En el primer Parlamento de Galicia había tres mujeres y en el segundo solo una

Sesión constitutiva del primer Parlamento de Galicia en el Pazo de Xelmírez. / El Correo Gallego
Sesión constitutiva del primer Parlamento de Galicia en el Pazo de Xelmírez. / El Correo Gallego
Enma González Bermello, Flora Veiga Aldariz y María del Carmen Lovelle Alén, las tres conservadoras, no tenían conciencia feminista, pero ayudaron a abrir camino hacia la igualdad.
En el primer Parlamento de Galicia había tres mujeres y en el segundo solo una

Solamente tres de los setenta y un escaños del primer Parlamento de Galicia fueron ocupados por mujeres. Todas en las filas conservadoras. Dos en el grupo de UCD y una en Alianza Popular: Enma González Bermello, Flora Veiga Aldariz y María del Carmen Lovelle Alén. Tenían bastante en común, más allá de la afinidad ideológica, y desde el primer momento se estableció entre ellas una cierta complicidad. Porque no lo tenían nada fácil al irrumpir, desde una posición casi testimonial, en un mundo tan masculinizado como era entonces la política. Aquello no les marcó, ni fue tan duro como podría pensarse, pero tuvieron que soportar actitudes (y sobre todo comentarios) machistas que hoy serían inadmisibles. Su papel parlamentario no fue en ningún caso relevante, aunque su presencia en Xelmírez y Fonseca supuso mucho más que una nota de color, si bien aún hoy no se reconoce como sería de justicia la relevancia de unas pioneras que, sin conciencia feminista, ayudaron a abrir camino hacia la plena igualdad.

Para la historia de la política gallega queda el simbólico gesto de Enma González, que decidió tomar posesión de su escaño vestida con un traje tradicional de gala. El detalle fue más del agrado de los nacionalistas que de sus propios compañeros de grupo. Ella no era una recién llegada a vida pública.Tenía experiencia en el ámbito municipal. Fue la primera alcaldesa de Vigo y de Galicia. Accedió a la alcaldía en plena transición por la dimisión de Joaquín García Picher y le correspondió ceder el bastón de mando al socialista Manuel Soto tras las primeras elecciones democráticas, en 1979. Galleguista, conservadora pero moderada, se integró en UCD porque simpatizaba con el centrismo y con Adolfo Suárez. Se pasó a AP y en la segunda legislatura secundó a Xosé Luís Barreiro en el golpe contra el presiente Gerardo Fernández Albor posibilitando con ello que prosperase la moción de censura. Tras aquel episodio abandonó la política para centrarse en un negocio familiar. Murió en 2014.

Maricarmen Lovelle, la más joven de las tres primeras diputadas gallegas, ourensana, profesora de EGB, también provenía de la política local, a la que se incorporó un año antes de la muerte de Franco. Había sido alcaldesa de Verín y era concejala cuando concurrió a las elecciones del 20-O en las listas de Alianza Popular. También, sin abandonar el Parlamento gallego, sería la primera senadora de AP cuando por entonces el PSOE tenía ya once en su grupo. En el Senado puso fin en 1986 a esa primera etapa de su vida política, de la que reconoce haber salido un tanto decepcionada tras una traumática ruptura con su hasta entonces referente político, Manuel Fraga. De ese desencanto surge, sin embargo, el retorno a la primera fila de la vida pública, en 1989, de la mano de José María Ruiz Mateos. Colaboró con el polémico empresario en distintos ámbitos, hasta llegar a ser vicepresidenta del Rayo Vallecano y directora de una radio también vinculada a la familia.

Flora Veiga no tenía vocación política. Su mundo era la enseñanza. Había sido delegada provincial de Educación en Ourense y Lugo y a las tareas educativa estaba consagrada  cuando dio el salto al Parlamento gallego. Fue diputada autonómica solo durante año y medio. Cuando la UCD se desintegró no quiso embarcarse como algunos de sus compañeros en Coalición Galega ni incorporarse a AP. Decidió volver a su actividad profesional como inspectora educativa y a su vida familiar. Murió joven, antes de cumplir los 60 años. Al renunciar a su escaño, la sustituyó un hombre, por lo que al final de aquella primera legislatura solo quedaban dos mujeres. Y la cosa fue a peor. De las segundas elecciones autonómicas, las de 1985, únicamente salió electa una diputada, precisamente Enma González, por esa y otras razones, una política singular, de las que por entonces no abundaban. @mundiario

Comentarios