Obdulio, motociclismo y Mayeya

Obdulio haciendo sus primeras prácticas de motociclismo
Obdulio haciendo sus primeras prácticas de motociclismo

Nuestro amigo está de lo más entusiasmado por algo que, a él se le antoja, será la decisión más importante de su vida. Por eso me ha hecho llegar el texto de abajo. / Texto de Humor de DosBufones.com 

Obdulio, motociclismo y Mayeya

Ayer vi un programa en televisión que me dejó cautivado. Era sobre lo que aquí en los EE. UU. llaman “clubes de motociclistas”, o sea, esos grupos de señores barbudos y con caras de pocos amigos que uno ve en las carreteras, montados en sus brillantes y sonoras Harley Davidsons. Tan cautivado me quedé, que he decidido unirme a uno de esos clubes y recorrer el país de punta a cabo en busca de aventuras. ¡Nada como sentir el sol en la piel, el viento en la cara y los insectos en los dientes! ¡Eso sí va a ser divertido, chico!

Claro, me faltan algunos detalles para poder unirme a una de esas prestigiosas instituciones del asfalto. Por ejemplo, necesito una Harley y he oído decir que son bastante caras. También necesito un casco, gafas de sol muy cool, botas, y un chaleco de cuero con el nombre de mi club inscrito en la espalda. Y, además, deberé hacerme tatuajes de calaveras, cruces y mujeres desnudas de pies a cabeza, para estar a tono con los demás caballeros de las motos.

Creo que tendré que hacer una inversión de unos cuantos miles de dólares, pero al final estaré listo para incorporarme a cualquiera de las organizaciones de motoristas y así convertir mi vida en una fiesta en dos ruedas cada fin de semana.

Cuando le hablo de mis planes a mi esposa, me dirige una de esas miradas que suele darme cuando me dejo llevar demasiado lejos en mis desvaríos. O por lo menos es lo que piensa mi querida Mayeya. Luego esboza la sonrisita que, indefectiblemente, sigue a la mirada y me dice:

—Te falta un detallito.

—¿Cuál?

—¿Tú por casualidad naciste en algún estado sureño y tus padres eran de rancia estirpe anglosajona?

Me quedo callado durante unos segundos y le contesto con cautelosa valentía:

—No...

—Entonces, ¡aterriza! Ni tú ni yo tenemos nada que ver con esos clubes. ¡Y vete ahora mismo a lavar la loza, que está esperando por ti hace una semana!  

Y así, en un acelerón de medio segundo, mi adorada esposa convierte mis sueños en humo de escape motociclístico.

Tan cruel como puede ser la Mayeya, ¿no? @mundiario

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