Galicia mantiene una patronal convulsa
El desprestigio de la CEG, ahora sin presidente, desata movimientos en el Círculo Financiero de Galicia, promovido por los clubes financieros de A Coruña, Vigo y Santiago. Feijóo medita qué hará al respecto. La patronal gallega dice que representa a 150.000 empresas pero en la práctica su debilidad es acusada, sin líderes ni mucha organización.
Las sociedades más avanzadas tienen como característica destacada la institucionalización del diálogo social, lo que supone el reconocimiento de los agentes económicos y sociales, representados por las organizaciones empresariales y sindicales más importantes.
La Constitución española confiere, de hecho, a las asociaciones empresariales –del mismo modo que a los sindicatos– una gran relevancia. Lo hace en el marco del Estado social y democrático de Derecho, al consagrar su papel como organizaciones básicas para la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales. Por ello, son objeto de varias referencias a lo largo del texto constitucional, interesado en su presencia activa en la vida económica y social. Tanto es así que incluye la participación de los sindicatos y de las asociaciones empresariales en la planificación económica del país. El Estatuto de Autonomía de Galicia se mueve en términos similares.
En España, es la ministra de Empleo y Seguridad Social –actualmente Fátima Báñez– la que convoca la constitución de la Mesa de Diálogo Social, donde se sientan los presidentes de las patronales CEOE y CEPYME y los secretarios generales de los sindicatos UGT y CC OO. En Galicia, todo esto ya no está tan claro, y menos en estos momentos, dada la precariedad de la Confederación de Empresarios de Galicia (CEG), el brazo de la CEOE y de CEPYME en esta comunidad.
Sobre el papel, la CEG es una organización “privada e independiente”, cuyo principal objetivo fundacional es “el fomento del sistema de iniciativa privada y la economía de mercado en la comunidad autónoma gallega”. A través de las federaciones y asociaciones integradas, agrupa “a más de 150.000 empresas gallegas, en su mayor parte pymes”, según su web. También sobre el papel, “como entidad al servicio de la comunidad empresarial”, la actividad de la CEG se centra en “la representación y en la defensa de los intereses generales del empresariado ante las instituciones, organismos públicos y agentes sociales”.
Pero todo esto no es así. Y rara vez fue así desde su constitución en el año 1981 por común acuerdo de las cuatro confederaciones provinciales de empresarios. Hubo algunos momentos de esperanza bajo las presidencias de Pucho Mantiñán y Emilio Pérez Nieto –incluso en parte del primer mandato de Antonio Fontenla–, pero en general prevaleció la tensión, cuando no el caos, como en los últimos años.
Fueron y son varias las causas de esta crisis de la CEG, que no supo o no pudo granjearse la adhesión de las grandes empresas gallegas ni fue capaz de darle cauce a las tensiones entre Vigo y A Coruña. Por si fuese poco, en medio de su tortuoso camino hubo problemas con el manejo de sus fondos y su desunión terminó por deteriorar el prestigio de la entidad, ahora mismo sin presidente.
Club Financiero Atlántico. / Mundiario
Los clubes financieros, ¿alternativa?
Esa ley física de obligado cumplimiento que constata que el espacio vacío tiende a ser ocupado dio paso a un movimiento empresarial no tanto interno como externo, especialmente activo al unirse los clubes financieros de A Coruña, Vigo y Santiago. Si bien se trata de entidades diferentes –otro tanto sucede con las cámaras de comercio–, lo cierto es que el propio presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, se plantea su reconocimiento.
El mandato de Mariano Gómez-Ulla al frente del Círculo Financiero de Galicia estaría siendo, en ese sentido, especialmente provechoso. @J_L_Gomez
Amancio Ortega.
Amancio Ortega nunca tuvo interés por la CEG
Amancio Ortega es el primer gran empresario de Galicia. En realidad, es uno de los más grandes del mundo, que se dice pronto. Pero Ortega nunca tuvo el más mínimo interés por la Confederación de Empresarios de Galicia (CEG), una clara prueba de su inutilidad y, a la vez, de su propio fracaso. La CEG no ha sabido hacer sus deberes en Galicia y ahora arrastra su desprestigio por el suelo. Probablemente no baste con un nuevo líder –¿aparecerá otro Pérez Nieto?– pero no le vendría mal tenerlo.
La CEG nunca jugó en primera división pero entre eso y estar en quinta regional cabe algún punto medio. También cabe, por supuesto, su desaparición y una refundación desde cero. Lo único que no procede es que se incumpla el mandato constitucional, ya que la Carta Magna ampara a las asociaciones empresariales. Un país democrático no puede considerarse vertebrado si sus empresarios no saben organizarse. A la CEG solo le queda una salida: reinventarse.
––––––––– PROTAGONISTAS –––––––––
> Pucho Mantiñán, expresidente de la CEG.- Ya fallecido, tenía fair play. Este coruñés que presidió la patronal gallega en sus comienzos supo tender puentes y, sin apenas medios, dar la apariencia de que algo se movía en un empresariado gallego desunido y receloso de la autonomía política.
> Emilio Pérez Nieto, expresidente de la CEG.- Sólido y formado, este empresario orensano con negocios en toda Galicia y buen conocedor de lo que significan A Coruña y Vigo para la economía gallega fue capaz de apotarle a la CEG su etapa de mayor prestigio que no de mayores medios.
> Antonio Fontenla, expresidente de la CEG.- Triunfador en casa, en A Coruña, le costó más abrirse paso en toda Galicia. Ni siquiera a pesar de cultivar relaciones políticas privilegiadas y de hacer buenos negocios. Sí demostró tener más tablas y experiencia que sus adversarios.
> Antonio Ramilo, expresidente de la CEG.- Vigués por los cuatro costados, conservador y liberal, esperó su turno durante años. Parecía que no iba a llegar nunca, dados los apoyos de su rival coruñés de la época. Pero su turno llegó y acabó mal. Ya fallecido, su figura merece ahora respeto.
