López Orozco, "inocente" por sextuplicado

López Orozco fue alcalde de Lugo. / A3
López Orozco fue alcalde de Lugo. / A3

Si algo desearía de corazón el ex alcalde de Lugo Pepe Orozco es ser el último dirigente que tiene que dejar la vida pública siendo inocente o no habiendo nada que imputarle tras ser investigado.

López Orozco, "inocente" por sextuplicado

Es algo excepcional, casi inaudito. No debe haber en la política española un caso ni siquiera parecido al suyo. Pepe López Orozco suma ya seis desimputaciones en otras tantas causas en las que se vio inmerso por casos de presunta corrupción instruidos durante sus últimos años como alcalde de Lugo. De cinco de esos asuntos la instructora fue la controvertida jueza luguesa Pilar de Lara, a la que el Consejo General del Poder Judicial le abrió una inspección extraordinaria por la acumulación de macrocausas, dilaciones y supuestas anomalías en los procedimientos que se siguen en su juzgado. "La investigadora investigada", tituló muy gráficamente algún periódico aquellos días. Sobre la cabeza de Orozco penden todavía dos imputaciones más, de las que, por los antecedentes, está seguro que saldrá airoso. Que se restituya por completo su buen nombre ante la ciudadanía parece ser su único objetivo, porque está convencido de que quienes le conocen, y desde luego la mayoría de los lugueses, nunca dudaron de su honradez.

Él carga las tintas sobre el Benegá y Lugonovo más que sobre la propia jueza. Los nacionalistas y los rupturistas obligaron a Orozco a renunciar a la alcaldía por estar imputado/investigado en alguna de las causas de las que se le ha acabado por desvincular. Dice que fueron ellos quienes le juzgaron y dictaron sentencia, tras las elecciones de 2015, al exigir al grupo socialista que propusiese otro candidato para investirlo alcalde. Desde entonces el viejo profesor de Filosofía se apartó de la vida pública, a la que ahora, con 71 años recién cumplidos y casi rehabilitado políticamente, no tiene la intención de volver. Se acomodó a su condición de jubilado y ahora prefiere ver los toros desde la barrera, sin que eso signifique que renuncia a la militancia en el Pesedegá y a participar en la vida interna de su partido, del que llegó a ser presidente.  

Antes de que se le abriera ninguna investigación, cuando su expediente político y judicial aún estaba limpio como una patena, López Orozco mostraba sus reticencias a la implantación de la norma por la cual un cargo institucional o candidato debía dimitir en cuanto fuese objeto de una imputación judicial o simplemente se le empezase a investigar. Considera que ese fue un error de los partidos progresistas, que pretendían dar lecciones de higiene democrática y presumir de superioridad moral a costa de cargarse la presunción de inocencia. Y en lo que a él concierne sirvió para que sus competidores en la izquierda, a los que siempre venció en las urnas, le sacaran de la circulación. Eso aún le duele. Sangra por la herida, sobre todo al comprobar que su sacrificio personal -el de renunciar a la alcaldía- no sirvió para garantizar un gobierno estable en la ciudad de Lugo, precisamente por que los mismos grupos que invistieron a Lara Méndez la dejaron en minoría, y ejercen como oposición, para desgastar a la alcaldesa socialista. 

Si algo desearía de corazón Pepe Orozco –además de que alguien tome cartas en el caso de la superjueza De Lara para desatascar asuntos judiciales de grueso calibre con graves implicaciones en la política gallega y española– es ser el último dirigente que tiene que dejar la vida pública siendo inocente o no habiendo nada que imputarle tras ser investigado. Seguro que a su bien amueblada cabeza de filósofo no se le escapa que para evitar las injusticias en el arbitraje judicial de la política lo primero que requiere es mayor agilidad en los juzgados. Por cierto, paradójicamente, es lo mismo que reclaman los sufridos ciudadanos de a pié también a sus políticos, a los que tienen responsabilidades en esa materia. @mundiario

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