Galicia podría captar más de 7.000 millones de fondos europeos, ¾ partes de su presupuesto

Alberto Núñez Feijóo. / TVE
Alberto Núñez Feijóo. / TVE

Con mucha legislatura por delante, ha de recalcular su proyecto y vincularlo a las líneas rectoras del instrumento europeo de recuperación Next Generation EU.

Galicia podría captar más de 7.000 millones de fondos europeos, ¾ partes de su presupuesto

La covid-19 ha pasado a formar parte de nuestras expresiones comunes como en su día sucedió con las subprime o la prima de riesgo. Entonces, como ahora, era difícil de prever lo que después sucedió. El sistema financiero se mostró extraordinariamente vulnerable y los azarosos sobresaltos pusieron el orden económico mundial al borde del abismo. Las políticas macro-prudenciales de entonces se afanaron en prevenir la acumulación de desequilibrios y hacer más solventes a actores e instituciones. Tras ello vino una fase de relativa estabilización, que acusaba signos de agotamiento y el temor fundado a una desaceleración económica, que preocupaba doblemente en España por su elevado nivel de deuda pública y déficit estructural. Las tensiones comerciales, el deterioro del entorno internacional, el Brexit, etcétera preveían un crecimiento potencial inferior, pero nada hacía presagiar el desplome abrupto al que se enfrenta la economía en 2020.

La pandemia irrumpió en Galicia en un momento de ralentización económica y transición silenciosa. El año 2019 no había sido malo. El crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) llegó al 1,8%, según la estimación de la AIReF, al mismo ritmo que España, aunque menor de lo esperado, una vez que se agotó el diferencial de progresión de los catorce trimestres anteriores. El cambio de patrón del crecimiento agregado se fraguó por el dinamismo de la demanda interna, al tiempo que la externa detrajo alguna décima. El desempleo se redujo hasta los 145.000, el dato más bajo desde 2007, y la tasa de paro se situó dos puntos por debajo de la media estatal, un 11,74%. Es decir, se generó empleo y se superó por segundo año consecutivo el 90% del PIB per cápita medio, que consolidó el proceso de convergencia, eso sí, empujado más por la caída de la población que por la expansión de la economía. 

El impacto de la covid-19 supuso un hachazo en forma de caída de PIB si bien según la estimación del Foro Económico de Galicia fue menos intensa que la nacional

De la desaceleración suave se pasó al frenazo intenso de la actividad en tan solo unos meses. El impacto de la covid-19 supuso un hachazo en forma de caída de PIB, si bien según la estimación del Foro Económico de Galicia fue menos intensa que la nacional. 

Hace poco más de un año, en el segundo trimestre de 2020, Galicia, como el resto de España y de la UE, sufrió la mayor contracción económica de la historia reciente: el PIB gallego cayó un 17,9%.

Ahora, en un nuevo Informe de Coyuntura Socioeconómica relativo al segundo trimestre de 2021 los analistas del Foro Económico de Galicia constatan un crecimiento del 17,5% respeto al segundo trimestre del año anterior. Este dinamismo es idéntico al experimentado por la economía española y de mayor intensidad en comparación con el conjunto de la UE-27 (13,8%) y los países de la zona euro (14,3%).

Pese a todo, alejada del triángulo de competitividad español, la economía gallega clama por definir un modelo capaz de seguir convergiendo activamente con las áreas más dinámicas.

A nivel institucional cuenta con ventaja, pues las cuentas públicas gozan de buena salud, tras años de equilibro y control de déficit –no tanto de la deuda–, lo que le confiere mayor margen financiero y le permite actuar con cierta holgura, a sabiendas de la reducción severa que sufrirán los presupuestos autonómicos cuando toque el ajuste la liquidación definitiva del ejercicio 2020. Desde el punto de vista empresarial el panorama es poliédrico.

El tejido productivo industrial está lejos del 20% sobre el PIB que se marcaban como objetivo los países comunitarios

El tejido productivo industrial está lejos del 20% sobre el PIB que se marcaban como objetivo los países comunitarios y acusa el agotamiento de la primera generación de empresas que surgieron al albur de los Polos de Desarrollo impulsados en los años sesenta, intensivas en el uso de recursos naturales y altamente contaminantes.  Siderurgia, refinería de petróleo, naval, celulosa… anuncian dificultades o han consumado cierres: Alcoa, Endesa As Pontes,  la central Meirama de Naturgy, Ferroatlántica, Isowat, Poligal, Siemens-Gamesa, Vulcano, etcétera. Este proceso de reajuste excede lo coyuntural y se incardina en el devenir natural del tejido productivo.

Son pocos los que defienden que el futuro pase por el mantenimiento de este viejo modelo industrial de enclave, que genera en Galicia tres veces más emisiones de las que le corresponde por su aportación al PIB, pero son muchos los que se resisten a que se haga sin la anticipación y falta de previsión necesaria para sustituirlo por lo nuevo y evitar así los problemas de desempleo y empobrecimiento que dejan tras de sí.

Paul Krugman, premio nobel de Economía, suele decir que la competitividad de las naciones depende de la capacidad de su industria para innovar –perfeccionar sus ventajas competitivas– y mejorar para adaptarse al medio. En este sentido cabe mirar con esperanza al sector textil, al automóvil y sus satélites auxiliares, al farmacéutico, a las TICs, al químico, al agroalimentario o forestal, con importante potencial de crecimiento. Grandes empresas que conviven con un tejido empresarial sólido de naturaleza familiar que se debe fortalecer.

La inercia institucional, agravante de las crisis y los desafíos pendientes, ha de servir como palanca para alentar la transformación productiva

La inercia institucional, muchas veces agravante de las crisis y los desafíos pendientes, no puede irrumpir ahora y ha de servir como palanca para alentar la transformación productiva. Se impone una reflexión sobre el futuro desarrollo económico y social de Galicia, donde es clave la estrategia europea de transformación hacia los objetivos establecidos en los acuerdos de París 2050,  en base al New Green Deal, al que por primera vez en mucho tiempo se vinculan planes diferenciados y coordinados que empujan la acción hacia un resultado coherente e integrado. A la luz de la mayoría de las elecciones del 12-J y con mucha legislatura por delante, Galicia ha de recalcular su proyecto y vincularlo a las líneas rectoras del instrumento europeo de recuperación –Next Generation EU–, a través del que podría captar más de 7.000 millones de euros, lo equivalente a las ¾ partes de su presupuesto anual, para arrastrar y movilizar recursos de inversión y servir como elemento dinamizador –no de apalancamiento- de la actividad, el empleo y la utilización de la capacidad productiva ociosa, que todavía es mucha.

No hay excusas ni tiempo que perder, el giro de timón de la política económica es aquí y ahora y sino recuerden el consejo que la Reina Roja daba en Alicia en el País de las Maravillas: “hay que correr todo lo posible para permanecer en el mismo lugar, pero para llegar a otro sitio hay que correr el doble de rápido”, ¿estamos en forma? Veremos. @mundiario

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