Tanto el Presidente de la Xunta como los líderes de la Oposición se limitaron a cubrir el trámite

Alberto Núñez Feijóo, de pie en su escaño del Parlamento de Galicia. / Mundiario
Alberto Núñez Feijóo, de pie en su escaño del Parlamento de Galicia. / Mundiario

En realidad no se jugaban casi nada que justificase echar mucha leña al fuego ni mucho menos poner toda la carne en el asador.

Tanto el Presidente de la Xunta como los líderes de la Oposición se limitaron a cubrir el trámite

Acudieron como con desgana. No lo disimularon. Se notó y mucho que tanto el presidente de la Xunta como los líderes de la oposición, esta vez como otras, se limitaron a cubrir el trámite. Ni Feijóo, ni Pontón, ni Caballero tenían especial interés en confrontar en el debate de política general. Por las circunstancias personales, por el momento político general y/o por la situación interna de sus partidos, hubieran preferido ahorrarse las energías empleadas en la preparación y desarrollo de las intervenciones y las muchas horas de calentar escaño a las que obligan este tipo de sesiones parlamentarias, de corta tradición en España –y no digamos en Galicia– y de las que poco se suele sacar en limpio. En realidad no se jugaban casi nada que justificase echar mucha leña al fuego ni mucho menos poner toda la carne en el asador. De lo que se trataba, si acaso, era de no salir quemado. Aunque no quedase otro remedio que echarse al agua, en esta ocasión lo suyo era poner más empeño en guardar la ropa que en nadar.

No hay procesos electorales a la vista (para la próxima cita con las urnas, las municipales, faltan casi dos años) y se nota, no sólo en el tono casino empleado por tirios y troyanos, muy lejos de la dureza habitual en las sesiones de control o en los debates monográficos, sino en la escasez y falta de concreción de ideas y propuestas con las que captar el interés y motivar a los ciudadanos en general y hasta a la clientela de cada cual. Arriesgaron lo mínimo en sus planteamientos para no alimentar debates inconvenientes. De ahí el escaso calado tanto ideológico como estratégico de los discursos en los que nadie quiso ir más lejos de lo que debía, aunque inevitablemente tuviera que marcar territorio ante los afines y los de enfrente. Por ahí tampoco hubo sorpresas. Volvió a quedar claro que al PP solo le vale la mayoría absoluta porque PSOE y BNG están condenados a entenderse aunque lo suyo sea siempre un matrimonio de conveniencia. 

La oposición no puede permitirse el lujo de gastar su pólvora en salvas. Está en un momento delicado. Gonzalo Caballero afronta un proceso de primarias que lo puede apear del liderazgo del Pesedegá. Un potente aunque nada homogéneo sector crítico se moviliza estos días para que el presidente de la Diputación coruñesa, González Formoso, pase a ser la cabeza visible y próximo candidato de los socialistas gallegos a la Xunta (el quinto al que se enfrentaría Feijóo si opta a un nuevo mandato). Es una batalla a cara de perro en la que Caballero tiene puestas todas sus energías. No le queda otra. Mientras, Ana Pontón prepara a fondo la próxima asamblea de la que tiene que salir, bajo su égida, un Benegá aggiornado, con vocación de mayoría social y auténticamente convencido de sus posibilidades de gobernar Galicia. Es el ahora o tal vez nunca. 

Y, como le sobran tablas, Feijóo sabe que no necesita emplearse a fondo para salir airoso, si no claro ganador, de este tipo de envites. Con dos o tres compromisos en forma de anuncios que generen otros tantos titulares le basta para salir del paso. Un mínimo de habilidad retórica es suficiente para echar unos cuantos balones fuera sin que se note demasiado. Y nada de centrarlos para que los rematen. Cuando se es gobierno, la clave está en jugar el propio partido  y no entrar en ningún caso en el juego de los oponentes, que, por ser oposición, han de salir al ataque, asumiendo riesgos, como los equipos que parten con desventaja en el marcador. Así suele funcionar la política, en la que, como sucede en el fútbol, para la propia hinchada y para la afición en general, no cabe el empate. Siempre habrá un ganador, aunque en realidad no haya nada en juego. @mundiario

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