El Ensanche hizo posible conocer #ElOrigenDeLaSed

Javier González Méndez y su banda en El Ensanche de Vigo. / Mundiario
Javier González Méndez y su banda en El Ensanche de Vigo. / Mundiario

No me olvido de esos dos artistas geniales, Tony Lomba y Miguel Costas, que me han hecho el inolvidable regalo y el inmenso honor de compartir conmigo el escenario, en esa noche del viernes, 19 de mayo, ante la que solo puedo exclamar: ¡qué noche la de aquel día!

El Ensanche hizo posible conocer #ElOrigenDeLaSed

Termina el concierto a medida que resuenan los ecos postreros de los platillos de nuestro batería marcando el final de un bis de “Anochecer con dos lunas”. Empezó en los últimos minutos de un viernes y cruzó la frontera del tiempo hasta una hora y algo más de la madrugada del sábado. Archivo en mi disco duro las expresiones de los rostros de Miro Millara, Guillermo Pampillón, Benito Piñeiro, Carlos Eguía, Quique Alonso, Carlos Javoy, Alexander Torres, Roma González Caicoya, Ana Gentil y Nuria González Caicoya, todos ellos reflejando la agridulce y motivadora impresión de que había resultado mejor de los que esperábamos, tras tan escasos días de ensayo, y que sentaba las bases para que todo pueda progresar adecuadamente con el tiempo de perfeccionamiento y sincronía que nos separa del próximo directo. Me adentro, pues, en el Día Después, convencido de que la presentación de #ElOrigenDeLaSed no ha sido el principio del final, sino el final del principio. Si el público nos da nuevas oportunidades, si los mecenas públicos y privados nos conceden un hueco en sus programaciones musicales de los meses que nos preceden, vislumbro una prolífica posibilidad de que podamos hacer camino al andar, o sea, al interpretar de escenario en escenario un repertorio de música y letras que, en mi más humilde y sincera opinión, cuanto más se escuchen más significados distintos y distantes pueden aportar a los más exigentes y los más transigentes potenciales oyentes.

Han quedado grabadas en mi retina metafísica las caras de muchos amigos, Álvaro y Loreto, José Luis y María, mi Rafa y su indestructible madre coraje, Isma y Sam, San y Mary, Dani, Maribel y su joven, indolente y seductor hijo Nacho, rebelde con causa y sin ella, Corina y su caballero lusitano, Carlos y su mágica, generosa y magistral cámara fotográfica, mi Manjón y mi Macías, Rafa y Lilí, Paula, Rita y Darío, Chere y Ramón, Bague y su dama, Merche y Carlota, Chiqui, Nardo y Santiago, Fernada, Charo y Pilar, Juan Alberto, Pablo y Carmen, Diogo, Kika y sus encantadores amigos portuenses que, junto a Carlos y Cristina, representaron la confraternidad luso-española entre el generoso auditorio, Bea, Santi, Isabel y Sonia, mis tres mosqueteros/as con su trascendental D´Artagnan en las redes sociales, Lola y varios compañeros y compañeras de fatigas en el SEPE, Marta y Cuchi (amigas perdidas en el tiempo y recuperadas en El Ensanche). Sabía, también, que podía contar con la presencia de hermanos, hermanas y familiares, siempre al pie del cañón, siempre inasequibles al desaliento. He contado con la presencia entrañable de mis dos únicas “chicas de ayer” y la genuina “chica de hoy” a la que, algún día, le compondré una réplica que volará hacia ella como el poema de Serrat dedicado a Lucía. Quizá no estaban todos los que son, pero eran todos los que estaban. Y a todos ellos, presentes y ausentes, les agradezco que hayan acudido al concierto o lo hayan intentado hasta última hora por mí y mis delirios musicales. Solo que, para el próximo, cuando llegue el próximo, si acuden todos ellos o tan solo una parte, me seguiría emocionando que lo hiciesen por mi, pero también por la calidad del sonido de la banda y el placer de ahondar en mis melodías y las historias que intentan reflejar en las letras, mediante alegorías cotidianas, las inconfesables e insaciables etapas de sed que nos produce a los seres humanos ese viaje al que llamamos la vida. Esto no habría sido posible sin la oportunidad que me han brindado Jesús Vaquero y su equipo de colaboradores (técnicos de sonido, responsables de las barras, promotores del evento, etc.) en los menesteres de El Ensanche. En esta ocasión han apostado generosamente por mi banda y por mí con pocas expectativas y a fondo perdido. En la próxima, si hay próxima, claro, me queda la esperanza de que me dejen volver a pisar su ya legendario escenario convencidos de que el producto, por entonces mucho más elaborado, está a la altura del ilustre elenco de artistas con los que habitualmente seducen a su fiel y leal clientela.

No me olvido de esos dos artistas geniales, Tony Lomba y Miguel Costas, que me han hecho el inolvidable regalo y el inmenso honor de compartir conmigo el escenario, en esa noche del viernes, 19 de mayo, ante la que solo puedo exclamar: ¡qué noche la de aquel día!

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