Nadie echa de menos a una patronal gallega descabezada, que precisa resetearse

Sede de la Confederación de Empresarios de Galicia. / Mundiario
Sede de la Confederación de Empresarios de Galicia. / Mundiario
Puede que no baste con reformar los estatutos para garantizar la gobernabilidad de la organización y con que el futuro presidente tenga capacidad de decisión propia sin estar permanentemente a lo que le dicten las entidades provinciales. Hay quien propone refundar la CEG.
Nadie echa de menos a una patronal gallega descabezada, que precisa resetearse

Lo más grave de que la patronal gallega lleve dos años sin cabeza visible es que parece no importarle a nadie. No inquieta a los propios empresarios, ni a las administraciones, ni a los sindicatos. Mucho menos al ciudadano de a pié. Así la cosa, se podría pensar que la organización empresarial, al menos la regional, es perfectamente prescindible en el ámbito de la representatividad y de la interlocución social. Nadie la echa en falta. Por eso lo de elegir un nuevo presidente y cubrir la vacante del dimitido Antón Arias se lo toman con toda la calma del mundo. Entre tanto la Confederación Empresarial de Galicia (CEG) funciona por pura inercia, al ralentí. A falta de dirección efectiva, la maneja el cuadro de personal, que se limita a gestionar el día a día, o sea, a cubrir el expediente, y sin hacer mucho ruido.

Quienes desde luego no echan de menos que la CEG tenga un presidente son las confederaciones provinciales, que siguen funcionando con normalidad. Alguna de ellas, en concreto la de Pontevedra, tiene a gala haberse desvinculado de la gallega argumentando su disconformidad con la gestión económica y los retrasos, que creen injustificados, en la rendición de cuentas. Jorge Cebreiros proclamó la república independiente del empresariado pontevedrés. Y en Lugo otro tanto de lo mismo, con el añadido de la profesionalización de su cúpula, lo cual le permite una gestión muy ágil y casi autónoma, que elimina las fricciones personalistas o sectoriales.

Mientras tanto, con la CEG descabezada, en los juzgados está pendiente de celebrar el juicio por el "agujero" de casi siete millones de euros en la cuentas de la entidad, en relación con el presunto cobro fraudulento de subvenciones públicas, un caso que se remonta veinte años atrás, cuando la presidía el desaparecido Antonio Ramilo. No hace mucho, la confederación también tuvo que devolver a la Xunta el medio millón que le reclamaba por no haber usado adecuadamente el dinero que recibió por un plan de promoción exterior. Esa maraña de problemas judiciales, a mayores de la reciente historia de intrigas, luchas internas, zancadillas, etc, con tres efímeros presidentes en menos de cinco años, son factores que desaniman a cualquiera que tuviera la tentación de dar un paso adelante para asumir la representación del empresariado gallego.

Puede que no baste con reformar los estatutos para garantizar la gobernabilidad de la organización y con que el futuro presidente tenga capacidad de decisión propia sin estar permanentemente a lo que le dicten las entidades provinciales. Hay quien propone refundar la CEG, con todas las consecuencias. Resetear el proyecto para poder empezar de cero. Eso supondría incluso la eliminación (o al menos la reducción) de la actual estructura organizativa y de personal. Se trata de que la futura institución representativa del empresariado gallego no nazca lastrada por lo que fue en el pasado. Más que de ponerse al día o de crear una confederación 4.0, se trata en definitiva de morir para renovarse. No queda otra. @mundiario

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