La muerte de la actriz porno August Ames expresa la banalidad de nuestras vidas

August Ames./ Vixen.com
August Ames./ Vixen.com

La muerte en "extrañas circunstancias" de la joven August Ames demuestra que hay declives más previsibles que otros en este diablo mundo.

La muerte de la actriz porno August Ames expresa la banalidad de nuestras vidas

La vida de muchos actores y actrices porno ha estado marcada por una clase de maltrato profesional que los ha conducido, por desgracia, a su exterminio, a veces lento, otras veces, la mayoría, fugaz y repentino.  Hay algo terrible y tierno en la muerte de August que la hace más pura y compasiva. Veintitrés años y miles de vídeos colgados en páginas web, un ídolo que ha sido capaz de unir a varias generaciones a través de ese retiro espiritual  que es el onanismo. Su imaginario a través de su book de vídeos y su repertorio de fotos y wallpapers le concederán una triste, pero inexorable eternidad.

Futuras generaciones seguirán apegadas a la fuerza de sus ojos, a su seductora y desbocada manera de sentir que el placer es un dios aunque se finja. Lo que hace que muertes como la de August resulten tan conmovedoras, no solo es su juventud, sino su periferia de terciopelo y leyendas urbanas, su belleza de poliester, su rebelde manera de enfocar el presente a través de la pornografía, un tabú tan censurado como necesario en una sociedad donde sexo y consumo son igualmente instintivos y rentables.

Arguyen que la causa de la muerte en "esas extrañas circunstancias" (de regreso al tabú) ha sido el acoso que recibía la actriz a través de las redes sociales. Eso hace todavía más premonitoria la desaparición de Ames, porque es la constatación de que nuestra sociedad ha optado por nuevas maneras de autodestrucción. Lo virtual comienza a ser tan tangible y creíble como ponerse frente a un tren de mercancías, donde lo vivido a través de un móvil adquiere la credibilidad de un golpe mayúsculo, de un desahucio o de una enfermedad congénita.

Sus lésbicos y heteros seguirán circulando por la red como testimonio febril de que su desaparición física no es su desaparición cibernética. Sus enemigos tendrán que seguir aguantándola, arrostrar el peso de la culpa y saber que, en cierto modo, la han mitificado. Porque las divas son las que mandan en este mundo. De hecho, para muchos son su único mundo.

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