La izquierda gallega no fideliza el voto urbano en las autonómicas

Abel Caballero, alcalde de Vigo y presidente de la FEMP, en una rueda de prensa en el Ayuntamiento. /Mundiario
Abel Caballero, alcalde de Vigo y presidente de la FEMP. / Mundiario.

Con el mayor poder local de la historia en sus manos, PSdeG y BNG no son capaces de transformarlo en un modelo de gestión alternativa para la Autonomía.

La izquierda gallega no fideliza el voto urbano en las autonómicas

Los principales dirigentes políticos gallegos han finalizado el curso político con mensajes muy diferentes que ratifican el inmovilismo característico de los últimos años. Núñez Feijóo ha aprovechado la celebración del congreso de su organización para recibir el aplauso unánime de los delegados pero también de todos los dirigentes del PP estatal y autonómico, que han querido expresar públicamente tanto su reconocimiento al Presidente gallego como la tendencia favorable que les otorgan las encuestas.

Feijóo sólo ha reconocido un error o tarea pendiente, la conquista de las Alcaldías urbanas. Recordemos que no gobierna en ninguna de las siete ciudades ni tampoco en la mayoría de las ciudades de más de 20.000 habitantes. Como hemos explicado en MUNDIARIO, es la consecuencia de no desarrollar políticas urbanas y de la falta de apoyo a las iniciativas locales. El PP, tan apoyado en las elecciones autonómicas, es percibido como hostil a los intereses locales si bien en el cómputo global local sigue siendo mayoritario aunque claramente sobrepasado por el conjunto de los votos de la izquierda: 502.000 votos populares frente a 494.00 votos socialistas, 189.000 nacionalistas y otros 46.000 a las Mareas.

El BNG ha elegido aparecer con Oriol Junqueras para autorrecrearse en su buen momento electoral, claramente hegemónico en la izquierda, con 19 escaños en el Parlamento frente a 14 del PSdeG. Es difícil creer que el político catalán tenga algo que decir que interese al potencial elector nacionalista. De la política catalana de los últimos años pueden extraerse muchas enseñanzas pero nadie la calificará de éxito sino de fracaso contumaz con consecuencias desastrosas. El BNG, como ha hecho otros años con Otegui, insiste en una apuesta por un modelo territorial orientado al secesionismo. Es una forma de autolimitar su techo electoral. De hecho sus buenos resultados actuales proceden del trasvase del voto socialista, no de la minoración del voto popular.

El PSdeG ha optado por demandar un nuevo Estatuto de Autonomía, una demanda que en las preocupaciones ciudadanas ni siquiera está presente, según las encuestas. El mismo día el Presidente gallego hablaba de sanidad, fondos europeos y de otros asuntos reales, además de reunirse con todas las instituciones, Gobierno estatal, Jefe del Estado y Ayuntamiento de Santiago para aprobar un programa de inversiones en la capital autonómica. Un año más tarde de las elecciones gallegas, el PP sigue mostrando que está pegado al terreno mientras que nacionalismo y socialismo proponen abstracciones.

Pocos meses antes de las elecciones gallegas, la izquierda había conseguido la mayoría en las elecciones generales dentro de la Comunidad: 475.00 votos populares, 465.000 socialistas, 120.000 nacionalistas y 188.00 de Unidas Podemos. Por otra parte, socialistas y nacionalistas ostentan hoy el mayor poder local en el territorio gallego, sin precedente histórico. Sin embargo no han conseguido crear un modelo de gestión, ni desarrollar iniciativas coordinadas que permitiesen visualizar una alternativa. Con la excepción de Santiago de Compostela, las ciudades gallegas mantienen una gestión local poco innovadora con muy escasas y puntuales excepciones. En alguna incluso se ha retrocedido con respecto a etapas anteriores. Tampoco el control de tres Diputaciones Provinciales ha derivado en políticas más ambiciosas.

Así, el gran activo electoral de la izquierda, el voto urbano, no se fideliza para las elecciones autonómicas. En éstas, el PP ha obtenido 628.000 votos por 254.000 socialistas, 311.000 nacionalistas y 52.000 de las Mareas. Mucho antes de que Casado comenzara a dirigirse al electorado socialdemócrata desencantado, Feijóo con más discreción había hecho lo mismo, especialmente durante los meses críticos de la pandemia, logrando arrancar una fracción del voto municipal de sus oponentes. En las próximas elecciones autonómicas para cambiar el Gobierno gallego sería necesario que el PP retrocediese cinco escaños. En su peor momento, 2005, perdió por un escaño, el mismo que recuperó en 2009. Actualmente dobla en escaños al Bloque y triplica al PSOE.

 El electorado ha asumido que el PP brinda una gestión si no innovadora al menos eficaz y sin sobresaltos en el amplio catálogo de competencias transferidas. Aunque podríamos considerar que el electorado acepta lo mejor de cada uno: los unos ofrecen eficacia en la Autonomía y desinterés en lo local y los otros exactamente lo contrario. El elector se comporta con inteligencia mientras que los partidos porfían en renunciar a uno de los escenarios. @mundiario 

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