Murió con las cuentas puestas

Valeriano Martínez. / Mundiario
Valeriano Martínez. / Mundiario
Ha muerto Valeriano Martínez, una persona de absoluta confianza de Feijóo. Sus trayectorias profesionales y políticas han ido casi siempre unidas o en paralelo. Hasta este miércoles.
Murió con las cuentas puestas

A eso se le llama fallecer en acto de servicio. Una parada cardiorrespiratoria fulminó a Valeriano Martínez, conselleiro de Facenda, mientras trabajaba en su despacho de San Caetano. Estaba enfrascado, con todo su equipo en la elaboración de los presupuestos de la Xunta para el próximo ejercicio. Estos días era seguramente su principal ocupación: tener listas las cuentas autonómicas que han de entrar en vigor el 1 de enero tras su aprobación por el Parlamento gallego. Una tarea un tanto rutinaria, no especialmente interesante. Ni estresante, en un gobierno con holgada mayoría absoluta. Claro que también tenía abierto el frente de las varias oposiciones convocadas para ampliar o renovar el funcionariado de la Xunta, algo en lo que tenía puesto mucho empeño, aunque tampoco le quitase el sueño. 

Economista de formación, era el arquetipo de alto funcionario. Buen conocedor de la maquinaria bucrocrática de la administración gallega, podía asumir cualquier responsabilidad relacionada con el funcionamiento ordinario de la Xunta como ente administrativo. Era una pieza polivalente. Dicen los cercanos que, además de su plena dedicación al trabajo diario, estaba dotado de un gran capacidad de diálogo, especialmente útil cuando pasó de la sala de máquinas a las encomiendas técnico-políticas. Humilde, tranquilo, retranqueiro, precisamente su sentido del humor –muy gallego, muy de O Morrazo– es algo que valoran tanto sus compañeros de gobierno y de partido como la oposición, a la que profesaba un respeto institucional justamente correspondido.

Valeriano era persona de absoluta confianza de Feijóo. Sus trayectorias profesionales y políticas han ido casi siempre unidas o en paralelo. En 1985 accedieron juntos a la función pública, en un oposición al grupo que también ganó, entre otros, Carlos Negreira. Fue su amigo Alberto el que medió para que ocupase sus primeros cargos de relevancia en el Sergas, en la etapa en que Romay ocupó la Consellería de Sanidade antes de aterrizar en Madrid como ministro del ramo en el Gobierno de Aznar. A diferencia de otros peones de Feijóo no se apuntó a la aventura madrileña. Se quedó en Galicia y a su vuelta el hoy presidente de la Xunta volvió a contar con él, encargándole la dirección general de Transportes en la Consellería de Política Territorial. Con el final del fraguismo y el advenimiento del bipartito PSOE-BNG, pasó a la reserva funcionarial. El triunfo del PP en 2009 volvió a unir los destinos de Feijóo y Martínez. Hasta hoy.

No tenía ambiciones políticas. No se sentía cómodo en los cargos de escaparate, aquellos que obligan a dar la cara en el Parlamento, en los medios, etcétera

No tenía ambiciones políticas. No se sentía cómodo en los cargos de escaparate, aquellos que obligan a dar la cara en el Parlamento, en los medios, etcétera. Hubiera preferido seguir siempre en segundo plano. Pero no pudo negarse cuando Feijóo le propuso ser conselleiro de Facenda. Aceptó por lealtad al presidente y seguramente porque se trata, sobre el papel, de una de las consellerías menos políticas, aunque no deja de ser una de las piedras angulares del gobierno autonómico, por aquello de que controla los dineros y los funcionarios.

Valeriano Martínez era muy consciente de la transcendencia de su labor hacia adentro y hacia afuera. Y la ponía la pasión justa y necesaria. Como buen funcionario, cumplía con creces, pero no se dejaba la vida en ello. Pasión la justa. Sin embargo, murió con las cuentas puestas. Tiene su aquel que a alguien que lo tenía tan grande –y siempre tan a mano– le fallase el corazón. También por eso, entre otras razones, su muerte resulta un tanto descorazonadora. @mundiario

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