Ciudadanos tiene un problema con Galicia: se llama desprecio

Albert Rivera en rueda de prensa. / Twitter
Albert Rivera en una rueda de prensa. / Twitter

Su visión uniformadora es a despecho de la Constitución que refrendó el autogobierno territorial con amplias competencias. Pretender olvidar los problemas específicos de los territorios periféricos es un pésimo aval para cualquier partido o dirigente que pretenda gobernar seriamente.

Ciudadanos tiene un problema con Galicia: se llama desprecio

Hace unos días un diputado de Ciudadanos inquiría al Gobierno de España sobre la posible persecución que estaría sufriendo el uso de  la lengua española en Galicia. Testimoniaba de esa forma el flagrante desconocimiento de la realidad de este país y la falta de interés por documentarse antes de hablar en nombre de los electores, pues tal es la condición de los cargos electos.

Es cierto que los cargos públicos no pueden saber de todo, pero también que la ignorancia nunca es excusa para quien tiene a su disposición múltiples medios y recursos para superar sus lagunas de formación o de especialización. Que el nivel de muchos diputados y senadores es manifiestamente mejorable, juzgado a tenor de sus propias iniciativas, también es una obviedad pero no una excusa.

Lo verdaderamente preocupante es que ni al diputado citado ni a su grupo político les importe en absoluto hablar así de una comunidad en la que viven 2´7 millones de personas. Peor aún, que toda la trayectoria de Ciudadanos en relación con Galicia sea un continuado desprecio hacia este territorio y hacia sus habitantes. Así ha sido con la infraestructura ferroviaria. Cuando lo ha demostrado rotundamente ha sido con su actitud en las pasadas elecciones autonómicas, donde su candidata demostró en debate público desconocer tanto la lengua, como la realidad económica, social y cultural del país. Lógicamente no obtuvieron escaño alguno en Galicia, ni en las elecciones autonómicas ni en las dos últimas elecciones estatales.

Ciudadanos parece reducir España a dos zonas. De un lado Cataluña y Valencia, del otro Andalucía y Madrid. Si la primera se explica por el origen del partido, el segundo eje es el que fue consolidado durante el franquismo como la imagen de toda España, sustituyendo la imagen castellana propia del periodo borbónico y de la Restauración, que a su vez sustituyó a la imagen de los siglos XVI y XVII, cuando los vascos eran el  paradigma de los españoles, todos hidalgos y con limpieza de sangre.

No es que Ciudadanos sea un partido unitario, pues también lo son otros varios sin acudir a esos dislates. Sino que su visión uniformadora es a despecho de la Constitución que refrendó el autogobierno territorial con amplias competencias, haciéndolo al margen de privilegios estamentales o forales. La realidad creada tras cuarenta años de comunidades autónomas no es reversible. Éstas no van a perder competencias ni en educación, como se viene diciendo insensatamente, ni en ninguna otra área. Decir lo contrario como hace Ciudadanos con frecuencia es mentir a los electores. En ocasiones también dirigentes del PP han participado de esos debates cínicos, como Esperanza Aguirre, pero en la época reciente prefieren enarbolar cada semana el artículo 155 de la Carta Magna.

En la creciente desconexión de la política respecto de la realidad y su transformación en show mediático continuo, los mensajes se suceden a ritmo diario. No obstante, el análisis de las trayectorias seguidas por los grupos políticos nos permite detectar, más allá de las palabras, las actitudes que indican empatía con los problemas o distanciamiento, oportunismo o compromiso, conocimiento de la complejidad territorial o simplismo uniformador.

Desde hace cinco siglos, los tratadistas políticos vienen explicando que la legitimidad del gobernante implica aquiescencia de los gobernados. La mayoría legitima para gobernar pero no avala las políticas sino que cada una debe tener los atributos necesarios para ser considerada justa, necesaria y oportuna. En pleno siglo XXI pretender olvidar los problemas específicos de los territorios periféricos es un pésimo aval para cualquier partido o dirigente que pretenda gobernar seriamente. Es la época de los populismos y de las fake-news, pero también es la época de los electores mejor informados. @mundiario

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