Las claves de la transformación industrial de Galicia: ¿seguidora o líder?

Centro de Control Logístico de Seat en su fábrica de Barcelona. / Seat Oficial
Centro de Control Logístico de Seat en su fábrica de Barcelona. / Seat Oficial
La industria agroalimentaria, la forestal, la energética limpia, la farmacéutica, la nanotecnológica, el motor, la informática, la inteligencia artificial son solo algunos de los sectores productivos donde Galicia tiene ventajas comparativas y competitivas, que pueden protagonizar ciclos productivos completos.
Las claves de la transformación industrial de Galicia: ¿seguidora o líder?

A menudo se buscan justificaciones simples para explicar realidades complejas. La crisis industrial de Galicia o, en realidad, su transición silenciosa no es homogénea, como tampoco lo es su configuración, que responde a tres generaciones distintas. La primera de ellas, nacida al amparo del Plan de Estabilización, está compuesta por una industria de enclave, pesada, intensiva en el uso de factores de producción y altamente contaminante, que produce inputs intermedios sujetos a una intensa competencia internacional. Esta realidad convive con la segunda generación, nacida a partir de los ochenta, volcada hacia la fabricación de bienes finales y apoyada en sectores tradicionales como la industria textil, la agroalimentaria, la química o la automovilística, que han tenido procesos de modernización y adaptación a las nuevas exigencias del mercado.  La tercera, la más incipiente, nace imbricada a sectores de alto valor añadido, sustentada con energía verde y basada en la digitalización e innovación. 

Este proceso, que puede parecer evolutivo, en realidad no lo es, las distintas generaciones industriales se superponen como capas de una cebolla. Esta circunstancia y una política industrial a veces errática, otras ausente, ha provocado una falta de previsión ante la evolución natural y conocida de algunos sectores que, necesariamente, han de morir. Esas actividades altamente contaminantes que dominan la primera generación industrial están predestinados a desaparecer, fundamentalmente porque no se ha hecho nada para actualizarlas, aunque quizás ese no sea siquiera el mayor drama, protagonizado por una ausencia de remuda equivalente. Antes de 2030 habrán echado el cierre empresas como Ferroatlántica, Isowat, Poligal, Endesa en As Pontes, Naturgy en Meirama y otras muchas a las que, parece, el proceso de descarbonización las haya cogido por sorpresa.

Sería muy generoso pensar que el despiste es el común denominador que aboca a la ruina a sectores empresariales altamente dimensionados, internacionalizados y con potentes aparatos de gestión, pero no es esto. Más bien todo apunta a que el desentendimiento y la falta de apuesta del sector público por un tejido industrial sólido haya derivado en esta situación. ¿Por qué nadie se ha preocupado en anclar estas industrias al territorio?, ¿Por qué el sector público en lugar de dedicarse a regar durante años a estas empresas con subvenciones a fondo perdido no ha pasado a formar parte de su capital? ¿Por qué nadie les ha exigido las reformas necesarias para seguir produciendo con nuevos sistemas poco contaminantes? O ¿ Por qué no se promueve el cierre del ciclo productivo dentro de la Comunidad Autónoma? Estos son solo algunos de los interrogantes que no permiten dar una respuesta tan simple como que es la Covid-19 o la falta de un estatuto para las electrointensivas lo que aboca al cierre a Alcoa. Lamentablemente la explicación es más compleja.

Galicia no puede seguir basando su pilar industrial en un abastecimiento barato de energía o mano de obra, sino que debe saber poner en valor sus factores de producción. La desindustrialización que se constata clama por una reacción inmediata que apueste por reforzar los sectores estratégicos -imprescindibles- y los tractores -que tiene efectos de arrastre hacia atrás y hacia delante-. La industria agroalimentaria, la forestal, la energética limpia, la farmacéutica, la nanotecnológica, el motor, la informática, la inteligencia artificial son solo algunos de los sectores productivos donde tiene ventajas comparativas y competitivas, que pueden protagonizar ciclos productivos completos, alejados de decisiones incontrolables internamente y dependientes del vaivén de las cadenas globales de valor. 

Es el momento, porque no se hizo antes y no hay tiempo que perder, de introducir una revolución valiente en el sistema productivo industrial que apueste desde la administración, pero sobre todo desde un sector privado conectado con la universidad, por el futuro que, como apuntaba Steve Jobs “solo puede unir los puntos mirando hacia atrás, pero es la innovación la que distingue al líder del seguidor y… si se comenten errores lo mejor es admitirlo rápidamente para cambiar el rumbo”. Efectivamente, se han cometido errores, hay que cambiar el rumbo y ya se está tardando, por ejemplo, en reinventar el IGAPE, en articular mecanismos de evaluación de proyectos públicos, en agitar al tejido económico y social para, entre todos, tomar las riendas de la industria con potencial de futuro. El diagnóstico es claro, ¿hay alguien dispuesto a administrar el tratamiento? @mundiario

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