican algunos a manipular a la gente lo concentrasen en crear una verdadera plataforma de Galicia en Madrid, ajena al lacón con grelos, otro gallo nos cantaría, como dice el tópico refranero. Pero Galicia es como es, dentro y fuera del país. Y Cataluña también. Eso explica las diferencias.