Un enorme vacío político

Rueda de prensa del Consello. / Página web oficial de la Xunta
Rueda de prensa del Consello. / Página web oficial de la Xunta
Con Feijóo en Madrid, el PP gallego tiene que buscar otro modelo de liderazgo, que en un principio no será ni tan claro ni tan fuerte.
Un enorme vacío político

Ya se sabe. Nadie hay imprescindible. Y en política tal vez menos. Pero el vacío que deja Feijóo en el escenario político gallego es enorme. Lo saben los suyos y los de enfrente. A unos les inquieta que el sucesor esté a la altura y a los otros, aunque parece entreabrirles una ventana de oportunidad, les costará un tiempo rehacer el discurso antialbertista para dar con un nuevo formato de oposición que se ajuste al perfil del nuevo presidente de la Xunta. A la ciudadanía gallega se le genera una incertidumbre a la que se había desacostumbrado, precisamente por la hegemonía plena y personalista de Feijóo. Sus sucesivas mayorías electorales se traducían en una estabilidad que llegó a constituir un hecho diferencial muy de agradecer frente a las turbulencias que padecía la política nacional y no digamos algunas comunidades. Se podría hablar del oasis gallego, muy real a diferencia del espejismo que ahora sabemos era la imagen de la Cataluña de Pujol.  

Feijóo llegó a acumular mucho más poder que el mismísimo Fraga tanto en el Pepedegá como en las instituciones. Desde que aterrizó en Galicia, Don Manuel tuvo que entenderse con los entonces todopoderosos "barones" provinciales. Los Cuiña, Cacharro, Baltar y Romay, lejos de perder poder real en la etapa fraguista, vieron acrecentarse hasta extremos sorprendentes la capacidad de influir en el gobierno gallego, en su configuración -se repartían la mayoría de las consellerías- y su estrategia política, incluso en el día a día. Se llegó al punto de que parecía haber en Galicia cuatro partidos populares, uno por provincia, no pocas veces compitiendo entre ellos a la hora de marcar pautas o colocar peones en San Caetano. En cuanto Fraga hizo mutis, Feijóo se ocupó de acabar con esa estructura para concentrar toda la capacidad de decisión política en su persona. Se rodeó de fieles peones, pero no quiso lugartenientes.

Otro modelo de liderazgo

Con Feijóo en Madrid, el PP gallego tiene que buscar otro modelo de liderazgo, que en un principio no será ni tan claro ni tan fuerte. No es descartable un cierta bicefalia, de modo que el nuevo presidente de la Xunta tenga un contrapeso en la dirección del partido, que en realidad sería presentado como un reparto de papeles y separación de ámbitos. El diseño  está en la cabeza del propio Feijóo, al igual que el nombre de su sucesor. O sucesores. Sea uno o varios, no tiene la intención de tutelarlos desde la calle Génova o desde Moncloa, llegado el caso. En eso actuará como sus mentores, Rajoy y Romay, que una vez situado al frente del partido en Galicia y del ejecutivo autonómico, se limitaron a apoyarle cuando los necesitó y a apoyarle en su propósito de volar libre, siempre que no entrase en conflicto con la sede nacional.

A pesar de que los despachos de la Xunta muchos tienen ahora mismo una lógica sensación de interinidad, no entra dentro de lo probable una reestructuración a fondo de consellerías, secretarías y direcciones generales. No por ahora. Si al final es Rueda el designado, no llevará acabo más cambios que los estrictamente inevitables (por la gente que Feijóo se llevará con él a Madrid o la que renuncie a seguir). Lo contrario sería desaconsejable. Cambiar, o simplemente mover de forma voluntaria unas cuantas piezas mayores del organigrama, podría transmitir la idea de un cambio de rumbo que nadie espera ni desea, y sobre todo comprometería la imagen de estabilidad institucional que tan buenos réditos le dio al albertismo. La consigna, aunque implícita, parece clara. Ya que se va, Don Alberto debe irse sin que se note demasiado, algo ciertamente difícil, casi imposible, por el desmesurado tamaño de su figura y el vértigo que produce una ausencia tan notoria. @mundiario 

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