España, un país federal

La cuestión federal ha sido a menudo en España un tema tabú. Desde el fracaso, en el siglo XIX, de
España, un país federal
La cuestión federal ha sido a menudo en España un tema tabú. Desde el fracaso, en el siglo XIX, de la Primera República y de su proyecto federal, el término federalismo permanece en la memoria histórica del pueblo español como sinónimo de desorden, de anarquía, de cantonalismo y de riesgo de desintegración del Estado. Por eso son contados los políticos que se atreven a hablar del tema. Incluso cuando lo hacen siempre actúan con cautela y remitiendo sus propuestas a un futuro más o menos lejano y en todo caso incierto.

Curioso. Porque en la obra que la Universidad La Sapienza de Roma ha editado con el expresivo título 'Quale, dei tanti federalismi?', el modelo federal español se analiza después del de los Estados Unidos, y antes del belga, el suizo, el alemán o el austriaco. Sin complejos. España es, de hecho, un Estado tan federal como cualquier otro de los Estados federales que hoy existen en el mundo. La diferencia, como diría el ex presidente catalán Pasqual Maragall, estriba en que aún no le llamamos así.

José Juan González Encinar, un cualificado analista del federalismo, lo tuvo siempre claro: la Constitución de 1978 sólo puso los mimbres, el cesto de la organización territorial de Estado se fue haciendo después, de forma gradual, con la aprobación de los distintos estatutos de autonomía. Pero una vez aprobados los estatutos, la forma de organización territorial del Estado español resultó ser sustancialmente idéntica a la de cualquier otro Estado federal. España sería en ese sentido un Estado federal imperfecto, resultado de una evolución del Estado de las autonomías, fruto de una concepción abierta de la Constitución del 78. Lo extraño es que nadie quiera aprovechar todo eso para encauzar el histórico problema territorial de España, donde pocas cosas acaban de cuajar.