Fraga se pasó con Cuiña

Puede que no haya faltado a la verdad pero es casi seguro que Fraga ha perdido una magnífica oportunidad para cal
Fraga se pasó con Cuiña

Puede que no haya faltado a la verdad pero es casi seguro que Fraga ha perdido una magnífica oportunidad para callarse o contar todo lo que sabe, y no solo una parte. Decir, como asegura en La Voz de Galicia, que Cuiña le “metió en un problema” con Crespo y aprovechar, de paso, para recordar que “desgraciadanente” el político fallecido también se equivocó “en alguna otra cosa”, impacta incluso a quienes fuimos críticos con el caudillo del Deza cuando estaba vivo, y a quien ahora deberíamos dejar todos en paz. Incluido don Manuel.

Ahora bien, como el recuerdo de aquellos tiempos que hace Fraga se detiene en 1999, parece el momento idóneo para contar lo que él no cuenta, pero también sabe. Vamos a ver: preguntado con mucha precisión por el periodista Gonzalo Bareño si cuando se enteró de las irregularidades de Crespo en Galicia informó a Aznar y a Rajoy, Fraga dice que no lo recuerda. Queriéndolo o no, vuelve a meter a Mariano en otro lío, lo cual tampoco le importará mucho, ya que en el fondo a Fraga le encantaría ver de candidato a Gallardón o a Feijóo. Pero no perdamos el hilo. Porque ese hilo no conduce a una persona fallecida, sino a otras que están vivas. Como muy bien sabe don Manuel, una vez que Cuiña despide a Crespo atendiendo la petición que le hizo Palmou, el ahora detenido por el ‘caso Gürtel’ volvió a trabajar a Caixa Galicia, pero tardó poco en marchar a Madrid para seguir operando con el PP. Y no solo con el PP en unos cuantos pueblos de la sierra, sino en el PP donde ya mandaba Rajoy. No solo Cuiña conocía a Pablo, el hijo de Crespo Alfaya, que como todo buen padre intentó ayudar a su heredero. Mariano también conocía de primera mano a Pablo por su padre. Y todos ellos sabían que ya entonces venía por Galicia Correa, del mismo modo que siguió yendo por Génova, ya en compañía de Crespo. Correa era del clan madrileño de Becerril de la Sierra, de donde le viene su conexión con el yerno de Aznar, de cuya boda con Ana Aznar, por cierto, fue testigo. Ahora unos y otros podrán decir lo que quieran, pero puestos a hablar claro hay algo evidente: los métodos de ‘Gürtel’ comienzan a ensayarse en Galicia, ya alrededor del PP; se desarrollan en Madrid, también en torno al PP, y se extienden a Valencia, de nuevo con el PP, gracias a la sucursal que monta El Bigotes.

La pregunta es obligada: ¿por qué si Crespo era el malo en Galicia para Fraga fue en cambio bueno en Madrid durante años? ¿Acaso Rajoy no sabía lo que ya había frenado en seco Palmou? ¿O es que ahora resulta que conocemos a Crespo los que no lo tratábamos y sus conocidos de entonces, en Pontevedra, Vilagarcía, Santiago y Madrid, se han olvidado? Pues claro que no. Del mismo modo que Louzán no puede olvidarse de una empresa de la mujer de Correa ni Diz Guedes, de otra firma de la trama. Les guste o no admitirlo, a Crespo lo mantuvieron Feijóo y Negreira en Portos hasta 2005, siendo Fraga presidente. ¿De qué van algunos ahora? A este paso también se olvidarán de Bárcenas...

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