Feijóo y la Xunta de Galicia derrotan a sus propios candidatos en las ciudades

El presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. / @FeijooGalicia
El presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. / @FeijooGalicia

Pese a mantener el voto de la derecha unido, el PP cede poder local de forma generalizada en los ámbitos urbanos de Galicia, donde ni Ciudadanos ni Vox  han conseguido representación significativa.

Feijóo y la Xunta de Galicia derrotan a sus propios candidatos en las ciudades

En Galicia, el  dato más significativo de las pasadas elecciones municipales es la derrota y retroceso del PP en todas las ciudades y en los municipios medianos. Un hecho tan generalizado que aleja a ese partido del poder municipal pues ni Ciudadanos ni Vox  han conseguido representación significativa. En otras palabras, pese a mantener el voto de la derecha unido, el PP cede poder local de forma generalizada en los ámbitos urbanos.

El PP acentúa así una tendencia iniciada tiempo atrás. Cuando ha logrado una Alcaldía importante no ha podido conservarla: Manuel Pérez o Corina Porro en Vigo, Carlos Negreira en Coruña, Juan Juncal o Rey Varela en Ferrol, Conde Roa en Santiago, o García Díez en Lugo, sólo gobernaron durante un mandato. La notable excepción es Manuel Cabezas quien gobernó durante tres mandatos en Ourense.

La explicación de ese anómalo comportamiento electoral, que condena a los candidatos populares en las ciudades a la previsible derrota, está, paradójicamente, en la gran fuerza que ostenta el PP en la Xunta de Galicia, de forma casi permanente. Y, sobre todo, en la forma de utilizar el poder autonómico contra los intereses de las ciudades, hasta el punto de ser percibido como hostil a su desarrollo.

Lo hacía Fraga, empujado por los otrora poderosos barones provinciales del PP que como Cuiña en Pontevedra,  Cacharro en Lugo o Baltar en Ourense no podían consentir liderazgos locales de su propio partido que pudiesen ensombrecer su control territorial y batallaron contra los alcaldes citados. Y lo hace de forma más abierta Feijóo, libre ya de las baronías provinciales. Es frecuente en sus múltiples intervenciones ante la prensa, en las que ningún medio se atreve a formular preguntas incómodas. De forma recurrente los alcaldes urbanos que no son de su agrado, esto es, todos, son censurados por el primer mandatario gallego desde el atril institucional o parlamentario. 

Ningún Presidente del Gobierno de España dedica su tiempo a zaherir semanalmente a los presidentes autonómicos. Feijóo sí, constantemente. Más aún, el aparato político de la Xunta replica esa actuación hasta extremos grotescos. Un ejemplo entre muchos, los presidentes de las autoridades portuarias de Vigo y Coruña, han sido “hooligans” constantes contra los alcaldes socialistas mientras se despreocupaban de los intereses de los puertos que debían promocionar. Otro ejemplo, la Consellería de Infraestructuras ha puesto en marcha planes mediocres de transporte metropolitano, sin consenso con las ciudades. Y aún otro, la Consellería de Cultura ha dado la espalda sistemáticamente a las ciudades, foco de la actividad cultural real. Y así hasta el infinito.

Los habitantes de las ciudades y sus áreas metropolitanas, dos tercios del país, han comprendido que nada bueno llegará de la Xunta a sus territorios, salvo en aquellos servicios que sean de la competencia exclusiva autonómica, sanidad y educación básicamente. En todo lo que exija cooperación interadministrativa, como las obras públicas, las grandes inversiones, la cultura, la proyección exterior o el impulso económico, la Xunta aducirá infinitos pretextos cuando no la hostilidad constante para no actuar. 

Algunos alcaldes han encontrado un filón electoral en ese comportamiento. Así en Vigo, Abel Caballero ha transformado a Feijóo en el enemigo público de la ciudad, hasta hundir electoralmente a su candidata. La victoria socialista en Vigo tiene mucho mérito pero la ayuda prestada por Feijóo merece reconocimiento. Sin su obstinación no hubiese sido posible la catástrofe de su candidata. En Santiago o A Coruña, los candidatos populares nunca han sido contrincantes reales, con independencia de sus posibles méritos personales. La opinión suprapartidaria es que son figuras de paja al servicio de los intereses de la Xunta, siempre contrarios a las urbes.

Ahora el retroceso es tan evidente que pone en riesgo cierto la continuidad popular al frente de la autonomía. La Galicia más dinámica, donde se concentran la actividad productiva, la innovación y la creación, las tendencias y el talento, ha dado la espalda rotundamente a una forma de entender la sociedad que se refleja en la TVG, tan servil con el poder como anacrónica para las urbes. Es la televisión donde el PP ve a su propio electorado pero donde la población urbana no se encuentra reflejada. La parte de Galicia que produce para sostener al resto, está pidiendo paso. @mundiario

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