Inmejorable posición de Galicia para adoptar rápidamente un nuevo modelo turístico

Ribeira Sacra. / Xurxo Lobato
Ribeira Sacra. / Xurxo Lobato
Toca afrontar el reto de desarrollar un nuevo modelo turístico, un modelo que no debe obsesionarse por el crecimiento por el crecimiento como fuente de bienestar. El bienestar no solo es producción y más Producto Interior Bruto (PIB).
Inmejorable posición de Galicia para adoptar rápidamente un nuevo modelo turístico

¿Necesita Galicia un nuevo modelo turístico? Finalizado el verano, la urgencia sanitaria vuelve a ser la principal prioridad. También ahora, todos somos más conscientes de la necesidad de mantener, dentro de lo posible, la actividad económica y social, y volver a cierta “normalidad”. Sin embargo, la urgente necesidad de reactivar nuestra economía no debe ser excusa para no hacer un alto en el camino, sentarnos en el “rincón de pensar”, y coordinar mejor la atención sanitaria con la necesaria recuperación económica. En la recuperación de la ultima crisis económica, la actividad turística fue uno de los principales protagonistas. El débil crecimiento económico en Galicia durante el periodo 2008-2019 (un reducido 0,3% anual), sería posiblemente negativo sin la dinámica expansiva de la actividad turística (la tasa de crecimiento anual acumulativa del turismo internacional durante este periodo fue del 4,5%, valor similar al observado a nivel mundial). 

El turismo se ha convertido en un factor esencial para explicar la recuperación económica mundial, pero no sólo eso. Como se ha demostrado a lo largo de la historia, el turismo es un facilitador importantísimo del intercambio cultural, del entendimiento entre los pueblos, de la preservación de la paz, de la lucha contra la discriminación, de la defensa del patrimonio material e inmaterial e incluso de sostenibilidad medioambiental y la defensa de la biodiversidad.

¿Podrá seguir jugando el turismo el mismo papel que hasta ahora? ¿Será el caballo ganador por el que debemos apostar? Analizando algunas de las respuestas de las autoridades nacionales e internacionales durante este último verano parece que la respuesta es rotundamente sí a ambas cuestiones. Sin embargo, la apuesta debe, al menos, matizarse. 

La pandemia ha golpeado duramente a dos elementos esenciales de la actividad turística. No es posible el turismo con distancia social y sin movilidad. Por eso, en esta ocasión el turismo no podrá ejercer de motor de la recuperación económica, al menos hasta que la situación sanitaria este totalmente controlada, y deberá conformarse con ejercer un papel de acompañante. A medida que recobremos la seguridad sanitaria, no sea necesaria la distancia social y podamos eliminar las restricciones de movilidad, recuperaremos la actividad turística nacional e internacional. Sin embargo, esta recuperación no será inmediata y las voces de los expertos la sitúan no antes de dos años y medio, e incluso en muchos casos pronostican que podría retrasarse hasta cuatro años volver al nivel de flujos turísticos pre-Covid. 

Por tanto, parece que estamos ante un momento oportuno para reflexionar sobre el modelo de desarrollo turístico vigente hasta ahora. De hecho, a finales de 2019 existían ya numerosos argumentos que ponían en duda la sostenibilidad social de la actividad turística tal como se estaba desarrollando. La “vergüenza a volar”, movimiento que surge en Suecia, propone la necesidad de considerar la huella de carbono del transporte aéreo, y en consecuencia buscar alternativas. El movimiento se ha extendido rápidamente por el Norte de Europa, Holanda, Alemania, Francia y Norte América y amenazaba con frenar el crecimiento exponencial de los viajes en avión. También en los últimos años, son cada vez más numerosas las voces, no solo en Europa, que exigen limitar la expansión turística por la sobredemanda observada en algunos puntos calientes. El modelo parece mostrar síntomas de agotamiento, algo que no debe olvidarse en el fragor de la lucha contra la pandemia.

Galicia está en una inmejorable posición para adoptar rápidamente un nuevo modelo turístico. Un modelo que debe priorizar la sostenibilidad social y medioambiental y que debe apostar por actividades con puestos de trabajo de mayor valor añadido, y por supuesto, por la innovación y digitalización. Ejemplos no nos faltan a lo largo de la geografía gallega, pero su generalización requiere un esfuerzo de armonización y coordinación entre todos los agentes implicados que por el momento parece difícil de alcanzar. 

Las crisis favorecen los cambios, no podemos desaprovechar esta oportunidad. Debemos responder al reto y no esperar que todo vuelva a su situación anterior (¿alguien cree que los viajes de negocio y trabajo serán en el futuro próximo igual que antes?, ¿que la movilidad en avión volverá a crecer exponencialmente?). Podemos y debemos anticipar los cambios, las tendencias que ya estaban en camino, y que esta crisis solo ha suspendido momentáneamente. Toca afrontar el reto de desarrollar un nuevo modelo turístico, un modelo que no debe obsesionarse por el crecimiento por el crecimiento como fuente de bienestar. El bienestar no solo es producción y más Producto Interior Bruto (PIB). El bienestar también es la cohesión social, la igualdad social, el medioambiente, los recursos naturales, la cultura, el arte; hay muchos elementos que contribuye a la felicidad de la sociedad y que están vinculados estrechamente al desarrollo turístico. 

Un último apunte: la lentitud en la toma de decisiones, igual que ocurre con la pandemia, supone incrementar el daño de forma exponencial. Comencemos a caminar, no podemos estar anestesiados esperando la vuelta a la realidad anterior. @mundiario

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