Elías Azulay: "La felicidad es una expresión de nuestra genética, en cambio, el bienestar posee un componente ambiental"

Elías Azulay. / Cedida
Elías Azulay. / Cedida

Para que nos dé su visión sobre la felicidad, hemos convocado a Elías Azulay, investigador principal en Jacobson, Steinberg & Goldman y ponente en el próximo World Happiness Fest que se celebrará en Madrid desde el 16 al 21 de Marzo.

Elías Azulay: "La felicidad es una expresión de nuestra genética, en cambio, el bienestar posee un componente ambiental"

Sabemos que resulta muy difícil aportar una definición sobre un concepto tan universal y tan subjetivo como la felicidad, ya que “cada cual la siente con una intensidad, intermitencia y amplitud diferentes. Además, ésta permanece oculta hasta que se expresa ante una serie de estímulos muy variados. Por ello, para describir la felicidad percibida tendríamos que realizar una descripción de cada persona”, comenta Elías Azulay, investigador en la Cátedra Innovación de la Universidad Politécnica de Valencia y colaborador en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) en gestión del talento, organización y equipos de trabajo.

Para hablar sobre la felicidad, está la opción de provocar cierta sensibilización emocional a través de palabras e imágenes cuyas connotaciones nos trasladen a una situación agradable. “Ya sabe, la risa es contagiosa, pero también lo son los bostezos. Como sabrá, la felicidad no es lo opuesto a la tristeza, ya que si así fuera echaríamos de menos a la alegría. De hecho, existe un profundo debate sobre si la felicidad es una emoción o un sentimiento, pero lo cierto es que una emoción básica no posee el factor cognitivo, mientras que un sentimiento sí. Como puede observar, después de darle un par de vueltas, estamos donde estábamos”, comenta Azulay.

Lo cierto es que estamos ante un enfoque poco usual cuando nos referimos a la felicidad. En este caso se trata de una visión tecnológica sobre la que el investigador Azulay trabaja desde hace años.

— En algunas publicaciones usted ha comentado que la felicidad es pura genética. ¿Nos podría decir algo más al respecto?

—  Como bien sabe, todos pertenecemos a la especia humana, lo cual significa que compartimos bases moleculares que son precursoras de nuestra forma de ser y estar. Los culpables son los más de 20.000 genes codificantes repartidos en 23 pares de cromosomas que escriben el destino de cada una de nuestras células, redactando a su vez el libro de nuestras vidas. Por ello, somos tan parecidos como diferentes.

— Hasta ahora nadie se atrevía a relacionar la biología molecular con el comportamiento, las emociones, la felicidad… ¿Cómo surge esta nueva línea de investigación?

 — En 1906, cuando Santiago Ramón y Cajal fue galardonado con el premio Nobel de Medicina y Fisiología por el desarrollo de la Doctrina Neuronal, ya se intuía aquello que en 1980 se conocía y que desde el año 2000 ya nadie discute. Este secreto a voces no es otro que todo lo que sentimos, pensamos, aprendemos y hacemos está regido por el sistema neurotransmisor o sináptico. Este sistema está compuesto por más de 80.000 millones de neuronas que no se enlazan por vecindad sino cumpliendo escrupulosamente las órdenes marcadas desde su ADN y ejecutadas por el ARN. Las neuronas se comunican a través de unos cuantos neurotransmisores que generan miles de millones de combinaciones excitatorias e inhibidoras que son las verdaderas responsables de nuestras emociones y sentimientos.

— Entonces, ¿cuál es el origen de la felicidad?

— Buscando su origen, nos encontramos con que se trata del estado mental que obedece al equilibrio neuromodulador cuando éste oscila armoniosamente. Por ello, la felicidad es interior, subjetiva y efímera. Por ello, entendemos que la felicidad es una expresión de nuestra genética. En cambio, el bienestar posee un componente ambiental que nos lleva a un análisis epigenético. Digamos que teóricamente una persona puede ser feliz independientemente de sentir bienestar, pero si los demás están bien, probablemente alimenten nuestra felicidad y con ello, nuestro propio bienestar.

— Partiendo de la base de que conocemos el origen de la felicidad, ¿se puede medir?

— Para medir la felicidad de forma exacta sería necesaria una analítica cuantitativa y cualitativa de la liberación de los diferentes neurotransmisores y además, en tiempo real. Ya le digo que esto es, a día de hoy, imposible. No existe neuroimagen capaz de detectar estos flujos y si la hubiese en un futuro, dichos caudales serían relativos a cada individuo y nunca se podrían tomar como valores absolutos a comparar. Por ello, la única tecnología conocida capaz de aportar un patrón numérico al comportamiento emocional es la tecnología algorítmica ADNe, la cual replica el modelo sináptico y sus correspondencias, evaluando su intensidad, combinatoria y flexibilidad, calculando así el nivel de felicidad de las personas.

— Nos gustaría saber si somos felices. ¿Realmente lo somos?

— En términos generales y después de evaluar más de 350.000 muestras localizadas en el ámbito universitario y empresarial, podemos aportar que el dato promedio de felicidad se encuentra en 0.73, en una escala de 0 a 1. Lo cierto es que en diferentes experimentaciones hemos podido observar que en dependencia del sistema sináptico individual, el mismo entorno ofrecía diversas tasas de bienestar en diferentes personas. En estos casos concretos, aproximadamente el 60% obtenía una tasa superior de bienestar con respecto a su felicidad, el 35% alcanzó una tasa inferior y un 5% se mantuvo inalterable.

— Pero, ¿para qué sirve medir la felicidad si no tenemos la fórmula o el método para que una persona la incremente y la disfrute?

— A esta pregunta respondió la Dra. Paloma Fuentes cuando me propuso formular las 20 herramientas o palancas de la felicidad, tales como el autocuidado, el perdón, la tranquilidad o la generosidad. Su propuesta es agruparlas en 4 bloques o estados permanentemente comunicados que van nutriéndose unos a otros con diferente ponderación. La Dra. Fuentes destaca estos 4 bloques como Sano, Consciente, Coherente y Flexible, los cuales hay que alimentar, entrenar y desarrollar.

— Para finalizar, ¿todo el mundo puede ser feliz?

— Como bien sabe, una cosa es medir la felicidad y otra muy diferente, alcanzarla. Esto sería como exigirle a un termómetro que curase la gripe por el hecho de medir la fiebre. Para incrementar la felicidad de las personas es necesaria una actividad dual. Por un lado, ser consciente de cómo somos y por otro, generar un entorno interactivo que facilite su evolución.

El próximo día 18 de Marzo, jornada reservada para la Tecnología aplicada a la Felicidad y al Bienestar, Elías Azulay nos explicará cómo funciona el algoritmo de la felicidad. @mundiario

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