Irakere y Lenguaviva: la historia inédita

El gran pianista Chucho Valdés, quien fuera director de  Irakere. 
El gran pianista Chucho Valdés, quien fuera director de Irakere / philarmoniedeparis.fr

Hola, soy Obdulio Duparol y aprovecho que mi amigo Mario está durmiendo para meterme en su columna y contarles algo que le ocurrió en La Habana, años atrás. / Texto de Humor de DosBufones.com 

Irakere y Lenguaviva: la historia inédita

Quizás muchos recuerden a Irakere, la súper-banda cubana de jazz dirigida por el gran Chucho Valdés y por la que pasaron, entre otros, músicos de la talla de Paquito D’Rivera y Arturo Sandoval. Pues resulta que Mario Barros tuvo la oportunidad de grabar con ellos en una ocasión y… pero mejor les cuento.

Creo que fue por 1990, cuando Lenguaviva, el grupo humorístico que mi colega dirigía, era ya bastante conocido en la isla por sus canciones y sketches musicales. Una amiga común, fan del grupo, arregló un encuentro entre el gran Chucho y Mario, porque, al parecer, el legendario pianista quería conocerlo. El encuentro tuvo lugar en el salón donde ensayaba Irakere. Mario llegó, todo ufano y orgulloso, y el gigante del piano le dijo:

—Mira, el humor de ustedes no se parece a nada de lo que hacen otros. Me gustaría que escribieras un número para montarlo con Irakere. Algo que tenga que ver con las suegras, por ejemplo.

Mario se quedó pasmado. ¡Chucho Valdés le estaba pidiendo un tema musical! ¿En serio? ¡Dime tú! ¡Si él no leía música y malamente tocaba la guitarra…! Sólo atinó a preguntarle al maestro si Lenguaviva podía ser parte de la grabación. Chucho le contestó que sí, que por supuesto, no faltaba más.

Mi amigo volvió a su casa levitando.

Esa misma noche, pasada la emoción del encuentro, le hice la visita y le pregunté:

—¿Cómo te fue con Irakere? ¡Cuenta, chico, cuenta! 

Mario me respondió con inesperada frialdad:

—Bien. Pero Chucho quiere que le escriba un número costumbrista y tú sabes que eso no es lo nuestro. La onda de Lenguaviva es la sátira social, con una pizca de política. ¡No voy a rebajarme a escribir una canción sobre suegras!

Me quedé patidifuso al oír aquello. ¡El tipo iba a perder la oportunidad de grabar con una de las bandas de jazz más famosas del mundo…! “¿Serás tonto?”, pensé. Y, con la misma, lo dejé con la palabra en la boca y no le volví a hablar en un mes.

Más tarde hicimos las paces y el tiempo me demostró que las cosas tienen su razón de ser. Mi amigo fue consecuente con sus principios estéticos, nunca llegó a escribir la canción de las suegras, y continuó haciendo lo suyo, feliz como una lombriz. No obstante, pienso que no tiene perdón de Dios que haya dejado pasar aquella oportunidad. ¡Era pa colgarlo de una guásima, chico!

—¡Tan idiota…!

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